1 año después:
Cédric
Artur y yo llegamos al enorme estadio, hemos llegado muy temprano como presentía, hay pocas personas acá, tomo asiento y mi primo comienza a caminar por el campo y a conversar con otras personas, yo no me intereso por eso, no vine a hacer amigos, ni siquiera quería venir, pero mi padre insistió demasiado, según él se verá estupendo que nuestra empresa patrocine a dos o tres niños de estos que vienen a jugar fútbol, escogeremos a los mejores, claro está y estos tendrán su vida resuelta, yo lo veo como una tontería y sé que él también, pero solo quiere salir en las revistas como el hombre que ayuda a los pobres niños a cumplir su sueño, miro hacia el campo cuando se escuchan gritos, niños, no los soporto, gritan mucho, hacen demasiado ruido y solo logran que mi cabeza duela, pero en fin, todo por hacer feliz al gran hombre Álvaro Greyson, futuro gobernador y dueño de la cadena de joyerías más importante del mundo y claro, ahora, comenzará a ayudar a los pobres.
—Señor Greyson —un hombre se me acerca y me pongo de pie —es un placer tenerlo acá, el pueblo está feliz, disfrutaremos de estos partidos gracias a ustedes —palmea mi hombro, yo me alejo un poco, no me gusta que me toquen mucho.
—No es nada señor
—Martín —dice sonriendo —Andrew Martín, entrenador de estos preciosos niños —señala hacia un grupo de enanos que juegan con una pelota.
—¿Qué edad tienen? —me intereso al ver a uno bastante bajo.
—Entre seis y siete años, pero tienen todo un futuro, son
—Niños...
—Estrellas —él sonríe —son buenos y ponen todo para estar aquí, se lo toman en serio —asiento haciendo un mohín, solo están tirándose un balón y jugando.
—Bien, estaré aquí buscando al mejor de todos —vuelvo a mi asiento, el hombre al ver que no quiero seguir hablando se larga con los críos, busco mi móvil, Artur ha desaparecido y tengo varios mensajes de Ania, mi preciosa, pero insoportable novia, es tóxica y si no le respondo me llena de mensajes tontos y cursis, si llevo tres meses soportándola solo es porque definitivamente es buena en lo que hace, en lo único que es buena es en la cama cabe recalcar.
—Mira —Artur se sienta y señala a un grupo —ahí están los padres.
—¿Te parece que me interesa?
—A ti no, pero a ellos si Cédric, pon buena cara.
—Es un fastidio estar aquí —bufo
—Señor Greyson —levanto el rostro para mirar a la esposa del actual gobernador —no me creía cuando me lo dijeron.
—Marian —la saludo educadamente y me levanto —bueno, ya ves que los rumores son ciertos.
—Lamento mucho lo de tu hermano —dice haciéndome sentir una opresión en el pecho, yo también lo lamento, pero no solo eso, sino el haber perdido todos mis recuerdos junto con él.
—Ya fue hace un año —digo con voz neutra.
—Sí, pero no te había visto y dado mis condolencias —no ruedo los ojos por educación —Dicen que perdiste totalmente la memoria en el accidente, ¿eso es cierto?
—No sabía que había pasado a ser periodista o es que solo le gusta el chisme? —la señora se pone roja como un tomate, mi primo carraspea —el partido ya va a comenzar, si me disculpas —tomo asiento otra vez y a ella no le queda más remedio que irse.
Hace un año mi hermano gemelo y yo tuvimos un accidente, yo perdí todos mis recuerdos, ni siquiera recordaba mi nombre o quien era cuando desperté del coma, poco a poco mis padres me explicaron todo, fui conociéndolos y conociéndome a mí, no sabía nada, según el médico iba a recordar lentamente, pero de eso hace un año ya y no recuerdo nada de mi vida antes de ese accidente, al menos estoy vivo, mi hermano perdió la vida en ese accidente aunque hubiera preferido morir, es difícil ir por la vida sin saber que te gustaba antes o quien eras, es difícil cuando alguien te llama por tu nombre y tú no lo reconoces, es horrible tener la sensación de que algo importante te falta y no puedes llenar el vacío con nada, así me siento desde entonces, vacío.
—Mira a aquel —mi primo señala a un chico, el bajito que vi antes, es bueno, rápido, ágil y termina haciendo un gol, el niño ríe y corre por todos lados, es imposible no sonreír con los gestos que hace, al parecer le dedica el gol a alguien, pero por más que miro, no logro encontrar a quien.
—Ese —le digo a mi primo —vamos a ayudar a ese a ser un gran futbolista —agrego —quiero que no le falte nada y claro, empezaremos buscando un mejor entrenador, el que tiene me cae pésimo —me levanto y me acerco más al campo para mirar mejor el juego, ahora si me siento interesado y más cuando el chico hace otro gol, me saca más de una sonrisa a medida que el partido continúa, parece en verdad tomarse el juego en serio, debe ser él, será el escogido, es perfecto y tiene mucho potencial.
El partido acaba y camino hacia el grupo de niños, yo solo voy con la vista fija en uno que al voltear se queda paralizado al verme como si... trago en seco, ¿me conoce? Sus ojos se abren, su boca suelta un jadeo y veo como esos ojos azules se llenan de lágrimas, el chico corre hacia mí y se abraza de mis piernas, no sé qué hacer ni cómo actuar, mi primo frunce el ceño.
—¡Papá! —grita la palabra en alto llamando la atención de todos, yo niego y lo separo de mí
—Chico...
—Eres tú —vuelve a decir riendo —sabía que no me ibas a dejar de nuevo —¿de qué habla?, vuelve a abrazarme y ahora soy yo el paralizado.
—Niño, yo no soy tu papá.
—Claro que sí —me abraza más fuerte las piernas —no te he olvidado y sabía que estabas vivo —levanta el rostro y me mira, lágrimas corren por sus mejillas.
—Caleb —esa voz hace que levante el rostro, la chica frente a mí me mira, sus ojos conectan con los míos y al igual que su hijo se queda quieta sin mover un músculo y parece querer llorar, da un paso hacia mí, pero se detiene.
—Mamá —el niño la mira, pero ella sigue mirándome, ¿la conozco? No lo sé, pero mi corazón se ha descontrolado —él es mi papá —dice con convicción, ella entonces parece recapacitar y mira al niño, se coloca a su altura.