-Klarrisa, ven - la llama papá, desde la puerta de su oficina.
Mientras ella va al sillón, papá la informa:
-Vamos a pasar juntos las nuevas cuentas.
Ella solo asiente y acepta los papeles que le dió. Después de dejarla que se familiariza con lo escrito, comenzó con las preguntas con las que como siempre la está metiendo a la prueba.
-¿A Óscar no lo trataste así? - en un momento pregunta, sin poder aguantar más que reciben los tratos tan distintos.
-Óscar nos tuvo guardados varios secretos, por eso... - le contesta papá.
Ella esperaba que continuará y que le explicará que se refería con eso y no dejarla confundida como la había dejado y que regresara al trabajo enfrente.
Cuando se acercaban al final de las cuentas, lo escucho preguntar:
-¿Cómo estás?
La pregunta la sorprendo por lo que levantó la mirada lo suficiente para mirarlo.
-Digo, con todo lo que pasa ya ni no hablamos. No sé lo que sientes, ¿cómo te sientes? - agrega como explicación.
Dejando la pluma sobre los papeles, se toma uno minuto para reflexionar sobre la respuesta.
-Estoy bien... Poco desconcertada con la actitud de Baldo, me siento impotente y enojada a lo que se refiere a mamá.
-¿No te parece que tiene razón?
-¿A qué te refieres?
-A lo único que las tiene peleadas.
-No entiendo, me has perdido - de repente comenzó sentir que tiene frío.
-Esa relación que has comenzado... ¿No te parece equivocada? Son muy diferentes y eso no funciona siempre... Además, él solo no apostó a su futuro.
-Papá, tú mejor que nadie deberías saber que en la vida nada es seguro, por supuesto que somos inseguros y con la actitud que me rodea no puedo ni culparlo.
-Yo quiero verte feliz y como sola has dicho ahora no lo eres.
-No, no volteas las cosas. Una cosa es que sus actitudes y prejuicios nos tienes inseguros y otra muy distinta es que soy infeliz, yo no pienso dejar que lo que otros opinen afecta lo que yo siento. Lo amo, papá, ¿Entiendes?
-No creo que te hará feliz, eso es todo - sintiéndose apenado, dice, bajando la cabeza.
Como se puso de pie cuando terminó de hablar, sintiéndose afectada por las palabras de su padre, que hasta ese momento supuso que la apoya, abandona la oficina.
Sintiendo como los ojos se le llenan de lágrimas, corre a la oficina de Óscar, donde sabe que puede encontrar refugio.
Con la música a todo volumen a través de los altavoces, Baldo camina por la piscina.
-¡Uh!, qué calor hace hoy - comenta Azar cuando vino hacia él, moviendo el sudoroso polo.
Su celular comenzó sonar impidiéndole a responderle. Sacándolo del bolsillo se sorprendió al ver que es Ingrid.
-Hola, Baldo. Tengo algo que te llegaría muy bien - la escucha decir.
-Hola, Ingrid. ¿De qué se trata? - pregunta, saludándola.
-Unas rosas rojas - dice alegre.
-¿Y qué hago yo con ellas? - pregunta riendo.
-No me digas qué no tienes a quien dárselas - lo acusa en un modo melódico.
-Sabes que si - sonreír, contesta. - ¿Pero como las conseguiste? - pregunta, volviéndose serio.
-Dime donde estás, te las llevo y te lo cuento.
-Estoy en el trabajo.
-Está bien, voy para ya.
No paso largo rato antes de que recibió el mensaje de que ha llegado.
-Eres rápida - dice al verla.
-Que puedo soy así.
-Bueno, dime ¿qué pasa?
En cambio, de contestarle, ella enseña el ramo.
-Son hermosas - exclama.
-Son, no lo niego y las tengo de más por lo que te las regalo - le dice.
-Es un gesto hermoso, no obstante dárselas a Klarrisa no - dice dudoso.
-Porfa, tomarlos, yo ya no puedo con ellas. Mi casa se convirtió en un jardín, alguien nos las deja y es demasiado - desesperada le cuenta.
-Está bien, a pesar de que todavía no sé qué haré. ¿Me las puedes dejar en la casa? - pregunta, ofreciéndole las llaves. - Aquí no las tengo donde guardar y sin agua se van a marchitar.
-Va, las llevo y vuelvo a regresarte las llaves.
-Gracias - se despide de ella que vuelve a montarse a su moto.
-¿Qué fue todo es? - pregunto Dia, que estaba parada ahí.
-Una amiga me trajo las flores para Klarrisa, pero como se la han regalado a ella no me parece correcto dárselas a Klarrisa.
-Entonces no lo hagas - dice con tanta ligereza que él no es capaz de sentir.
-¿Y qué hago con ellas? - por eso la pregunta por el concejo.
-Sé romántico.
-Me parece que es más fácil decirlo que hacerlo.
-Esparcirlos por la habitación, hazle algo personal de ellos.
-¿Te llevarías a Azar fuera de la casa por mí? - pregunta con una sonrisa por la idea que tuvo.
-En el nombre del amor y el romanticismo todo - contesta, haciéndolo reír.
En la soledad de la oficina de Óscar, Klarrisa lloro hasta que no escucho el timbre de su celular. Parpadeo hasta que no se le aclaró la vista para poder leer el mensaje que le vino:
Amor, cena en mi casa.
Mensaje que le mando Baldo la hace sonreír tanto que hasta ríe por sentirse estúpida en haber pensado que algo no va bien.
Cuando vino la noche, Klarrisa vestida con un vestido con falda corta negra y un top rojo, sin mangas, anudado al cuello con tela arrugada en el pecho, tocó el timbre.
La puerta se abrió, enseñando un camino de rosas que le saco una risita de alegría. Busco con la mirada a Baldo mientras hacía los primeros pasos sin verlo por ninguna parte.
Siguiendo las rosas vino hasta el cuarto de Baldo, donde en el primer plano está la mesa redonda, cubierta con el mantel rojo, luz que proviene solo de dos velas y dos lugares en la mesa con sus respectivas sillas.
Las manos de Baldo vinieron desde atrás abrazándola por la cintura.
-¿Te gusta? - pregunto, apoyando la barbilla en su hombro.
-Mucho - contesto sonriendo y acariciándole las manos, mirando la mesa.
-Me alegro, ¿Nos sentamos? - pregunto, alejándose un poco.