El espectro de Samhain y la dama de los túmulos

Capítulo XVIII

—¿Sabes, niño? Esta situación no era la que me imaginaba cuando hipotéticamente pensaba en la posibilidad de quedar atrapado en la lluvia con alguien en una cueva. No es que me moleste tu compañía, pero preferiría estar con una mujer...

La mirada del niño se ensombreció y lo miró con desagrado.

—Eso es repugnante.

—¡No me juzgues! Tal vez no fue buena idea leer las novelas de Jane Austen de mi tía anoche. Pero la extraño y eso me hace sentir que está conmigo, aunque esté en California; Inglaterra y Estados Unidos están tan lejos.

Su expresión se suavizó de forma paulatina y la tensión de sus hombros disminuyó. Sin embargo, seguía manteniendo cierta distancia entre ellos.

—¿Vives en Inglaterra? —preguntó con notable interés.

Jian sonrió de nuevo.

—Llevo casi toda mi vida allí, vivo en Pennyfields con mi abuela. Tenemos una tienda de té, se supone que debería estar solo (ya que soy hombre) con las leyes y eso... da igual si incluso a las autoridades les gusta nuestra mercancía.

—¿Me estás diciendo que vives aquí mismo en Pennyfields, y que tu abuela vive de forma clandestina porque tiene una famosa tienda de té?

—Supongo que la policía también se hace de la vista gorda porque ya es una anciana. No es joven ni tiene pretendientes. Tú lo dijiste, no tienes más opción que permanecer conmigo. No debe haber confidencias entre nosotros, ya que me dijiste cosas muy personales, yo también debo hacerlo.

—¿Y ahora qué me contarás incluso de tus amoríos? —soltó sarcásticamente.

—Si lo consideras necesario... no veo por qué negarme. Aunque te sorprenderá la falta de ellos, me temo que no hay nada relevante que decir. Mi vida es algo aburrida.

—Creí que tenías una prometida o algo así.

—Quizá te sorprenda que a mi edad no esté casado o comprometido. Es decir, tuve numerosas propuestas, pero al final todas las mujeres se echaban para atrás. No es muy agradable descubrir que tu posible pretendiente vive en un lugar donde no se permite el ingreso de mujeres chinas.

—Pero hay alguien, ¿no es así?

—Sí... Ella no es china ni tampoco occidental. Es india, para ser más exactos, me da igual que digan que su país pertenece al imperio británico, ella no es ningún "aborigen".

—Si no sales de tu casa, ¿cómo se supone que la conociste?

—Excelente pregunta. Ella es la doncella de mi familia, la que se encarga de mi cuidado personal. Somos casi de la misma edad, ella empezó a trabajar en mi casa hace 2 años. Probablemente justo ahora me esté cuidando mientras duermo.

—Eso es perturbador.

—Shakuntala no es ningún bicho raro.

—Si tú lo dices, ese nombre me resulta familiar. Mi papá tenía un libro de un poeta llamado Kalidasa.

El anillo de Shakuntala era uno de los poemas favoritos del padre de Dorian y también el de Goethe, al parecer.

—¿Quieres tener la flor de la juventud y el fruto de los años de madurez? ¿Deseas aquello que seduce y exalta junto con lo que sacia y lo provechoso? ¿Quieres el Cielo y la Tierra incluidos en una sola palabra? Pronuncio tu nombre, Shakuntala, y todo queda dicho.

—¿Acabas de recitar todo eso de memoria?

—¿Sorprendido? Obviamente tendría que aprender algo así. Me gusta mucho ese poema, también como la historia de Nala y Damayanti, aunque Shakuntala me diga que solo son tonterías. Ella prefiere leer la historia de Satyakama y ese tipo de fábulas que vienen en los libros como el Panchatantra. No aprecia la corriente del romanticismo, todos esos sentimentalismos no le parecen realistas.

—Ella parece ser una persona sabia y razonable.

—Nunca he conocido a una mujer tan sensata como ella. Tiene un gran nivel de entendimiento y siempre está serena. No recuerdo haberla visto enojarse alguna vez, ni siquiera conmigo.

—Creo que ya estás exagerando, sin embargo, por cómo hablas de ella, parece que has estado enamorado de ella por un largo tiempo.

—¿Cómo es que lo sabes? ¡Se supone que es mi mayor secreto!

—Solamente acabas de confirmar una sospecha. Es demasiado obvia la forma en que hablas de ella. Tu mirada te delata. No creí que fueses alguien fácil de leer.

—De todas maneras, nadie debe saberlo, solo me metería en problemas. Le he contado indirectamente mis sentimientos, me ha rechazado una y otra vez.

—Deberías tener más confianza en ti mismo, ¿cómo podrías saber su respuesta si nunca le has dicho directamente cómo te sientes?

—No es tan sencillo, somos de diferentes países, clases sociales, y yo soy su empleador. Aunque seamos del mismo continente, nuestros países se han envuelto en guerras. ¿No suena como una relación desequilibrada para ti? No tienes idea de cuántas personas han sido acosadas por sus jefes y no han tenido más remedio que aceptar. No puedo imponer mis deseos frente a los de ella.

—El mundo de los adultos es tan complicado.

—Solo aumentaría la distancia entre ella y yo. Estar atada a mí en contra de su propia voluntad no es algo que quiero para ella.




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