El Espejo de Cristal.

15: Cruce de caminos.

Daegan y Garret se escabulleron del palacio tratando de no ser atrapados por la reina Zamirah. Desde que llegó parecía que no les quería quitar la vista de encima y siempre coincidían en donde estaban. El príncipe empezaba a pensar que su hogar ya no era tan seguro con esa mujer rondando por ahí, así que su último recurso era ir a la cabaña de su hermana, el único lugar en donde podían hablar con tranquilidad.

Salieron al mediodía en sus caballos sin dar muchas explicaciones, aunque Garret había desviado la atención diciendo que se irían de cacería. Solo así Zamirah pareció menos interesada y los dejó ir deseándoles buena suerte.

En parte, Daegan quería volver a ver a Caelina sin esperar el día del baile. Aquella vez se había sentido cómodo hablando con ella. Aquella vez se había sentido cómodo hablando con ella, además de que había obtenido la información que le pidió acerca del espejo, desde su regreso no hizo más que leer y buscar en los libros, además de que eso desviaba la atención de Zamirah también.

Cruzaron el bosque siguiendo el camino ya reconocido por tantas veces que pasaban y llegaron al claro primaveral donde Azure residía. Ambos bajaron de sus caballos, la casa estaba extrañamente silenciosa, pero al parecer la joven estaba bien.

Se encontraba sentada en la banca tallada en piedra afuera de su cabaña, al verlos se puso de pie.

—¡Qué bueno que vinieron, hay problemas!

Garret se apresuró a acercarse a abrazarla al notarla tan preocupada.

—¿Te encuentras bien?

—¿Y Caelina? ¿Está adentro? —preguntó Daegan.

—Salió esta mañana —dijo Azure con las manos temblorosas.

—¿Te dejó sola? —se alarmó Garret.

—Eso es lo de menos... Ha visto a su amiga con la bestia, no sé cómo, pero decidió ir a por ella.

Daegan sintió pánico y preocupación, además de algo de culpa.

—¿En qué dirección se fue?

—Hacia el pueblo, dijo que antes iría a reunir hombres.

Sin pensarlo más, Daegan volvió a subir a su caballo y cabalgó con velocidad hacia el pueblo dejando a Garret exclamando su nombre sin poder detenerlo. No podía seguirlo, Azure estaba vulnerable sola en la casa, y su prioridad era cuidar de ella. Solo podía rezar porque Daegan no hiciera algo tonto.

~~

Vivir con siete enanos es una gran prueba de paciencia, y Ebony no era paciente. Algunos sí la escuchaban, pero otros hacían lo que querían aunque al final se llevaran un regaño de Odín, el más viejo y el jefe de familia. A pesar del poco tiempo, ya estaba identificando quién era cada quién y qué puesto tenían.

Odín era el jefe, el más anciano y por supuesto el más sabio de todos. Roux era el enano pelirrojo, el que se encargaba de la caza junto a su hermano Byrd, solo que este era más codicioso. Luego estaba Ziggy, un enano bastante glotón que siempre peleaba con Jovie, el más joven de todos. Por otro lado estaba Amir, quien estaba interesado en la sastrería y ya le había tomado medidas en distintas ocasiones a Ebony. Y finalmente, Cian, el granjero, cuyo bigote le llegaba al pecho.

Durante la mañana le había ayudado a Cian a recoger los productos del campo y huevos de las gallinas para hacer el almuerzo. Ebony tenía cierta experiencia con el trabajo de granja, pues en su niñez para estar lejos de su madrastra se la pasaba con los sirvientes ayudándoles en lo que podía.

Aún no les hablaba acerca de su habilidad con los rayos, pues se prometió a sí misma que solo unos pocos debían saberlo. Y, por supuesto que Zamirah no lo sabía, de habérselo dicho ya representaría un peligro mayor y la habría matado desde hace mucho. 

En ese momento tendría que idear un plan para detenerla y desenmascararla durante el baile. Solo faltaban días para eso.

—Majestad, la veo muy distraída, ¿es que algo le preocupa? —preguntó Cian dejando una canasta de manzanas con las que Ebony haría más tarde una tarta.

—Solo estoy pensando en que pronto tendré que ir al pueblo y buscar un bonito vestido para el baile.

Cian parpadeó abriendo grande sus ojos marrones. Se rascó el bigote pensativo.

—Tal vez Amir pueda hacerle un vestido, es un artista en ese tipo de cosas.

—¿Crees que pueda pedírselo?

—Estará encantado de hacerlo. ¿A quién no le gustaría servir a una reina? ¡Sería famoso!

Ebony se encogió de hombros.

—Pero aún no soy la reina.

—Oh, pero lo será. Cuando derrotemos a esa vieja desabrida —dijo tomando una manzana y limpiándola con un paño hasta sacarle brillo—, usted será la reina mejor vestida de la corte de otoño.

Le entregó la fruta a Ebony, ella pudo ver su reflejo en esta de lo pulida que estaba. Más tarde iría con Amir a pedirle un elegante vestido, uno que, como dijo Cian, lo lanzaría a la fama y lo convertiría en el sastre real de la corte de otoño.

Un golpe la despertó de sus pensamientos, intercambió miradas con Cian y dejó la manzana para ambos ir a ver qué estaba ocurriendo.

En la sala, Roux y Byrd hablaban con Odín, junto a ellos había algo del tamaño de un humano envuelto en una sábana y atado con cuerdas, se movía para intentar liberarse sin mucho éxito. Ebony se recordó a sí misma cuando la atraparon en las camas.




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