—Hace muchos años, demasiados como para siquiera contarlos un hombre llegó del norte, no hablaba nuestra lengua, mucho menos entendía nuestras costumbres, pero eso no lo hacía menos hombre, menos ser humano, por lo que haciendo muestra de benevolencia, nuestro pueblo lo acogió como uno de los suyos, le enseñamos todo lo que estuvo nuestro alcance, hasta que descubrimos que él también era un valiente guerrero, que de las tierras dónde venía, aprendió a defender a los suyos con la fiereza de un animal. Al ver semejantes destrezas en combate, tuvimos que unirlo a nuestras campañas militares. Su valentía y honra, sumado a sus grandes logros en batalla, lo colocaron como una de las personas más confiables del imperio, siendo así cómo logró formar una familia. Creo descendientes tan honorables como él y hoy, estás ante uno de ellos, Tlilcuetzpalin.
El hermano de Xicohténcatl tras despertar de lo que parecía ser un sueño, tuvo que enfrentarse ante un mundo desconocido para sus ojos. Cualquier otro hubiera querido salir corriendo de ahí, pero él tenía una misión, una que no le permitía irse sin antes obtener respuestas. Por lo que después de pasar largos días siendo observado, finalmente se le permitió tener una audiencia con un hombre que al parecer también sabía hablar náhuatl, no tan fluido como él, pero se le entendía mucho mejor que a Xihuitl en sus primeros días.
Yachay, le había interrogado incansablemente y no fue hasta que él reveló lo poco que sabía, que aquel peculiar hombre se permitió sincerarse.
—¿Cómo dices que te llamas?
—Yachay, pero como todo hombre que anhela alguna vez regresar a sus tierras, mi padre decidió ponerme un nombre que le recordara al lejano hogar al que pertenecía su ancestro, así que puedes decirme Tonatiúh,
Tlilcuetzpalin asintió, sin saber muy bien cómo continuar o que sería apropiado decir con estas personas.
—Sé que puedo sonar un poco insistente, pero si no puedo ver al tal Atahualpa, entonces tengo que irme. He prometido a mi hermano responderle todas sus cartas y hasta ahora, no lo he hecho, ni siquiera sé si el águila que me seguía durante el viaje sigue viva.
El hombre frente a él se puso de pie, moviendo su mano para invitarlo a levantarse, algo inseguro Tlilcuetzpalin lo siguió hasta el exterior, conteniendo el aliento cuando los verdes y frondosos pastos se extendieron ante él. La vista desde ese lugar nunca dejaría de impresionarlo.
—Nuestro Sapa Inca, (“único emperador"/"único soberano"), Huayna Cápac*, ya ha sido informado de tu presencia y de tu misión, Lamentablemente ha estado tan ocupado en sus asuntos que venir se le ha hecho imposible, por lo que me ha pedido informarte que pese a tus palabras, no podemos brindarte la ayuda que buscas. Nuestro imperio no puede arriesgarse a formar parte de una batalla tan lejana, menos cuando es probablemente nunca llegue a nosotros.
Tlilcuetzpalin detuvo sus pasos de manera abrupta.
—Pero yo quiero hablar con Atahualpa. Me enviaron a decirle algo importante.
Yachay también dejó de caminar para encarar al joven hermano de Xicohténcatl.
—No sería apropiado decirle a alguien del estatus de Atahualpa que va a morir a manos de unos invasores que se hacen pasar por dioses. Mucho menos, que su debilidad vendrá de una pelea con un hermano del que no conoces el nombre. — Yachay suspiró como si en verdad le doliera dar esa respuesta— Lo siento, pero careces de la información necesaria como para que podamos darle importancia a lo que dices.
—Si me dan más tiempo, puedo tratar de comunicarme con Xihuitl. Ella es una mujer que ha sido bendecida por los dioses, ella les dirá todo el futuro que quieran saber, Solo necesito encontrar a mi águila y después…
Yachay colocó su mano sobre el hombro del joven, interrumpiendo cualquier cosa que estuviera por decir.
—Tlilcuetzpalin, es mejor que te vayas. Los gobernantes de estas tierras te han dado la oportunidad de seguir tu camino sin intervenir, deberías aprovecharlo.
El joven que caminaba erguido, comenzó a rascarse inquieto el cuello, ¿Cómo le iba a explicar a su hermano que había fallado en lo que le encomendó?
—¿En verdad no puedo tener una reunión? Siempre me han dicho que tengo el don de la palabra, quizá si veo a su tlatoani Huayna Cápac, puedo hacerlo cambiar de opinión.
Yachay negó.
—Las órdenes del Sapa Inca no pueden desobedecerse, lo lamento— Tlilcuetzpalin, hizo una mueca, en verdad que estar lejos de sus tierras lo tenían en una posición bastante vulnerable—. Iré por algo de comida y pieles para que tu camino de regreso a casa sea más ligero.
Tlilcuetzpalin cerró los ojos, lamentándose de su destino. Ni siquiera sabía cómo había llegado ahí. Moviéndose de un lado a otro dentro de la misma zona donde Yachay lo dejó, el hermano de Xicohténcatl comenzó a pensar en todas las posibilidades que tendría para poder regresar. Quizá si oraba suficiente a los dioses, podría obtener algo de luz en su camino.
—Yuyayniyachiy, imana kasqata rimaychikchu? (Lamento interrumpir, pero ¿podríamos hablar un momento?)
Tlilcuetzpalin al escucharlo alzó la cabeza, dejando que sus ojos parpadearan confundidos durante largos instantes, ¿Así se había sentido Xihuitl cuando ellos le hablaban y ella no comprendía absolutamente nada? Apenado se encogió de hombros mientras negaba de un lado a otro, esperaba que el extraño entendiera su señal de no saber que preguntaba.
Ante la negativa, aquel hombre tratando de lucir sereno, señaló su propio pecho.
—Túpac Cusi Hualpa.*
—Tlilcuetzpalin— el otro joven siguiendo el ejemplo también se señaló, suponía que aquel era su nombre.
Aunque por la expresión de desesperación del extraño, Tlilcuetzpalin se sintió nervioso, ¿Había hecho algo que lo ofendiera?
—Imana kasqata warma, ñaupa killkayki (Dame un momento, ya regreso).