XV - SEÑORITA

Salían todos de los pasillos hacia el aire fresco y se avecinaba el atardecer. Las horas habían pasado en un aluvión de anécdotas, clases compartidas, horas libres, e incluso la visita a la biblioteca dónde, años atrás, trabajaba la abuela. Más tanto, Abela no hablaba con su hija desde las primeras horas del día y ya imaginaba lo agotada que se encontrarías.

Por su parte, ella había actualizado su repertorio de chismes sobre el pueblo, había hecho las propias y curiosas averiguaciones sobre la vida de César, había compartido conversaciones sobre moda, música, educación y, obviamente sobre comida y postres.

Hasta la Directora había participado de dicho encuentro.

A paso ligero, Abela se dirigía hacia el egreso de la institución, intentando no sobresaltar ante los jóvenes. Sin embargo, era inevitable. No sólo por los años de ausencia en Crystal Forest, sino también por sus rasgos juveniles. Algunas ventajas de vivir únicamente con su adolescente se veían a leguas de distancia.

– ¿Bell? –

Exclamó al salir de la Preparatoria y atrajo mayor atención.

Quizás por la severidad en su voz. Quizás se debiera a la nueva junta de muchachitos, con tabaco, bebidas y demás sustancias.

Las miradas se cernían entre la madre y varios muchachitos desarreglados. Bell se hallaba de espaldas, junto a 2 compañeras que se reían desaforadamente.

– No sea aguafiestas, señora –

Clamó un muchacho y Bell río con disimulo.

Abela solo tuvo que observarle unos segundos y todos guardaron silencio.

– Disculpe, señorita –

Agregó, tardíamente, y finalizaron la jornada de risas.

Más tarde, el Buick ligó un portazo de la conductora que comenzó a verse, con manía, por el espejo retrovisor.

– Mamá, solo era una broma –

Musitaba Bell con picardía, sin perder el humor.

La madre se guardó los comentarios en respuesta y se retiraron del estacionamiento. César alzó los dedos en ademán de saludo, pero siquiera fue alertado por la furiosa Abela.

Sin saberse a ciencia cierta que le molestaría tanto...