Eva
—No... no puede ser —chillo mirando el resultado de la prueba de embarazo, tiene que ser un error, un maldito error... Sí, el error fue ir a esa fiesta, yo nunca voy a fiestas. ¿por qué fui? ¿Por qué bebí de más? Nunca tomo alcohol, no sé qué pasó ese día. Grito frustrada sin saber qué hacer, definitivamente un hijo no estaba en mis planes, solo tengo 18 años por Dios, mis padres me van a matar.
—¿Por qué gritas loca? —mi amiga entra a mi habitación, al ver lo que tengo en la mano se queda de piedra. —¿Qué es eso?
—Un caramelo, ¿qué no ves? —bufa, yo estoy que lloro. —Estoy embarazada Sofía —mi amiga suelta una estruendosa carcajada como si le causara gracia, ¿de qué demonios se ríe?
—Deja las bromas, te llamas Eva, no María y no creo que en este siglo el espíritu santo embarace gente —resoplo —Eva, las vírgenes no salen embarazadas.
—No soy virgen —alza una ceja, vuelve a reír sin creerme, claro, es difícil creer esto de la nerd del grupo, la chica tímida que nunca ha tenido novio con 18 años —me acosté con un hombre en la fiesta de tu cumpleaños —agrego rápido —bueno, no nos acostamos, ya que fue en el baño del club pero
—¿Perdiste la virginidad en un baño? —siento el rubor cubrir mis mejillas, ¡qué vergüenza! —Estoy orgullosa de ti, Eva —pongo los ojos en blanco.
—¿No me escuchas? —termino gritándole —estoy embarazada, soy soltera, no sé ni siquiera su nombre y tengo 18 años.
—Aborta —dice como si nada comenzando a recoger sus cosas, me quedo estupefacta mirándola y bueno, la idea no parece tan mala.
El problema es que nunca he sido una persona insensible, los meses pasan y a medida que lo hacen amo más la vida que llevo dentro, y bueno, el apoyo de mis padres fue el mejor, no me juzgaron, si me dieron un sermón enorme al principio, pero luego también comenzaron a amar a su nieto y más cuando este nació, tomarlo en mis brazos fue como conocer realmente al amor de mi vida, no podía dejar de sonreír a pesar de los dolores que tenía, el pequeño se convirtió en mi vida, mi todo, creció rodeado de amor y aunque me propuse encontrar a su padre, nunca más volví a verlo.
Los años pasaron demasiado rápido y cada año era más feliz que el anterior, mi pequeño reía, hablaba y jugaba y tan solo eso me hacía la persona más feliz del universo. Lo único malo era cada vez que hacía esa pregunta:¿Quién es mi papá? o quiero conocer a mi papá.
—Caleb —lo llamo, sigue corriendo mi pequeño de casi cinco años —Caleb espera —grito, pero este cae al suelo luego de chocar con un hombre, no miro al sujeto, simplemente voy corriendo hacia mi hijo a ver si se hizo daño, cosa que no parece porque está riendo.
—Mamá me he caído —ruedo los ojos, eso ya lo vi.
—Te dije que no corrieras Caleb —él ríe —los helados no se van a acabar.
—Fue mi culpa —me tenso al escuchar esa voz, jamás la olvidaría, levanto la mirada justo para encontrarme con esos ojos azules iguales a los de mi hijo, cinco años buscándolo y aquí está en un parque frente a la escuela de mi hijo, él frunce el ceño al mirarme, ¿me reconocerá? No lo sé, pero yo nunca lo olvidé. Recuerdo sus palabras bonitas y seductoras, la forma de tocarme, sus labios en mi piel, sus manos, sus besos, recuerdo todo.
—Es verdad, mamá, fue su culpa —dice Caleb riendo para luego salir corriendo hacia los helados, yo me levanto y quedo frente al mismo hombre con el cual perdí mi virginidad años antes, el padre de mi hijo.
—Tu... tu —las palabras no salen de mi boca.
—Siento lo de tu hijo, permiso —intenta irse, sujeto su brazo y hago que se voltee, queda desconcertado mirándome, debo decirle, claro que sí, Caleb pregunta por su padre todos los días desde que sabe hablar, él merece un padre y prometí que lo encontraría, aquí está, frente a mí.
—Debemos hablar —él ríe.
—Lo siento señorita, pero no la conozco, creo que se confundió —da la vuelta para echar a andar.
—Hace cinco años nos conocimos —detiene sus pasos —en un club —murmuro lo último, él voltea a verme y luego solo se echa a reír, su forma de reír es igual a la de mi hijo.
—Señorita
—Eva, ese es mi nombre —tensa su mandíbula.
—Eva —su nombre saliendo de mis labios causa un escalofrío a todo mi cuerpo —¿crees que recuerdo a cada chica que conozco en cada club al que voy? —sus palabras son como un balde de agua fría —no, no lo hago, y menos a una que conocí según usted hace cinco años, entiendo que no me olvidara —sonríe, maldito engreído —pero por favor, no repito cosas del pasado.
—Ves a ese pequeño de ahí —señalo a mi hijo, él ni siquiera se digna a mirar, Caleb está detrás de otros niños esperando llegar hasta el helado mientras mueve sus manos.
—Es muy bajito —dice el desconocido —debería ir a alcanzarle el helado —añade para luego voltearse, pero no, no quiero decirle nada, es un engreído, solo que hice una ridícula promesa a mi hijo.
—No te conozco —se detiene cuando hablo —y no me interesa hacerlo, ni siquiera sé tu nombre, pero... tenemos un hijo juntos —digo lo último casi en un susurro, él voltea a verme, luego mira a Caleb, ¿acaso no ve que es su copia exacta?
—¿Qué dijiste?
—Que tenemos un hijo juntos.