El escudero leal (el viaje del caballero)

Epilogo

Llegaban a Torre la Doncella, oficialmente estaban casados, lord Walter bajo de su caballo e hizo gesto amable y se despidió; Cletus bajo de su montura: —mi lady— hizo una reverencia y añadió—sir, espero que ambos la paséis bien. 

Milton y Lynette estaban aún encima del caballo en la entrada a la torre. Milton bajo primero y ayudo a bajar a Lynette. Ambos entraron lado a lado, nerviosos evitando el contacto directo. El clima estaba agradable; hacia unas horas que habían dejado de llover y se sentía el olor a barro. Una vez en la fortaleza, Lynette lo guió hacia su aposento, era una estancia grande al menos para Milton, al entrar el se sentó en el sillón y espero no tenía idea que hacer. Lynette paso tras el vestidor, se quito la capa, y quedo con el camisón, lavo su rostro en el balde; se dirigió a la cama. miro desde el otro de la habitación y comentó: —puedes venir a la cama —al verlo nervioso, sonrió y añadió —si quieres, claro. Milton no se decidía, tenía que ir, o aún era muy pronto, ella se recostó entre las almohadas y luego de unos minutos de un incómodo silencio, señalo la parte de la cama libre a su lado y sugirió: 

—ven —cruzo las piernas y sonrió.

Milton se decidió, fue lentamente, se sentó en la punta de la cama y se deshizo de sus botas; Lynette se abalanzo por detrás y le dijo: —también quítate el chaleco —lo ayudo— «tiene las manos cálidas, —pensó Milton— mientras ella le quitaba su chaleco y camisa.» 

—ven, recuéstate conmigo —le dijo, Milton fue y se coloco lado a ella en la cama.

—¿Puedo abrazarte? —preguntó ella.

—Claro —dijo Milton, subió sus brazos y ella lo cubrió con un abrazo. Lynette apoyó su cabeza en el pecho de Milton. Lo miró y dijo: —Sabes, podría quedarme así todo el día —sonrió y añadió—. Eres muy cómodo. Pasaron un largo momento sin hablar, abrazados bajo las mantas. Finalmente, Lynette rompió el silencio:

—¿Sigues nervioso? 

—Algo —respondió él.

—Yo te ayudaré, ahora soy tu esposa. Lynette se levantó de la cama y dijo: 

—Ven —lo ayudó a salir.

Se volvió hacia el, quedando de espaldas y sugirió: —Ayúdame con los cordones.

Milton obedeció, sus manos sudaban mientras desataba los cordones del camisón. Al terminar, dijo: —Ya está.

Lynette se dio vuelta y dejó caer el camisón, quedando desnuda. Milton la miro en silencio, impresionado. Ella, nerviosa, sonrió y dijo:

 —Di algo —Avergonzada, se cubrió con sus manos.

—Eres... eres hermosa —contestó él.

Lynette se descubrió, tomó una de sus manos y la dirigió a su pecho: 

—Puedes tocarme —dijo. Tras unos segundos, preguntó: —¿Te gusta?

—Sí —dijo Milton. Sin previo aviso, le tocó el otro seno y se fue acercando a ella. Lynette sonrió, se dio cuenta que él se estaba soltando. Ella se acercó, lo rodeó con sus brazos y se pegó a él, lo dirigió a la cama y lo empujó suavemente sobre ella. Se colocó encima, a horcajadas, y lo besó, subiendo desde su cuello hasta sus labios: —Yo te enseñaré —decía entre beso y beso, —yo te enseñaré. Milton, recostado, comenzó a acariciarla lentamente. Tomó su trasero mientras ella lo besaba y rápidamente, la giró, dejándola abajo: 

—Eres hermosa —dijo—, «Todo lo que ella le hizo, el se lo estaba haciendo.»

La besó en el cuello, luego la clavícula, y llegó a sus senos, dedicándoles tiempo con besos y suaves succiones: —Me encantan ellas también, —decía mientras succionaba y las besaba. Lynette comenzó a emitir suaves gemidos, luego bajo y beso su vientre.

Cuando Milton quiso subir de nuevo, Lynette lo detuvo: —No, sigue bajando —dijo, empujando suavemente su cabeza hacia abajo.

Milton continuó bajando, besando su vientre lentamente; al llegar a su pubis, «noto su pelo rojizo, de la misma manera que su cabellera, le pareció curioso.» Lynette le dijo: —Bésame ahí también. —Él obedeció, sintiendo una extraña y agradable sensación al hacerlo, «estaba tan duro, como ella excitada.»

Milton le pregunto: —¿Te gusta?, 

Ella asintió, «estaba agitaba, sujetaba a Milton de la cabeza con sus manos, parecía que lo guiaba,» preguntó: —¿A ti no te gusta?

—A mí también me gusta —dijo Milton, sonriendo.

—Entonces sigue —le pidió ella. 

Luego de un rato las lecciones de Lynette tuvieron que seguir bajo las mantas, había comenzado hacer frió. Abrazados y dándose besos suaves y dulces, Lynete le dijo: —Debemos cumplir con nuestro deber, ¿no? —.

—Claro —Milton la besó y se quitó sus pantalones bajo las mantas. Pudo notar como su corazón latía, la tomo y la guió a el, se besaron de manera suave y ella lo espero mientras el se introducía en ella delicadamente.

 

                                                   MIENTRAS TANTO EN LA CORTE DE LUTTERHAL...

 

 

Recorrió un largo camino hasta la biblioteca; Lutterhal era un castillo grande, «lo había comenzado a construir el rey Lutter I y lo nombro en su honor, su nieto, el rey Dalmar I, lo terminó.» Estaba en la parte noroeste del reino de los ríos, erigido entre un monte en la costa que daba al mar del oeste y un bosque que era la única forma de llegar al castillo por tierra, además, lo ayudaba como defensa de posible invasiones terrestres. La biblioteca estaba en lo bajo de la torre norte, con vistas a la costa, al reino del norte y al bosque por donde llegaban los visitantes

Jon llegó a la puerta, que estaba custodiada por Sir Ikar, guardia personal del rey Loren I.

«Ikar era un hombre musculoso, ni alto, ni bajo; de pelo negro, ojos marrones y barba corta color marrón. tenia varios dientes partidos por la lucha, pero era leal al Rey mas que nadie.»

—Sir, —se presentó Jon, mirando al caballero que aguardaba a su rey mientras leía— debo hablar con su majestad. Traigo noticias. El caballero lo miró de reojo, sonrió y abrió la puerta, dejándolo pasar.—Lord Dudley, su majestad se enojará, pero será asunto suyo —dijo sonriendo.




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