Esto tiene que ser una maldita broma.
—¿Se conocen?.—pregunta el señor Anderson.
—Sí, nosotros fuimos...
—Amigos.—interrumpo a Lucas.—Viejos amigos.
Mi jefe nos mira con el ceño fruncido y habla: —No importa, lo que importa es que al fin llegó señorita Rodríguez.
—Sí señor, estoy justo a tiempo.—le sonrío y veo a Lucas que me mira divertido. Me aclaro la garganta y miro a mi jefe.—¿Necesitaba algo señor Anderson?
—Sí, un café con crema.—contesta la rubia oxigenada mirando su celular.
"A vos no te hablé, flaca. Callate."
Sebastián la mira y rueda los ojos.
—Traenos un café con crema a los dos.— dice mirándome fijamente.
"Y el por favor?"
—Por supuesto. Lucas...—él me mira y sonríe.—Eh... señor Thompson, ¿usted quiere algo?.— la sonrisa se le borra y niega con la cabeza.
—Puede retirarse, señorita Rodríguez.— dice mi jefe serio, yo asiento y salgo de la oficina.
Me dirijo hacia el ascensor, toco el botón y espero a que venga.
¿Por qué Lucas estará acá? No creo que quiera trabajar en una empresa de ropa.
Salvo que se haya ofrecido como modelo, aunque no lo veo haciendo poses ni nada por el estilo.
Me meto al ascensor y pulso el botón para ir a la planta baja.
El ascensor para en el piso 13 y se abren las puertas pero no hay nadie del otro lado.
—¿Hola?.—hablo mirando para afuera.
Es un pasillo con muchas puertas, pero está todo oscuro y no hay gente. Parece abandonado.
—Gerardo, si esto es una broma tuya ya te voy aclarando que no es divertido.—grito para que me escuche pero al parecer no hay nadie. Ruedo los ojos y aprieto el botón para seguir bajando, pero las puertas no cierran.
—Hola muñeca.—miro a la persona que me habló enfrente mío y siento como el miedo me invade.
—Ricardo.— digo asustada y anonadada.
Él me sonríe y se mete al ascensor conmigo. Cuando quiero salir de ahí las puertas se cierran.
"¿En serio?."
—¿Sabés por cuánto tiempo estuve esperando este momento?.— dice acercándose a mí.
Yo lo trato de evadir y corro para la entrada del ascensor.
—¡Ayuda!.—grito con desesperación y golpeando las puertas.
Ricardo se ríe y se me acerca de nuevo, pero esta vez me acorrala.
—¿En serio crees que alguien te va a escuchar? Estamos solos, cielo, y nos vamos a divertir mucho.– sonríe como un pervertido y se pega a mi cuerpo lo más que puede, haciendo que su pelvis toque la mía.
Mis lágrimas caen sin control cuando él me agarra las muñecas para que no me mueva y así poder besarme el cuello.
Quiero soltarme, quiero decirle que no, pero no puedo. Estoy inmóvil y él se está aprovechando de eso.
Deja mi cuello para empezar a desabrocharme los botones de la camisa.
—Estás tan hermosa como te recordaba.— dice mirando mis pechos dentro del corpiño.
Me saca la camisa y me besa la panza, mientras va bajando cada vez más.
—Por favor no...—le suplico llorando mientras veo como me quiere sacar la pollera. Trato de pegarle patadas pero no lo logró, él lo único que hace es reírse.
Me calla con un asqueroso beso.
—Calladita te ves más bonita, cielo.—me sonríe y me termina de sacar la pollera, dejándome solamente en ropa interior.
Se acerca a mi cuello y empieza a dejar besos hasta llegar a mi estómago.
—¡Por favor, por favor no...!—digo llorando desesperada. Me agarra las manos y las pone sobre mi cabeza mientras sigue dejando sus asquerosos besos por mi cuerpo.
De golpe sus besos paran para después sentir un pinchazo en mi piel. Me empiezo a sentir débil, mi vista se nubla y de un momento a otro siento que caigo.
***
[Sebastián]
Estoy en mi oficina con el señor Thompson haciendo negocios. No sé por qué razón pero quiere comprar mi empresa por un precio muy, pero muy alto. Por supuesto que no se la voy a ceder, es MI empresa y de nadie más.
—Señor Thompson, por última vez, no voy a venderle mi empresa.— digo frotándome el puente de mi nariz.
—¿Por qué no? Tenga en cuenta que le estoy ofreciendo más de un millón de dólares, señor Anderson. —contesta mientras se apoya en el respaldo de la silla.
Yo sonrío porque él no sabe que esta empresa vale mucho más que un millón de dólares.
—Señor Thompson...
—Sebis, tu secretaría está tardando en traer mi café, ¿no?.—me interrumpe mi querida prometida mientras mira su celular.
Lucas la mira y frunce el ceño.
—Ella tiene razón.— la señala con el dedo y me vuelve a mirar.–Malena se está tardando mucho.
—El ascensor suele tardar, sube y baja mucha gente por ahí. Por eso yo uso el privado.—digo con arrogancia. Thompson me mira mal y se levanta de su silla para dirigirse a la puerta.
Yo imito su acción y miro a Yasmin que le sonríe a su celular mientras escribe algo.
—Si me disculpa señor Anderson voy a ver si Malena está bien. No es normal que tarde tanto en venir.— dice con la mano en la manija de la puerta, cuando está por abrir, lo freno.
—Esa chica es torpe, seguramente se le cayeron los cafés o algo por el estilo.— ruedo los ojos y me acuerdo de cómo nos conocimos ella y yo.
—Nunca más vuelva a decir eso de la señorita Rodríguez.— dice todavía dándome la espalda. Abre la puerta y se va.
Ruedo los ojos y lo sigo.
Me está haciendo perder tiempo valioso para ir a buscar a esta piba.
Nos acercamos al ascensor y él toca el botón. Esperamos que venga y cuando este se abre, vemos a una chica tirada en el piso, inconciente.
—¡Por Dios!.— exclama Lucas mientras se acerca a la joven, le corre el pelo de la cara y ahí reacciono de que la chica tirada en el piso es Malena, mi nueva secretaria.
No sé por qué pero me agarra una desesperación terrible.
Me acerco a ella y le muevo la cara para que reaccione, pero no lo hace.