El espectro de Samhain y la dama de los túmulos

Capítulo III

 

—¡No quiero ir a ese internado! —gritaba Clarisse con todas sus fuerzas.   Ahora que ella tenía 10 años y había sido educada en casa gran parte de su vida, de repente su padre comenzó a insistir en que debía de conocer a nuevos amigos y maestros.

 ¿En qué estaba pensando su padre y que era lo que tramaba?  ¿Se había cansado de ella y ahora quería abandonarla? No era la hija mejor portada del barrio (ese título se lo había ganado Sophia hace mucho tiempo) pero tampoco era grosera o desobediente con su padre. Procuraba obedecer y no ocasionar disgustos innecesarios para su ocupada vida, inclusive en una ocasión intentó aprender a cocinar por ella misma, aunque no era muy talentosa en el ámbito culinario. Ella era la encargada de las ensaladas y aderezos, pero se aventuró un día a preparar una sopa de zanahorias por su cuenta. Los resultados no fueron tan buenos y tuvo que servirle a su padre con mucho pesar una bazofia salada. 

De ninguna manera, ¿su padre ahora quería vengarse de su torpeza doméstica? 

Ignorando todos los pensamientos de Clary, Valerian se quedó aturdido no solo porque los tímpanos le dolían por la rabieta de su hija, sino por su comportamiento. No era propio de ella enojarse a tal magnitud, especialmente con su amado padre a quien siempre le decía “La persona que más quiero en todo el mundo”.  Estaba haciendo este cambio por el bien de su hija por más que le doliera separarse de ella, no quería ser egoísta y arrepentirse después por perderla como a su madre…

Iba a tranquilizarla para que no tuviera miedo de irse lejos de su hogar.  Si no lo hacía las cosas serían peores para ella, no estaría más segura con él por más tiempo. Clary debía aprender a defenderse a sí misma y a luchar por sus propios ideales. 

—El internado Leoba es un lugar muy seguro y conozco bien a las maestras. También a la directora quien es la madre superiora y a la hermana Blandine. 

—¡Pero es muy peligroso me maltrataran! ¿Has leído el cuarto capítulo de Jane Eyre, cuando vivía en esa horrible escuela llamada Lowood?

Vivir en un internado debía ser horrible, sobre todo cuando ella había escuchado los rumores de que en el internado católico en el que estudió la hermana mayor de Noura.  En el obligaban a las mujeres a usar un corsé cada vez más ceñido para rebajar tallas de cintura. Layla no soportó este maltrato, se desmayó varias veces por hambre y fatiga.  Afortunadamente sus padres se dieron cuenta de la situación. 

—Debí regalarte ese libro cuando fueras mayor, es un buen momento para donarlo a la biblioteca pública y comprarte un libro más apropiado…  Me parece que la relación entre Jane y el señor Rochester es muy compleja para que puedas entenderla.

—¡Nooo! Me está gustando mucho ese libro y todavía no lo termino. 

—Lo siento señorita, pero lo tendré que confiscar. Te daré a cambio el libro de Alicia a través del espejo que tanto querías y cuando seas un poco más grande quien sabe tal vez pueda darte otro libro como compensación. 

Clary suspiró con resignación y clavó la mirada en sus zapatos rosados de tacón bajo.  Sus espesos rizos rubios ocultaban casi toda su cara, era muy complicado cepillar su indomable cabello. «Aunque siempre le he cortado el cabello por encima de los hombros y justo debajo del mentón.  ¿Cómo es que Aine podía trenzar su largo cabello?» pensó su padre.

Con el desánimo que tenía le recordó a un crisantemo amarillo con los pétalos agostados por el sol.  Su propio pensamiento le trajo reminiscencias de las comparaciones que le decía Aine sobre su cabello rubio.  

—Tu cabello me recuerda a las caléndulas que crecen al pie de mi balcón, creo que por eso me haces sentir como si estuviera en casa de nuevo —decía siempre que se recargaba en su hombro.   De alguna manera la esperanza de volverla a ver de nuevo para que volviese a ver a Clary, se había convertido en su motivo para seguir viviendo.

Sonrió con cariño a su hija, palmeando su cabeza y despeinando su cabello.

—Al igual que me asegure que de los libros que leas sean apropiados para tu edad, me asegure de que la escuela no fuera como esa ¿te he contado que cuando yo era joven solía ser un seminarista? 

Clarisse alzó la cabeza haciendo su característico mohín de niña contrariada.

—Papá, aún eres joven. Los padres de mis amigos son mucho mayores que tú.

 Él seguía siendo bastante joven para tener una hija de su edad y además de eso era considerado atractivo por la mayoría de las mujeres jóvenes tanto por su físico como por su personalidad.  Inclusive descubrió que Sophia y Noura tenían por amor platónico a su padre; pero lo peor es que las mujeres en edad “casadera” trataban de ganarse primero su cariño con regalos para quitarla del camino y seducir a su padre. Como esa tal Lucille que le dio una muñeca (¡Ya no le gustaban las muñecas!) que terminó por regalarle a la señorita Nicoletta quien la recibió con mucho gusto para ampliar su colección.  Aún seguía corriendo tras su padre diciéndole que no se molestará en ser respetuoso con ella y que la llamará “Lucy” mientras reía tontamente agitando su abanico.  A veces no sabía si su padre era tonto o fingía no saber nada para evitarse problemas...

—Hace mucho tiempo que no escuchaba un halago tuyo, princesa. Por cierto, me encontré a la señorita Lucille Cochran y te envío saludos… ¿Por qué esa cara larga?




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