Él es mi Jefe

Capítulo 32: Reencuentro

[Sebastián]

Esto tiene que ser una broma. Por favor, espero estar viendo un fantasma.

—¿Ustedes dos se conocen?.— pregunta Malena confundida.

Hago el amago de hablar pero no puedo emitir palabra.

¡Estoy viendo a mi ex suegro!

Creo que me bajó la presión.

Que alguien me pellizque.

—Sebastián... hace mucho tiempo que no te veía.— dice él con una sonrisa melancólica.

Trato de sonreírle devuelta pero me sale una mueca.

—¿Qué está haciendo acá?.— le pregunto lo más amable posible.

—Reencuentro de padre e hija.— sonríe mirando a Malena y después la abraza. Ella se ve algo incómoda pero igual deja que la abrace.

Yo me sorprendo un poco pero muy en el fondo lo sabía, solamente que no quería creerlo.

Así que a eso se refería mi papá con que Malena era importante y la solución a todos nuestros problemas.

Dios, no puedo creer que Malena sea la hermana de la mujer que más amé en toda mi vida.

En Argentina, el apellido Rodríguez es muy común, entonces deseaba que fuera una casualidad, pero no.

Mi papá sabía esto, por eso quería que la contrate con tanta urgencia. Algo se trae entre manos y estoy seguro que mi mamá lo sabe.

—¿Y vos qué hacés acá?.— me pregunta Paul con el ceño fruncido.

—Vine a hablar con Malena, es mi secretaria.— digo con una sonrisa.

Ella me mira ingenua y yo la miro con cara de que me ayude. Frunce el ceño y rueda sus ojos.

—¿Necesitaba algo, jefe?.— pregunta con una sonrisa muy fingida.

—Necesitaba hablar con usted en privado, señorita Rodríguez.

Suspira y asiente.

—Ahora vuelvo, papá.

—Sí vayan tranquilos, yo voy a ver qué hay en la tele.— nos sonríe y se sienta en el sillón.

Malena me guía a una habitación y cierra la puerta.

—¿Qué quiere?.— pregunta cansada.

Yo miro su habitación y sonrío. Es bastante linda como para vivir en un edificio como este. Tiene un colchón de dos plazas cubierto con unas sábanas de flores, un placard y un mueble con espejo donde tiene todas las cosas que una mujer como ella necesita.

Dejo de mirar la pieza y me concentro en el motivo por el que vine acá.

—Quiero que te cases conmigo...—miro a Malena y saco de mi bolsillo una cajita que contiene el anillo.—... y esta vez es en serio.

Me arrodillo y abro la caja ante su mirada. Malena abre demasiado los ojos al ver el anillo, porque sí, es hermoso. Tiene un diamante corte princesa y más diamantes a sus costados.



Admito que no salió nada barato pero ella lo vale.

—Sebastián...

—Te amo, no me importa lo que piensen los demás, no me importa nadie más que vos en este momento.—intento hacer un lindo discurso para que acepte, pero esta chica es muy complicada de conquistar.—Hace mucho tiempo que no me sentía así, soy como un adolescente que gusta de la chica que no le da bola pero que hace hasta lo imposible para estar con ella. Con vos me siento bien, especial, contento y enamorado. Por favor, casate conmigo.

Malena suspira y hace que me levante del piso. Se sienta en la cama y yo imito su acción con una sonrisa.

—No me puedo casar con usted por tres razones. Primero: no siento lo que usted siente por mí. Segundo: esto no es correcto, porque para mí sigue siendo mi jefe y yo su secretaria a pesar de todo. Tercero: ya tengo muchas cosas con las que lidiar en mi vida, no quiero sumarle una más.— dice enumerando con sus dedos.

—Yo no sería un problema para vos, yo sería el apoyo que necesitas.— digo agarrando su mano.

—¿Por qué me está pidiendo matrimonio?.— pregunta con el ceño fruncido mirando nuestras manos juntas.

Yo la miro sin entender y ella rueda los ojos.

—Lo conozco, y no soy estúpida.

Frunzo el ceño y me la quedo mirando.

Amo cuando actúa de este modo, como desafiándome. Es excitante.

—¿Querés que te diga la verdad?.— pregunto cansado de estar fingiendo absolutamente todo. Puedo contarle una pequeña verdad de por qué estoy haciendo esto.

Ella asiente y me mira curiosa.

—Es por mis padres, ellos quieren verme feliz, enamorado y casado.—le explico.—Nunca en mi vida les presenté una mujer, solamente a Yasmín, estoy seguro que la recordás muy bien...

—Mejor de lo que me gustaría.— me da una sonrisa sarcástica y me hace seña para que continúe.

—Mis papás quieren que tenga la vida perfecta, la mujer perfecta y todo eso.—ruedo los ojos y suspiro.—Hace mucho tiempo no los veo y quiero hacerles creer eso. Es lo menos que puedo hacer por ellos.

Malena me mira desconfiada y yo levanto mis cejas.

—Está bien, hay algo más.—suspiro—Mi papá me amenazó con sacarme la empresa si no conseguía esposa en menos de un año. No puedo permitirlo, Malena. Esa empresa es mi vida, es lo que más quiero en este mundo de mierda y vos lo sabés porque trabajaste ahí conmigo.— ella se levanta de la cama y yo la miro.

—¿Por qué yo?.

Me levanto y me cruzo de brazos.

—Porque es la persona más cercana a mí en estos momentos y porque le tengo mucha confianza, diría que más que a mi hermana.— le confieso.

—No quiero ser su esposa y menos para hacer felices a sus papás.— dice con disgusto.

—Firmemos un contrato.—digo sin pensarlo. Ella me mira como si estuviera loco y yo sonrío.—Podríamos firmar un contrato que tenga reglas acerca de nosotros y nuestras vidas, cosas que podemos y no podemos hacer.

Malena pone sus manos en la cintura y suspira.

—¿Podemos hablar de esto mañana? Hay cosas que necesito pensar.

Yo asiento satisfecho de que por lo menos lo piense y antes de que ella dé un paso, me pongo delante.

—Imagine todas las cosas que usted podría tener estando casada conmigo.—me acerco a su oreja y le susurro—Podría tener todo lo que quisiera de mí. Piénselo.

Me alejo de ella dejándola sin palabras y salgo de la habitación, encontrándome a Paul.

—Es una verdadera casualidad que conozcas a Malena.



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En el texto hay: contrato, empresa, jefe secretaria

Editado: 20.04.2021

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