El error que nos unió

9. Vamos a dormir los tres juntos

Una semana más tarde, Volkan se quedó mirando al engendro del mal y este por igual. Ese niño en verdad copiaba todos sus movimientos, cada cosa que él hacía; ese mocoso lo repetía sin más. Ese engendro era algo extraño, una cosita que estuvo a punto de morir antes y ahora se encontraba esperando que Nicole saliera del baño con un nuevo cambio de ropa. Ellos todavía no habían ido a comprar los dichosos anillos, porque por petición de ella, quería quedarse esa semana para cuidarlo y él iba pocas veces al día a comer con ellos.

— Eres mi papá —Jedward rompió el silencio después de unos minutos—. Así que tienes que amarme y quererme, por favor.

— ¿Me estás pidiendo un por favor? —se acercó lentamente a la cama—. Tú no eres la clase de niño que pide favores —le apuntó—. ¿Qué tramas, hijo de satanás?

— No tramo nada, satanás —respondió haciendo una mueca, y tocándose la herida—. Quiero a mi mamá, me tratas muy mal.

— ¿A dónde te duele? —omitió lo que dijo el niño, quitó las sábanas, para ver la herida—. Tienes que dejar de moverte, porque la herida es reciente y tienes pocos días con tus riñones nuevos.

— No quiero a ninguna enfermera a mi lado, quiero a mi mamá y ella dormirá conmigo siempre —sentenció Jedward, moviéndose para que él revisara la herida—. Auch.

— No tienes nada, solo eres un mocoso mañoso —acomodó la ropa—. Supongo que sanarás rápido, de paso debieron cortarte la lengua, porque hablas demasiado y me tienes desesperado.

— Lo siento, pero sigo siendo tu hijo, papá.

— ¿Qué están haciendo ustedes dos? —preguntó Nicole, con el ceño fruncido y mirándolos—. ¿Por qué están tan unidos?

— Porque él me estaba diciendo muchas cosas malas, mamá —dijo Jedward haciendo un puchero—. Arriba, mamá.

— Yo te llevaré —dijo Volkan, quitándole la sábana—. Tu mamá no puede seguir cargándote siempre, tienes que caminar también.

No dejó que ninguno de los dos dijera algo, su chofer entró a la habitación para recoger el equipaje de ambos, luego salió y ellos hicieron lo mismo detrás de él. El olor a hospital no era su favorito, mucho menos tratar con un niño como ese que estaba en sus brazos. 

El chofer le dio una mirada cómplice, que esperaba que Nicole no hubiera visto, y en cuanto salieron por la puerta principal del hospital, los reporteros comenzaron con las preguntas y ella se asustó.

— No te separes de mí —pidió, tomándola del brazo, después rodeando su cuerpo y pegándola más a él.

Su chofer le pasó una manta, la cual fue a parar sobre el cuerpo de Jedward, y que nadie viera de más su rostro. Nicole no le dijo nada, se mantenía en silencio y esos meses que ambos duraron casados, ella solo se quedaba de ese modo antes de explotar.

— Mami —sollozó Jedward, sin entender qué estaba pasando—. Tengo miedo.

— Estoy aquí, mi príncipe —Nicole tomó su pequeña mano, y le dio un leve apretón.

El personal quitaba de enfrente a todos los reporteros que se encontraban ahí, ella seguía sosteniendo la mano de su hijo. Cuando llegaron al auto, Volkan dejó que Nicole entrara primero para que cargara a Jedward. Las preguntas seguían, el que Volkan estuviera saliendo de un hospital, con un niño en brazos y una mujer misteriosa, daba mucho de qué hablar y los tabloides no iban a perdonar eso. 

— ¿Esto fue parte de tu plan? —preguntó Nicole, limpiándole las mejillas a su hijo—. No puedo creer que hayas hecho eso, sabiendo que tu hijo estaba cerca.

— No tenía idea de que ellos estaban afuera —mintió, sin mirarla—. Sabes que mi vida privada es un misterio y el que ellos estén aquí no sabrá qué decirte.

— Eres una basura —escupió su esposa, mirando el rostro sonrojado de su hijo—. Ahora mi hijo está asustado y si le pasa algo cuando decida salir a jugar, será tu culpa.

— ¿Por qué tendría que salir a jugar?

— ¿Es que no estás viendo lo que has ocasionado? —bramó sin pensarlo—. Es un niño, no tenías por qué exponerlo al ojo público. Esto es algo que llevas tramando mucho tiempo, porque la prensa nunca sabe en dónde te encuentras, mucho menos tenían porque saber que mi hijo y yo estábamos en ese hospital.

— Será mejor que te calmes, porque estás muy alterada y eso no es bueno.

La vio hacer una línea recta con los labios, luego mordérselos y prestarle la atención debida al engendro del mal. Bien, eso salió como lo tenía planeado, porque ya todos sabían que tenía una familia, y solo era cuestión de tiempo para que todos los tabloides se llenara de noticias acerca de su esposa misteriosa. Nicole ya se encontraba bien amarrada a él, y podía decirse que su matrimonio estuvo oculto durante los últimos años por pura precaución y nada más.

Mandó a construir una habitación equipada para ese mocoso y sin que ella lo supiera, se mudaría a otro lado, porque suponía que no le traería buenos recuerdos la antigua casa y más porque la nueva le quedaba más cerca del hospital para los chequeos de Jedward.

— ¿A dónde iremos?

— A casa —respondió, sacando su celular—. La otra será demolida y como fue decorada por Natacha, supuse que no la querrías.

— Eso es algo que no esperé nunca de ti —Nicole meció a Jedward en sus piernas, para que se quedara dormido—. Esto es algo poco visto en ti.

— Te dije que haríamos que este matrimonio funcionara como se debe.

—Con lo que acabas de hacer, no creo que funcione mucho este matrimonio. Porque has puesto en peligro la vida de mi hijo para tu propio beneficio —chistó ella, y él apretó el puente de su nariz—. Has hecho esto porque sabes que no me iré de tu lado. La prensa estará sobre mí y voy a necesitarte. 

— No sé por qué piensas eso de mí —se hizo el ofendido. 

Nicole se quedó en silencio durante todo el camino a su nueva casa. Una casa que había mandado a construir un año después por un impulso y cada cosa que tenía ese sitio, había sido elegida por Nicole en el pasado, cada decoración… porque una vez ella le dijo que deseaba una casa con un enorme jardín. 




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