«Caminar hasta el altar nunca fue algo que ella se llegara a imaginar, mucho menos que fuera a la par de un hombre que pensaba que era la mujer que creyó amar por tanto tiempo. Algunas personas dejaban ver su disgusto al verla vestida de ese modo, sin embargo, no había duda de que llamaba mucho la atención por el color azul de sus ojos y su cabello negro como el carbón. Había muy pocas personas a la espera de que ellos se casaran, puesto que de un momento a otro, él dio la orden de que nadie más podía estar en su boda.
— Te ves hermosa —dijo Volkan, tomando su rostro antes de besarla—. Hoy seremos esposos por el civil, mi vida.
— Lo sé —sonrió a medias—. ¿Por qué no hay más personas?
— Me dijiste que tu amiga Carmen tuvo inconvenientes para venir y que no podía llegar —respondió soltándola—. Ella no pudo firmar, por lo que tuvimos que recurrir a alguien cercano a Frederick para que sea nuestro testigo.
— Entiendo —susurró, incómoda—. ¿Podemos comenzar con esto?
— Sí, por supuesto.
Natacha ni siquiera le dijo que tenía que hacer en ese momento, solo le pidió unos cuantos documentos importantes para el cambio y eso fue todo. Volkan se notaba algo distante y se dio cuenta a que se debía eso, su nombre estaba ahí en lugar del de Natacha, le dio un bajón tremendo que no supo explicar.
— Luego me contarás por qué no sabía que tu verdadero nombre era Nicole Rowan.
Asintió asustada, él se notaba realmente enojado y tenía que pensar en algo que le hiciera ver que todo había sido una equivocación. Durante la ceremonia, el juez le dijo que podían firmar, las típicas palabras y antes de que pudiera procesarlo, ya tenía los labios de Volkan sobre los suyos en un beso que la dejó sin aliento.
— Te amo.
— También te amo, Volkan».
Unos murmullos le hicieron volver en sí, no recordaba la última vez que se desmayó en toda su vida. El olor de Nicole llegó a sus fosas nasales, y el recuerdo del día de su boda por el civil llegó de repente a su mente.
Abrió los ojos lentamente, viendo que se encontraba acostado en una cama, en la misma habitación en la que debería estar el engendro del mal y para rematar su desgracia, terminó siendo su hijo. Él, un hombre que resultó ser estéril, resulta que tiene un hijo de tres años, que era respondo y mal hablado cuando se trataba de sus mayores.
— Bienvenido al mundo de los vivos —dijo Frederick, en un tono burlón—. ¿Cómo te sientes?
— Me duele mucho la cabeza —se sentó en la cama, y vio que tenía una intravenosa en el brazo—. ¿Qué sucedió?
— Te dio un bajón de azúcar luego de que supiste que Jed es tu hijo —le dio un sobre—. Estos son los resultados que hice cuando él nació, no te dije nada porque te encontrabas enojado, Nicole asustada y si hacía algo, podrías armar la tercera guerra mundial porque resultó ser que alguien se equivocó contigo durante todos estos años —susurró su amigo—. Es posible que en estos momentos te imagines un montón de cosas, que posiblemente creas que nada es lo que parece, pero el niño que está en la otra cama —apuntó sobre su hombre—. Es tu hijo.
— Necesito un momento para pensar en esto.
— Bien —asintió su amigo—. La operación fue excelente, se encuentra fuera de peligro, por si quieres saber.
No le respondió, y cuando le dio la vista. Se encontró con Nicole acostada junto a su hijo en la misma cama, mientras lo abrazaba. Era de noche, y bastante tarde a decir verdad. Momento en el que ya él tenía que estar dormido. Frederick salió de la habitación, y solo se quedaron los tres juntos. Le dio un poco de celos, puesto que ella tenía que estar con él a su lado. Se acomodó mejor en la cama, mirándola dormir por un buen rato, como si estuviera poseído por su belleza.
Tuvo que regresar a la realidad cuando Nicole comenzó a despertar y luego lo miró.
— ¿Cómo te encuentras? —preguntó, ladeando la cabeza hacia él—. ¿Tienes hambre?
— Sí —respondió rápidamente—. ¿Por qué estás ahí?
— Porque tuvieron que traer otra cama a esta habitación porque el gran señor tuvo un bajón de azúcar —ella bajó de la cama, y luego fue hacia la mesita que tenía lo que parecían ser dulces—. Es dulce de coco, no sé si todavía te siguen gustando, al igual que galletas de vainilla con poca azúcar, porque tampoco quiero que tengas un subidón —se sentó a su lado, y él abrió la boca como si fuera un niño pequeño—. Tu otra mano todavía sirve para que puedas comer.
— Soy un enfermo, tienes que darme de comer —dijo, antes de que Nicole le diera un poco de dulce de coco—. ¿Cómo estás tú?
— ¿Ahora te preocupas por mí?
— Sí.
— Dormí bien —movió la cuchara alrededor del dulce, y luego se lo dio—. Todavía no me acostumbro a las cosas lujosas que hay aquí, y le pedí al director que pusiera otra cama en la habitación por si había algo fuera de lo normal. No puedo estar en dos lugares al mismo tiempo.
— Podrías decirle a Frederick que se quedara conmigo…
— Él tiene que regresar a su vida —dijo Nicole, en voz baja—. Es insólito como imaginaste que él y yo teníamos un romance solo porque un niño de tres años te lo dijo en un estado en el que se encontraba enojado contigo.
— Resulta, que ese mocoso tiene que aprender a respetar a sus mayores —volvió a abrir la boca para que le diera del dulce—. ¿Él estará bien?
— Sí, nada más que tendrá que estar unos días en observación y después podrá irse a casa —la vio pasar saliva en seco—. ¿Por qué quieres que estemos juntos?
— Ya te lo dije…
— Nunca nos casamos por la iglesia, no soy la mujer que quieres en tu vida y me lastima saber que por eso mi hijo sufra si continúo a tu lado —siguió dándole del dulce—. Esto que estás haciendo no tiene sentido.
— Ya te dije que a la persona que quiero a mi lado es a ti…
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matrimonio por contrato, padre e hijo, segundas opotunidades
Editado: 26.12.2022