El espectro de Samhain y la dama de los túmulos

Capítulo X

La niña y el forastero anduvieron caminando por un largo trecho hacia el hogar temporal del desconocido. Aunque ella había accedido a acompañar al viejo camarada de su padre, seguía reacia a confiar en él y permanecía en guardia. En la mente de Clarisse se repetía mil y una veces la moraleja del cuento que su padre se empeñaba en leerle en cada oportunidad que podía: "Niñas, esto parece decir, Nunca te detengas en tu camino, Nunca confíes en un amigo extraño; Nadie sabe cómo terminará. Así como eres bonita, sé sabia; los lobos pueden acechar de cualquier forma. Pueden ser guapos y amables, alegres y encantadores, ¡no importa! Ahora, como entonces, es una simple verdad ¡La lengua más dulce tiene el diente más afilado!" Lo miró de soslayo, apenas con disimulo ya que aquel hombre se giró de inmediato y sus ojos se encontraron por un rato. Sus labios se crisparon incómodamente y carraspeó.

—¿Sucede algo?

—No —respondió Clarisse a secas.

—Menos mal, ¿te molesta si quiero silbar un poco?

—Como si me importara, ¿cuánto falta para llegar?

—¡Oh, ¡qué curioso! Y yo creía que nos llevábamos mejor.

—Que iluso.

«No le puedes ganar a los adolescentes en una discusión, lección aprendida» dijo para sus adentros el hombre con desgana.

—Hagamos las paces, me presentaré de forma adecuada esta vez. Me llamó Lynn. Lynn Waterhouse.

—Vaya. Suena como el nombre de una mujer.

Frunció el entrecejo luciendo muy ofendido.

—¡Soy hombre de pies a cabeza!, no es mi culpa que ahora esté en desuso. ¡Qué complicados son los niños!, menos mal que estoy soltero.

—Pobrecito.

—¡No necesito la lastima de una niña! Para tu información, señorita, soy muy popular entre las damas. Ellas me encuentran encantador y quién soy para contradecirlas. Las mujeres son sinceras, y más las de nuestra clase.

—¿Enserio? pues a mí me parece que eres un mujeriego.

—N-no me mires así, ¡No lo soy! Si lo fuera, no.... si fuera más afortunado todo fuera más fácil. Mi amada desearía bailar conmigo hasta el amanecer mientras la estrechó en mis brazos....

—¿Ella te rechazó?

—Será mejor dejar de hablar de eso. Al fin llegamos —dijo deteniéndose en una ribera. En aquel momento pudo al fin contemplar que la casa era una cabaña cubierta de enredaderas y hiedra, que parecía fusionada con el tronco de un imponente árbol de sauce que crecía junto al río.

—Es una casa muy bonita en verdad, como la de un cuento de hadas.

—No te quedes ahí parada, ¿entrarás a mi salón?

Tal vez fue mala idea que el señor Waterhouse citará La araña y la mosca de Mary Howitt porque Clarisse dudó de nuevo en pasar adentro de la cabaña.

—¿Tienes miedo? No te haré daño, en todo caso soy yo quien debe tener miedo, porque te invité.

—¡Espera! Antes he de decir que mi nombre es Clarisse Orlaith Baudelaire. Baudelaire como el poeta maldito. Ahora ya nos conocemos señor Waterhouse.

—Entonces te diré mi secreto, señorita Baudelaire. No soy un humano como pudiste precisar hace un momento, soy un espíritu de agua masculino, es difícil de creer, pero existimos. Solía ser un niño humano pero luego morí y me convertí en un majestuoso ser de la naturaleza, en pocas palabras como ustedes dicen, evolucione o me adapte, da igual.

—Un espíritu de agua como Ondina... Era el libro favorito de mi madre.

—Un gran detalle considerando que yo le recomendé ese libro.

—Ahora sé porque, ¿eres un Kelpie?

—No soy un Kelpie, ¿acaso ves que tengo cara de caballo?

—Pero ellos pueden cambiar a voluntad, ¿no?.

—Yo también puedo hacerlo, pero no me gusta, es de mal gusto engañar, no es mi estilo.

—Entonces si moriste tan joven, ¿por que te ves de la edad de mi papá?

—Siguiente pregunta. No me mires así. Créeme, si fueras tan viejo como yo no te gustaría estar atrapado en el cuerpo de un mocoso por siempre. Mi edad mental me obliga a utilizar un poco de glamour.

—No lo había pensado.

—¡Claro que no! Eres igual de impulsiva que tu padre, cielos no sé qué fue lo que vio tu madre en él.

—¡De mi padre no vuelvas a hablar así!

—Demonios eres igual de aterradora que tu madre, hasta se me puso la piel de gallina. Ni siquiera sabía que eso era posible.

—¡Deja de hablar sobre ella!

—Pobrecilla heredaste lo peor del carácter de tus padres, no te preocupes soy igual que tú.

—¿Qué quieres decir?

—Cuando yo era joven morí durante una inundación cerca del lago Bassenthwaite, pero mi espíritu quedó atado ahí mismo ya que no estaba bautizado y también por un trato que había hecho mi familia. Mi padre era pescador, y como nací muy enfermo, mamá hizo un trato con las Gwragedd Annwn, (que son parientes de las Nixies o Rusalkas de otros lugares); les prometió hacer ofrendas en su honor, que les daría una fracción de su pesca diaria. Pero con el tiempo no fue suficiente y ellas desearon tenerme entre ellas. Decían que cómo habían usado su magia para sanarme era parte de su gente por lo que tarde o temprano regresaría al lago.

—¿Todo sucedió porque no estabas bautizado?

—Aparentemente. No entiendo cómo es que te suceden cosas tan malas solo porque no te remojan en agua cuando naces, de todos modos, en mi caso terminé en ella para siempre.

—¿Y qué tiene que ver esto conmigo?

—Porque sentirás pronto el llamado y no podrás hacer nada para evitarlo. Pero no tiene que ser algo malo, pero por supuesto solo eres parcialmente humana tal y como yo en un principio.

—No... yo no creo esas tonterías del destino. Los humanos tenemos libre albedrío, no somos simples marionetas.

—En verdad es así, Dios nos otorga un destino desde que nacemos, pero nosotros elegimos tomarlo o no. Te estaba probando y estoy gratamente satisfecho con tu respuesta.

Clarisse se removió incómoda en la silla de madera, Lynn Waterhouse sacó de su anaquel varios tarros: uno de miel, otro de leche y otro que parecía ser jugo de arándano, pero lo apartó de inmediato. También un plato con bollos y fresas, todo lucía muy apetitoso.




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