[Malena]
Abro los ojos y miro a mi alrededor sin saber dónde estoy.
Frunzo el ceño y miro mi cuerpo. ¡Nada más estoy vestida con una camisa de hombre! Aunque tengo que admitir que tiene un muy rico perfume, ese aroma lo conozco de algún lado.
¿Me secuestraron?
La puerta de la habitación en la que estoy se abre y entra Sebastián con un vaso con agua.
"Un placer verlo, señor Anderson"
Yo por instinto me tapo con la sábana lo más que puedo para que no me vea el cuerpo.
—Qué pena que despertaste.—dice mirándome triste.—Traía este vaso con agua con la intención de tirartelo en la cara para que te despertaras y ¡dejaras de roncar!.—deja el vaso en la mesita de luz que tengo al lado y me mira malhumorado.—Me tuve que ir de mi propia habitación porque la señorita roncaba y no me dejaba dormir.
Abro mi boca indignada por lo que dijo y él rueda los ojos.
—Yo no ronco, duermo como un bebé. Y déjeme decirle que me parece una falta de respeto que haya querido despertarme de esa manera.— digo indignada. Después pienso en lo que dijo y pongo mis ojos como platos.
—¡¿Su habitación?! ¡¿Por qué estoy en su habitación?!.— pregunto desesperada pensando lo peor...
"O lo mejor..."
No pudo haber pasado nada bueno con Sebastián, o sea, estamos hablando de SEBASTIÁN.
—Te quedaste dormida en mi auto, te traté de despertar y no te despertabas, al parecer tenés sueño profundo. Después te cargué y te traje a mi habitación, como vi que la ropa que llevabas puesta no era cómoda te cambié y te puse una camisa mía.— dice como si fuera lo más normal del mundo.
¡Sabía que conocía ese olor de algún lado!
Anderson siempre usa el mismo perfume para ponérselo a todo, literal perfuma hasta su silla de oficina.
—¡¿Usted me cambió?!.— pregunto con los ojos exageradamente abiertos.
Ay no, seguramente vio mi conjunto de ropa interior de corazones rojos y rosas.
Cómo siempre yo hago las cosas a último momento y estaba tan apurada que era el único conjunto que había encontrado entonces lo agarré y me lo puse.
—Ya te dije que sí, pero tranquila, no vi nada.—dice sonriendo. Pero la manera en la que lo hace no me gusta nada.—Solamente un lindo conjunto de ropa interior de corazones rojos y rosas. Muy bonito.
Siento mi cara caliente por la vergüenza así que agarro la sábana y me tapo hasta la cabeza. Escucho la voz de mi jefe y el colchón hundirse a mi lado.
—Me parece tierno. Un poco infantil pero tierno viniendo de vos.
Me destapo hasta que se vean mis ojos y veo a Sebastián con el codo apoyado sobre la almohada y su cara apoyada en la mano mientras me sonríe.
Tengo que admitir que me gusta mucho cuando sonríe, se le marcan sus lindos hoyuelos y... ¡No! ¡Basta de pensar cosas lindas sobre él!
—¿No vio mi celular?.— le pregunto cambiando de tema.
Me destapo y me siento en la cama, él sigue con la mirada cada uno de mis movimientos.
Me siento acosada.
—Ya sé porqué a veces no me tuteas.— dice Sebastián esquivando mi pregunta.
Y dale con que no lo tuteo. No es que no lo quiera tutear simplemente me sale hablarle así, como corresponde. Es mi jefe y yo su secretaria, tendríamos que tratarnos con respeto.
"Respeto es lo que menos hay entre los dos."
—Cuando estás nerviosa o enojada no me tuteas. Por ejemplo, ayer que estabas enojada o como hoy que me hablas así porque estás nerviosa.— dice sonriendo de costado.
—No estoy nerviosa, ¿por qué estarlo? Si estoy en la situación más normal del mundo. Mi jefe me vio semi desnuda, me cambió, me puso una camisa suya y después desperté en su cama.—digo con sarcasmo y él ríe—Para nada incómodo.
—Te voy a dar privacidad así podes cambiarte tranquila.—dice Sebastian levantándose de la cama—Te dejé ropa de mi hermana en el baño. Cuando termines de cambiarte baja a desayunar.
Asiento y sale de la habitación.
Me levanto de la cama y me pongo a observar la habitación de mi jefe.
Una cama de dos plazas con sábanas blancas, un armario en donde debe guardar su ropa, un mueble de madera con un par de cajones y un espejo, una gran ventana con cortinas blancas y un par de cuadros colgados en la pared de color azul marino que tiene la habitación.
Me meto en el baño que tiene acá y ¡dios, esto es hermoso!.
Siempre quise un baño con ducha y bañera, además de un gran espejo en horizontal. Y la ducha en vez de cortina tiene la puerta de vidrio templado que siempre quise tener.
Le voy a pedir si me puedo mudar a su baño.
"Loca."
Agarro la ropa que me dejó arriba del inodoro y me cambio. Andrea es más chica en talla de remera que yo y la remera me queda un poco apretada, siento que mis pechos se van a salir en cualquier momento. Por suerte tenemos el mismo talle de pantalón y el jean me va bien.
Salgo del baño acomodándome la remera y me miro en el espejo de Sebastián. No puedo creer que mis pelos no estén hechos un desastre como todas las mañanas cada vez que me levanto, siempre parezco el rey león.
Salgo de la habitación y bajo las enormes escaleras de esta casa.
"¿Esto es una casa o una mansión?"
Miro todo asombrada hasta que escucho voces en algún lugar de acá.
—Te dije que no vinieras.
Es la voz de mi jefe.
—Y yo te dije que la quería conocer.—se escucha una voz de mujer—Quiero ver si es la indicada para vos.
Frunzo el ceño y me voy acercando al lugar de dónde provienen las voces.
—No es la indicada para mí y aparte vos estabas de vacaciones— vuelvo a escuchar la voz de Sebastián.
—¡No importa!.
Me acerco al lugar en donde hablan, que es la cocina, y veo a mi jefe parado dándome la espalda y a una señora mayor sacando una bandeja del horno.
Cuando ella me ve me sonríe y Sebastián se da vuelta. Me mira de pies a cabeza y yo aclaro mi garganta.