—¡Necesitamos ayuda urgente! —musitó Nicoletta.
—Nico, lo ideal sería que Timotheé le explicara... no deberíamos confundirla más.
—¡El pusilánime de tu hermano jamás lo haría! No está dispuesto a decirle la verdad a su propia hija.
—¡Oye, no le llames así! Aunque así sea... no conocemos bien las circunstancias que lo llevaron a ocultarlo todo. Quizás simplemente no quería perder a alguien más.
—Esconder las cosas no cambiará la situación; de hecho, incluso la empeorará. ¿Tienes idea de lo traicionada que debe sentirse ahora mismo?
—Y-yo... lo admito, no estoy listo para manejar esta situación. Nunca creí que llegaría el día en que ella me tuviera miedo. No soporto ver el miedo que todos me tenían reflejado en sus ojos después de que Timotheé me encontrara en el bosque; me siento como un monstruo.
—Oye, no todo es malo, Louvel. No importa cómo luzcas, tú seguirás siendo su tío.
—¿Y si realmente soy una bestia? He tratado durante mucho tiempo de dominar mi forma humana, y aún así pierdo el control ante cualquier arrebato emocional —dijo algo apesadumbrado.
—No seas tonto, nunca nos harías daño. Incluso si lo intentaras, te mantendría a raya. Tengo muchas varas de acónito que no dudaría en usar.
—Eso es demasiado peligroso, te pido que no lo hagas.
—Entonces será mejor que no pierdas la conciencia. Hay que llamar al espíritu que cuidaba de Clary en el Leoba.
—¿Estás bromeando, cierto? ¿Para qué necesitamos que un tipo pomposo y desconocido para ella le explique algo que conocemos bien?
—Bien, para tu información, ese tipo pomposo tiene más cosas en común con Clarisse que con nosotros. Él solía ser humano antes de convertirse en un espíritu del agua; Clary es un híbrido entre humano y hada.
—¿Y cuál es el problema? Nosotros no somos precisamente humanos normales.
—Somos literalmente una bruja y un licántropo; no somos las personas más indicadas para hablar sobre ese tema.
—Bien, tienes un punto.
—Ahora, ¿dónde estaba esa botella?
—Está colgada en tu cinturón, no me parece lo más prudente; podría romperse.
—No pasará nada, coloqué un hechizo de protección y además es mejor tenerla siempre a mano. No me mires así, nunca le hago daño a otros; soy lo que se conoce como una bruja blanca, pero también una bruja verde —dijo mientras vertía el agua en el suelo.
—Solo pienso que deberías usar tus talentos de otra manera y unirte a una orden como yo... no es demasiado tarde para hacer tus sacramentos.
—¿Volverme una monja para ser como tú? Lo siento, no quiero que corten mis alas ni me limiten el conocimiento. En casa me esperan mis experimentos, mis libros y aparatos, tantas cosas que no aprobarían.
—Incluso en las órdenes hay secretos; muchos monjes realizaron cosas distintas a la oración y a la teología. Filosofía, poesía, literatura, ciencia como Mendel , y otros leían textos apócrifos.
—De todos modos, no tengo el perfil para ser una persona religiosa. Soy, en mi propia esencia, una persona blasfema, aunque no hace falta que lo digan todos.
—Nadie en la iglesia es santo; todos somos pecadores.
—Es suficiente, Louvel. No quiero seguir hablando del tema. Tal vez la iglesia te dio todo lo que querías, pero a mí nunca me ha dado nada.
—Pero...
—Todas esas prohibiciones solo estigmatizan a muchas personas —sonrió amargamente.
Él se acercó a ella, dubitativo al principio, pero con firmeza acunó el rostro de la mujer entre sus manos con tanta ternura y delicadeza que ella lo miró sorprendida, con los labios entreabiertos.
—¿Qué estás haciendo? —murmuró ella sin apartarse de su toque.
—Sé que algo te aflige, te hace sufrir en silencio. Y no dices nada.
—No insistas, por favor; si lo haces, te juro que te convertiré en una rana.
Él se rió con suavidad.
—¡No es una broma! Sabes que soy capaz de hacerlo, de lastimar a otros, y aún así, tú...
