Gonzalo Guerrero observó con detenimiento al hombre que tenía enfrente. Era claro que estaba siendo sincero, pero aún así, su decisión no podía ser tomada a la ligera, mucho menos cuando él no era el jefe absoluto de los mayas.
—Tlilcuetzpalin, agradezco que me tomaras en cuenta, pero… No puedo aceptar tu trato— Con calma miró a su traductor, quién despacio, pronunció cada palabra. Sabía quién era Tlilcuetzpalin y no deseaba enemistarse con ellos—. Sé de qué son capaces los invasores de las costas, pero no puedo tomar decisiones sin que antes, Na Chan Can* esté enterado.
Cuando las palabras terminaron de resonar por aquella habitación, Tlilcuetzpalin se quedó en silencio, buscando las palabras correctas para responder, pues si bien Xicohténcatl no le había pedido obtener un si, estaba implícito en su petición que al menos obtuviera un quizá.
Aunque, si lo pensaba bien, la respuesta de Gonzalo no había sido una negativa, no por completo.
—Mi hermano está preocupado por lo que pueda pasarnos a todos cuando ellos logren llegar a la capital mexica.
Cuando el traductor murmuró aquellas palabras en la lengua que Gonzalo conocía bien, se mostró genuinamente sorprendido.
—¿A la capital mexica? No creo que Cuitláhuac lo permita.
Incómodo, Tlilcuetzpalin se limpió el sudor de sus manos entre sus ropas. Su hermano le había confiado el secreto de Xihuitl, no podía ir por ahí contándolo.
—Cuitláhuac no puede hacer nada si su hermano no lo escucha— recordó — Tenemos una mujer que habla con los dioses y ella ha visto con claridad lo que les sucede a aquellos importantes líderes— en lugar de decir todo lo que conocía, Tlilcuetzpalin decidió usar la opción que Xihuitl le había sugerido en el papel atado a un águila que llegó a sus manos esa misma mañana, horas antes de que Gonzalo Guerrero lo recibiera—. Ella ya ha visto lo que nos depara el destino, sabe exactamente qué es lo que va a pasarnos a todos y cada uno de nosotros si no actuamos ahora.
Aquello llamó aún más la atención del guerrero.
—Eso es imposible.
Tlilcuetzpalin negó, sabiendo que ya tenía la atención que quería.
—Ella conoce de todos nosotros, incluso… — Aquello que iba a decir era arriesgado, porque su hermano prometió informarle más de su siguiente misión en la noche, cuando la luna estuviera en su punto más alto, pero aquella conversación era, por el momento, la única oportunidad que tenía para hacer que la balanza se inclinara a su favor—. Incluso de los pueblos que se encuentran más al sur de aquí. Puede verlos con claridad a pesar de la distancia.
Tanto el traductor como Gonzalo se miraron un par de segundos, demasiado intrigados como para responder al instante, ¿En verdad existía alguien como Tlilcuetzpalin describía?
—Hablaré con Na Chan Can— dijo al fin, sin estar muy seguro de lo que salía de su boca —. Cuando tengamos una respuesta, te contactaremos.
Tlilcuetzpalin se puso de pie, bajando la cabeza en señal de respeto.
—Cuando tenga su respuesta lista, por favor, use esto— con cuidado, demostrando que no era ningún objeto peligroso, extendió sus manos —. Es un silbato especial que llama al águila que ha entrenado mi hermano. El mensaje llegará sano y salvo a su destino.
Gonzalo tomó el objeto antes de también hacer una corta reverencia con su cabeza, transmitiendo sus respetos hacia lo que en sus antiguas tierras, podría considerarse un príncipe.
—Gracias.
Tlilcuetzpalin sonrió antes de salir de aquel lugar. Estaba acostumbrado al calor, pero en esas zonas, parecía aumentar bastante la presencia del sol, por lo que decidió internarse entre la vegetación, con la esperanza de que los densos árboles le cubrieran un poco su piel.
Caminó un par de segundos hasta que finalmente encontró el lugar adecuado para descansar. Exhausto por todo el agetro que había vivido desde que salió de sus tierras, cerró los ojos unos momentos, estaba muy cansado y preocupado, pues era seguro que en esos instantes su padre Huehue ya debía de estar enterado de su ausencia.
¿Lo reprenderia al regresar? Tlilcuetzpalin no pudo ni siquiera preocuparse correctamente por eso, pues algo en su interior le decía que aún no iba a regresar a su hogar.
Tratando de ignorar la tristeza que se apoderó de su corazón ante este pensamiento, Tlilcuetzpalin se dedicó a comer lo poco de alimento que le quedaba, después de todo no tenía ánimos para cazar.
Cuando terminó sus alimentos, se puso de pie, debía de ir a buscar un sitio más adecuado para poder dormir.
—¿Pero que…?
No había caminado muy lejos cuando algo cayó entre sus manos. Era otro mensaje de su hermano.
Resignado, comenzó a leer. Colocando una mueca de resignación en su rostro al ver la siguiente petición.
¿Ir más al sur? Xicohténcatl debía de haber perdido la razón, esas tierras eran aún más peligrosas, sin contar con que eran poco transitadas por los comerciantes, además ¿Quién se supone que era Atahualpa? Y lo más importante ¿Cómo llegaría a unas tierras que no conocía?
Definitivamente, los dioses tenían una forma curiosa de poner a prueba a los hombres.
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A este paso vamos a tener la primera guerra mundial antes de tiempo.
PD: Ya está publicado el booktrailer de esta historia en mi cuenta de TikTok c: Por si quieren ir a verlo
Na Chan Can: (también escrito Nachán Can) fue el cacique de Chetumal (Chactemal) en el siglo XVI y padre de Zazil Há, a quien dio en matrimonio a Gonzalo Guerrero, el náufrago español que se integró a la cultura maya. Fue líder militar y uno de los últimos gobernantes de la región antes de la conquista española.