Él es el amor

Caputlo 37

-Hola, Klarrisa - la saludo Ian.

-Ian. ¿Tú qué haces aquí? - lo preguntó, sorprendida porque logró subir a las oficinas.

-Tú sabes que cuando algo quiero y lo logro.

-Um... ¿Cómo te puedo ayudar? - lo pregunto sin saber qué hacer.

-Aceptar comer conmigo.

-Ian, estoy trabajando.

-Bueno, no obstante, tienes una pausa para comer.

-Ya la usé, comí con mi papá - le contestó lo que no era una mentira.

-Entonces la cena.

-Tampoco tengo planes.

-¿Entonces qué me aceptas?

-Por el momento nada, estoy ocupada. Puede ser cuando te vas, para que nos podamos despedir.

-Klarrisa. Pensé que has cambiado de opinión, teniendo en cuenta que has aceptado el vestido.

-El vestido. ¿Qué vestido? - preguntó, atónita.

-El que llevaste anoche.

-¿Tú lo mandaste?

-Sí. ¿No te hagas que no lo sabías? Si, te dejé la nota.

-Yo el vestido lo encontré en la cama y no traía ninguna nota - dijo con los sentimientos mezclados.

Segura que su madre fue la culpable de eso, no le quedó de otra que permanecer callada.


 

-Señora, ¿me busco? - dijo la empleada entrando en la sauna.

-¿Has encontrado algo de lo que te dije que investigues? - la preguntó Sandra.

-Sí, señora.

-¿Entonces? - la apuró, visiblemente insoportable por su comportamiento.

-Hay una chica que se hospeda en el hotel, que parece que le echó el ojo, pero a él no le interesa - contó la chica, contenta de contar el chisme.

-¿Y quién es ella?

-Aquí tiene - dijo, entregándole el nombre escrito en el papel.

-Puedes retirarte - le dijo, viendo que ella no se mueve.

Esta se despidio con la inclinación y se fue.


 

-¡Mamá! — gritó desde la entrada. - ¡Mamá! - lo volvió a repetir, cuando ella no apareció tirando su bolso al sofá.

-¿Qué pasa? ¿Por qué gritas? - preguntó llegando sorprendida.

-Ian, me hizo una visita. Cantándome del vestido.

-¿No entiendo, por eso gritas?

-Me has hecho creer que el vestido era tuyo, cuando en realidad la mandó Ian con la nota que decía que con el vestido va a entender si quiero algo con él. Eso no te basto, me has hecho ir prácticamente sola, papá no se acordó y a Óscar no sé ni le ocurrió venir.

-Y me van a oír por eso.

-Cuántas veces intenté salir de la fiesta y siempre me detenías o mandabas a Ian, no soy estúpida. De verdad pensé que después de lo de Óscar e Ingrid te calmarías.

-Por Dios, por supuesto, que no voy a permitir que destruyan todo lo que yo construí durante años por sus pésimos sentimientos.

Cuando se preparó para responderle, Óscar entró por la puerta.

-Qué caras - comentó.

-Tú y yo hablaremos del desplante que me hiciste anoche.

-¡Ay!, ni loco que estuviera para asistir a esa cosa. Por algo me fui de aquí.

-Lo pediste hacer menos por mí - le dijo, triste.

-Pensé que eres lo suficientemente inteligente para saber que a esas cosas no se va - le contestó, tocándole la barbilla.

-Yo no te eduqué así - decepcionada comentó mamá.

-No, tienes razón, no lo hiciste, lo hicieron las nanas - le respondió. - Ven conmigo - le dijo, tomándola de la mano.


 

La pequeña fiesta fue organizada en la casa de Ingrid con la presencia de Flavio, Reynaldo, Eva y las parejas felices.

-Aquí está mi regalo, poco adelantado... - dijo Flavio, entregándoles el regalo. - Así será como papá - comentó bromeando, cuando Óscar tuvo la moto de juguete en la mano.

-¿Y si es niña?

-También jugará con él - contestó Ingrid, golpeándolo con el codo -, si yo también manejo una moto.

-Y yo que ya la veía vestida de princesa - se lamentó, bajonado Óscar.

-A, tú entonces quieres una Klarrisa. Escuchaste, Klarrisa, el bebé necesita compañía.

Ellos solo sonrieron, mientras Ingrid y Flavio rieron. Óscar y Eva fueron más neutrales, excepto de Reynaldo cuya cara cayó al escuchar eso. 

-Ay, qué lindos son - comentó Eva.

-Sí. Solo que ahora la felicidad dure - comentó Reynaldo.

-¿Por qué eres tan negativo?

-No lo hago por gusto, sabes cómo se dice "Paz antes de la tormenta".

-Ay, Reynaldo de verdad.

-No me acostumbro...

-Entonces mejor hazlo, porque esta felicidad produrara.

-Bueno, me toca irme, mañana trabajo. No nos podemos todos tomar el día libre, ¿qué no, jefe? - bromeó Flavio.

-Pronto me llevaré yo, esos dos no te preocupes - le respondió, mientras Flavio se ponía de pie.


 

Entraron en la casa riendo por el comentario que hizo.

-Qué bonito cuadro familiar - vino de la voz de mamá. - ¿A mí no se recordaron a invitar? - pregunto.

-¿Para qué? ¿Para qué nos amargues la fiesta?—preguntó con desprecio.

-Klarrisa - la reprende papá.

-Si solo digo la verdad - se defendió antes de retirarse.



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En el texto hay: amor, amistad, prejucios

Editado: 11.08.2024

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