—Tengo fe en ti; soy muy terco. Sabes que no me rindo tan fácil, además no quiero que cambies todo lo que eres por mí. Solo me gustaría que tuvieras un enfoque diferente en tu vida.
—Eres un tonto, ¿lo sabes? Odio tanto este lado tuyo, tu creencia absurda de que todo puede mejorar... —jadeó entre sollozos.
—Oye, lo siento, no quería hacerte llorar.
Louvel limpió las lágrimas de sus ojos oscuros con sus dedos y ella inclinó su cabeza para que él se acercara más.
—Basta; yo tengo tanto que decir. Más vale que seas paciente porque es una larga historia.
—Te escucho.
—Cuando era niña... yo... —dijo con voz vacilante.
—Está bien, no tienes que decirlo ahora.
—He callado por muchos años; déjame hablar. Solo quiero que alguien me escuche una vez. Por favor.
Se hizo de nuevo el silencio entre ambos.
—Una secta religiosa nos secuestró a mi madre y a mí. Si... no me mires así. Odio esa mirada de lástima en la gente, puedo sentirla. Creíamos que estaban siendo caritativos con la gente marginada como nosotras; por un instante, creí que el mundo no era tan cruel como pensaba —hizo una pausa breve mientras su mente la llevaba de regreso a aquellos días.
—Estaba tan equivocada, fui ingenua, y eso costó la vida de mi madre. Me llevaron a un lugar extraño donde había gente muy pobre, inmigrantes, personas enfermas, con deformidades e incluso un puñado de personas ricas. Eran ancianos abandonados por sus familias, niños huérfanos o ilegítimos, gente desterrada o en bancarrota. De todos modos, ahí me di cuenta de que la clase social no importaba; la muerte nos llega a todos. No existía diferencia entre nosotros.
Nos trataban a todos como basura, nos insultaban todo el día, nos golpeaban y nos dejaban sin comer por días porque el ayuno es sagrado, y mientras más sufriéramos, más cerca de Dios estaríamos. Así fue como perdí la vista del ojo derecho y quedé tuerta.
Los primeros días comenzaron a marcarnos según nuestros pecados, con hierro candente, como al pobre ganado: vagancia, adulterio, sodomía, blasfemia, robo, difamación, embriaguez, falsificación, por alborotador, desertor, esclavo por huir de sus amos...
Louvel apretó los dientes con rabia apenas contenida.
—Y a algunos más nos daban el premio adicional de una cruz por tener creencias diferentes a las de ellos. Después de todo, los gitanos ni siquiera somos ciudadanos de tercera clase —dijo mientras se apartaba el flequillo recto de la frente, revelando una marca escarlata.
—¿No es hermosa esta marca en mi frente? Hubiera deseado que todo terminara, pero pronto comenzaría lo peor. Lo que mal empieza, mal acaba, ¿no? El decimosexto día empezaron las torturas usando todo tipo de métodos empleados por los religiosos desde el inicio de los tiempos hasta la actualidad.
Algunos fueron lapidados, otros crucificados, y mi madre murió quemada en la hoguera. No pude hacer nada, no fui lo suficientemente fuerte. Me salvé por pura casualidad, mi ejecución fue una de las últimas, así que quien ató la cuerda para ahorcarme lo hizo tan mal que sobreviví. La señora Baptiste me encontró debajo de un árbol. Al principio pensó que estaba muerta, como todos, pero vio que seguía moviéndome.
—Nicoletta, ¿le has contado a alguien más sobre esto?
—A nadie más que a ti, pero los demás lo han inferido. A veces, cuando cierro mis ojos, sigo escuchando los gritos de la gente. Los lamentos de unos corderos a punto de ser sacrificados en un altar. "Ustedes son unos mártires, así que irán primero al cielo", decían burlándose de nosotros.
Louvel no pudo oír más, la estrechó entre sus brazos sin importar las protestas de Nicoletta.
—Nico, me duele verte así. Adelante, llora y no reprimas más tu tristeza.
—¿Por qué lloraría aún más de lo que ya lo he hecho? Ya no soy una niña.
Su llanto solo se hizo más fuerte, inconsolable. Nadie le había permitido llorar en mucho tiempo.
—Creí que se acabarían mis lágrimas algún día.
