Él es mi Jefe

Capítulo 25: Confesión inesperada

[Malena]

Abro mis ojos y me acuerdo de todo lo que pasó ayer.

Necesito ir con Benjamín y quedarme con él hasta que despierte, porque yo sé que lo va a hacer. Lo tiene que hacer.

Miro a mi costado y veo a mi jefe durmiendo boca abajo, cabe destacar que no lleva camisa.

"Ojalá fuera así a trabajar"

Si fuera a la empresa sin camisa, lo último que él haría es trabajar.

¿Por qué estoy en la misma cama que mi jefe?

—¿Me estás viendo dormir?.—pregunta con los ojos cerrados y con la voz ronca.

No sé si solamente soy yo pero amo escuchar a los hombres hablar cuando recién se despiertan.

Me doy media vuelta en la cama y le doy la espalda.

—Yo... No... No lo estaba viendo.—tartamudeo mientras me tapo con la sábana.

Escucho su risa y siento como se mueve la cama.

—No me molesta que me admires, Malena.—apoya su mano en mi brazo y empieza a hacer círculos con su dedo.—Me encanta que lo hagas.—me susurra en el oído y yo me estremezco sin poder evitarlo.

Se levanta de la cama y suelto el aire que estaba conteniendo.

¿Qué mierda me pasa? Yo no soy así, casi nunca fui así con ningún hombre, pero con Sebastián es diferente. Su cercanía cada vez me afecta más y más.
Me pongo nerviosa con cualquier cosa que él hace, cuando escucho su voz pienso en lo bien que se escucharía por las mañanas al despertarme y...

¡Basta! Me niego a sentirlo. 
Me niego a sentir algo por Sebastián.
Me niego a pensar cosas buenas de Sebastián. 
Me niego a enamorarme de Sebastián y para que eso no pase necesito volver a poner esa barrera que teníamos cuando apenas nos conocimos.

Una vez cambiada y aseada, salgo del baño en el que me metí apenas Anderson salió de la habitación y me voy de ahí.

Esta vez no me dio explicaciones sobre cómo llegué a su cama y otra vez con una de sus camisas. Pero espero que me lo diga.

—Me voy.—le digo apenas lo veo en la cocina de la casa.

Sebastián está cocinando, esto es nuevo. No lo sabía, pensé que solamente Annie cocinaba. Cabe aclarar que no lleva camisa ni remera.

—Pero estoy preparando waffles.—me mira con ojos del gato de Shrek y yo por acto reflejo me muerdo el labio.

Sebastian mira mi boca apenas hago ese gesto y después vuelve a mirar mis ojos.

—Gracias pero no tengo hambre. Quiero ver a mi hermano, nada más.— le sonrío.

—Te vas a sentar acá conmigo, vas a desayunar y después te voy a llevar al hospital a ver a tu hermano.— dice remarcando todas sus palabras como si quisiera que entendiera que eso es lo que voy a tener que hacer sí o sí.

Suspiro y agarro mi cartera.

—Sebastián...

—Nada de Sebastián. Sentate.— achina sus ojos y me señala la silla con el cucharón de los waffles.

Suspiro una vez más y me siento.

Lo veo sonreír para después darse vuelta y seguir cocinando.

—Entonces... Contame algo.— dice mientras sirve dos vasos con agua y los deja enfrente mío.

Frunzo el ceño y lo miro.

—¿Qué querés que te cuente?.

—Cualquier cosa. ¿Dónde naciste?.— toma asiento delante mío y apoya su cabeza en sus manos, esperando a que conteste.

—Nací acá en Argentina, Avellaneda para ser exactos. Mi hermano me dijo que se acuerda que mi mamá no llegaba al hospital para tenerme.—me río acordándome de esa conversación.—Ellos estaban en una plaza con mi papá comiendo algo cuando a mi mamá le agarraron contracciones. Se fueron rápido de ahí hacia el auto pero había mucho tránsito y ella estaba fatal. Según lo que me dijo Benjamín, mamá fue todo el viaje hasta el hospital diciendo que quería asesinar a mi papá por haberla embarazado de nuevo, por haberla sometido de nuevo a los dolores de parto.

—¿No fuiste deseada?.— pregunta Sebastián con el ceño fruncido.

—Yo creo que sí, pero mi mamá estaba alterada en ese momento. Decía cosas sin sentido.

"Como cuando se emborrachaba".

—Ahora contame algo vos.— digo mientras corto el waffle con el cuchillo porque el señor fino insistió en usar cubiertos.

—Yo sí fui un accidente. Mi mamá me lo dijo y cito:"Tu papá estaba ebrio, yo también y a ambos se nos olvidó usar el globito de fiesta. Dicen que sin globito no hay fiesta pero la hubo, creéme". Juro que quedé traumado de por vida cuando me dijo eso.— dice mirando en un punto fijo.

Yo me río sin poder evitarlo y él me mira mal.

—No me mires así.— digo levantando las manos inocentemente.—Es gracioso cómo se expresó tu mamá.

Pone los ojos en blanco y sonríe.

Se ve tierno.

—¿Y tu perrito? Me dijiste que tenías uno.— digo tomando un sorbo de agua.

—No tengo ningún perrito, era una excusa para que vinieras a mi casa.— dice riéndose.

Abro mi boca indignada y llevo una mano a mi pecho.

—Me siento estafada.

Él ríe y yo me levanto del asiento.

—Sebastián, tengo que ir al hospital. No puedo quedarme más tiempo. Te agradezco la pequeña estadía y el desayuno, que estaba riquísimo, pero tengo que irme.

Él se levanta y me sigue para después agarrarme la mano.

—Quedate un rato más. Entiendo que no estás en la mejor semana de tu vida pero la estoy pasando bien con vos.—me agarra las dos manos y me mira.—No quiero que te vayas... no ahora.

—Sebastián, me tengo que ir.

—Por lo menos dejame hacer esto.— y sin darme tiempo a reaccionar, me besa.

¿Debería alejarlo? Sí.

¿Esto está mal? Sí.

¿Se siente bien? Sí.

¿Lo quiero alejar? No.

Apoya sus manos en mi cintura y yo jugueteo con su pelo, lo tiro un poco para acercarlo más a mí y él gruñe. Nos seguimos besando durante un buen rato hasta que parte de mí toma conciencia de lo que pasa y me separo de él.

—Esto es exactamente lo que quería que pasara.— dice Sebastian sonriendo.

—¿Qué? ¿Besarme?.— pregunto incrédula.

—Conquistarte.—sonríe de lado y junta su frente con la mía.—Tenía que conquistarte porque... me gustas, y mucho.



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En el texto hay: contrato, empresa, jefe secretaria

Editado: 20.04.2021

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