El espejo de la serpiente

— TRAICIONES—

—Lo siento Axayacatzin, ¿Me estabas hablando?

—Has estado muy distraída— comentó el niño mientras mordía su ayotli (calabaza) asado—Ni siquiera has probado tu tamalli* (tamal), ¿No te gustó lo que Aquetzaly preparó?

Xihuitl acarició distraídamente los cabellos del menor que recién había tomado un baño, después de todo, ellos debían de estar presentables para la boda de Tecuelhuetzin y ese tal Pedro.

—No es eso, es solo que he estado pensando en muchas cosas.

El pequeño la miró mientras pasaba un bocado de su tlaxcalli (tortilla). Desde que tenía uso de razón, su madre le había dicho que observar era la cualidad más importante que podría tener un ser humano, pues te permitía saber lo que otros pensaban mucho antes de que ellos lo dijeran. Y eso representaba una diferencia entre la vida y la muerte.

—Tú no tienes la culpa de nada de lo que está ocurriendo aquí. Nos has ayudado mucho, sin ti, seguramente sería otra nuestra historia.

La mujer miró su plato como si fuera lo más interesante del mundo. Lo que decía el pequeño era en parte cierto, pues hasta el momento lo único que parecía haber cambiado un poco era la vida de Xicohténcatl, ya que en los escritos que ella conocía nadie hablaba mucho de la vida del guerrero, al menos ahora dirían que tuvo una esposa.

—¿En verdad lo crees?

Axayacatzin asintió.

—Quizá aún no lo veas, pero todo está moviéndose. Que un pueblo aceptara la alianza es el principio de la diferencia— aseguró— Además, si esto sale mal, la única culpable en la historia serías tú, ¿Eso no es suficiente sacrificio? ¿Qué exista la posibilidad de que tu nombre quede manchado por la eternidad no es prueba suficiente de que también estás arriesgado todo lo que tienes? La confianza es invaluable y no hay joyas o riquezas que puedan comprarlo.

Xihuitl a duras penas pudo contener un estremecimiento, ¿Cómo era posible que ese niño a tan corta edad fuera tan sabio? Frunciendo el ceño, se dedicó a mirarlo con más atención, ¿Acaso podía leerle la mente?

—Creo que es mejor ir a prepararse. Hay una boda que celebrar.

· · ─ ·𖥸· ─ · ·

—¡Una formación de pinza! ¡Todos hagan una formación de pinza!

Desde que Gonzalo se puso en marcha para llegar al señorío que lideraba Maxixcatzin, tuvo un mal presentimiento, y aunque su mente consciente trató de ignorarlo, su corazón no pudo quedarse quieto, por lo que esa misma noche, después de que se aseguró que sus guerreros hubieran comido y descansando un poco, Gonzalo salió de las habitaciones, tenía la intención de contemplar el vasto cielo estrellado que los cubría, pues deseaba unos instantes de calma. Sin embargo, apenas colocó un pie afuera, las figuras oscuras de varios hombres moviéndose entre las sombras nocturnas, lo obligó a ponerse alerta, a empuñar su armadura con fuerza.

Si no hubiera sido por su rápido actuar, seguramente todos estarían muertos o, lo suficientemente heridos como para no poder defenderse.

—¡Chakte, Balam! ¡No dejen que Chichimecatecuhtli escape! ¡No puede decirle a los españoles lo que está pasando aquí!

Gonzalo no sabía con certeza cómo había comenzado todo, solo era consciente que en cuanto su arma estuvo entre sus manos, tuvo que usarla contra todos los hombres de Maxixcatzin. Arremetiendo sin piedad contra todo aquel que se le lanzaba encima.

—¡Dejen a los traidores sin escapatoria!

Cuando entre el ajetreo, Gonzalo se aseguró que sus dos guerreros ya habían salido tras Chichimecatecuhtli, se atrevió a seguirle gritando instrucciones a sus hombres, bloqueando a duras penas el golpe que Maxixcatzin le estaba dando con su macuahuitl al verlo tan distraído.

Para su fortuna, el movimiento apenas rozó su brazo, lo que le dió la oportunidad a Guerrero para retroceder un paso, girar sobre su propio eje y desviar el siguiente ataque con su propia arma.

A su alrededor, sus hombres ya estaban reaccionando a la orden, comenzando a moverse de manera que pareciera que dos columnas se cerraban a los costados de sus enemigos, como si fueran las fauces de un animal quiénes atrapaban a los guerreros de Maxixcatzin, mismos que debido al movimiento, fueron obligados a retroceder hacia el centro del terreno hasta que sus espaldas amenazaban con chocar unas con otras.

—¡Cierren filas! —ordenó nuevamente Gonzalo mientras esquivaba un golpe dirigido a su rostro y respondía con otro que rasgó el costado de su adversario.

El sudor comenzaba a mezclarse con la sangre —propia y ajena—, pero eso nunca lo había detenido.

—¡Matenlos! ¡Que no tengan salida!

Maxixcatzin gruñó con furia, al darse cuenta demasiado tarde de lo que estaba a punto de ocurrir con él y sus hombres.

—Maldito… —soltó entre dientes, lanzándose con renovada desesperación hacia Gonzalo.

Guerrero cansado de los banales intententos de Maxixcatzin por derribarlo, se movió para colocar sus pies con firmeza encima de la tierra, tomó su arma con ambas manos y cuando aquel traidor se lanzó hacia él, soltó de frente un fuerte y contundente golpe que hizo caer de espaldas a Maxixcatzin.

Era mucho lo que estaba en juego como para dejarse ganar por un guerrero que no estaba a la altura de su entrenamiento y tácticas.

—Traicionaste a tu pueblo —escupió Gonzalo, empujando su arma hacia adelante para clavarla justo en el cuello de Maxixcatzin, aunque sin llegar a lastimar su piel—. Y ahora responderás por ello.

· · ─ ·𖥸· ─ · ·

Tecuelhuetzin se había mantenido firme mientras toda la ceremonia se realizaba. Ninguna lágrima cruzó su rostro, ninguna expresión de desagrado o miedo se reflejó en sus facciones, cualquiera diría que no estaba molesta con el enlace. Aunque si se miraba con atención, hasta el más despistado podría notar que ninguno de los dos novios estaba satisfecho con formar parte de todo eso.



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En el texto hay: mexico, prehispanico, romance

Editado: 20.12.2025

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