—Está bien, déjalo salir, estás segura conmigo, Nicoletta.
—Ni siquiera me llamo Gemma Nicoletta Ricci, me llamo Donka Veres. Te dije mi apellido hace mucho tiempo, ni siquiera sé si lo recuerdas.
—Por supuesto que lo recuerdo, investigué un poco. Veres significa "rojo", ¿verdad?
—Eso creo, mi madre era de un campamento de Hungría. Se llamaba Irén, y me puso Donka porque así se llamaba una amiga suya. Si usara este nombre ahora, probablemente se burlarían de mí porque suena similar a "asno" en inglés. Es un diminutivo de otro nombre y significa "valiosa". Mi padre era italiano, pero nunca lo conocí, solo sé que se llamaba Vicenzo. Murió antes de que naciera, pero si tenía un hijo, le dijo a mi madre que quería llamarle Niccolò.
—Don-ka —pronunció él sílaba por sílaba, en su boca su nombre sonaba dulce, goteando como la miel en sus labios.
—Cuando llegué a Inglaterra no sabía ni una sola palabra en italiano, solo sabía húngaro y un poco de francés. Pero me acerqué a los barrios italianos para poder sostener mi coartada, entonces me di cuenta de que físicamente me parecía a algunas personas de Calabria.
—Parecías una niña italiana convincente cuando te conocí.
—Ya llevaba varios meses aquí, así que me fijé en sus ademanes y manierismos. Fue fácil imitarlos, sobre todo los gestos con las manos. Lo más difícil fue dominar el idioma y los dialectos...
—Quién lo diría, Donka. No solo eres buena con las plantas, también con los idiomas.
—¿P-por qué me llamas con ese nombre de la nada?
—Es tu verdadero nombre, es parte de ti. Es quien realmente eres.
—No, ella murió aquel día y nació Nicoletta.
—Ambas son parte de ti, Donka. Al igual que el hombre y el lobo dentro de mí.
De repente se escuchó un carraspeo, ambos voltearon al mismo tiempo y vieron a Lynn mirándolos fijamente con mucha incomodidad, con la mitad de su cuerpo emergiendo del diminuto charco formado con tres gotas de agua.
—Lamento si estoy interrumpiendo algo, pero llevo 5 minutos esperando aquí....
—¡Lo siento, soy yo quien debería disculparme! —contestó Donka secando sus lágrimas.
—No se preocupe señorita, tengo todo el tiempo del mundo. Sin embargo no me gusta ser la tercera rueda cuando hay una pareja presente, comienzo a sentirme muy solo...
—¡No somos una pareja!
—Sigan diciendo eso, no importa su secreto está a salvo conmigo. De todas maneras, ¿necesitan mi ayuda con algún asunto?
—Si, es sobre Clary... ella puede ver a todos los espíritus.
—Ah, esa niña finalmente tiene la percepción completa. Seguramente se asustó mucho, al igual que la primera vez que me vio.
—¿Podrías explicarle cómo funciona todo esto? Creemos que pronto despertará sus poderes feéricos
—¿Y qué gano yo con todo esto, me darán algo a cambio?
—¡Tu..., sabía que no podíamos confiar en ti!
—Hagamos un trato señor Lynn, nuestra alma está fuera de los límites y el asunto del primogénito también. Por razones obvias no podemos darte a nuestro primer hijo —somos célibes—, y sabemos que lo más valioso que tiene un ser humano es su alma.
—¡Qué aburridos están ustedes! Pensaba que me divertiría un poco.
—Tenemos joyas de protección, son esmeraldas esculpidas como hojas de lotos con perlas y diamantes a modo de gotas de rocío.
—Son bonitas, pero, ¿qué tienen de especial? puedo protegerme a mí mismo.
—Pueden reflejar el hechizo del conjurador, y te pueden hacer invisible a la vista de otros espíritus y visibles para los humanos.
—Interesante, ¿debería aceptar?
—¡Solo hazlo!
—No me presiones, lobo...
—Por favor disculpe el comportamiento de mi compañero, no se lo tome en serio es ligero de labios.
Finalmente llegaron a un acuerdo y Lynn Waterhouse accedió a explicarle a Clary todo lo que ocurriría después.