El espejo de obsidiana

Capítulo 15

Después de tres trances, reconoció de inmediato el lugar al que llegó: estaba de vuelta en Tenochtitlan. En esta ocasión, despertó dentro de una pequeña casa ubicada a un costado del lago en la zona sur. La única persona ahí era una anciana que caminaba ansiosa de un lado a otro.

Minutos más tarde, una joven pareja entró presurosa a la casa, el hombre cargaba un talego en la espalda y la mujer sostenía afectuosamente a un bebé dormido en sus brazos.

“Yoltic”, pensó al observar a los padres de su pasado. No pudo evitar sonreír al encontrar similitud entre ellos y sus propios padres.

Quizás estaban ahí para que la anciana leyera su destino, conjeturó José Leonardo. La pareja, sin embargo, no le prestó atención. El hombre empacó algunas pertenencias y provisiones en el talego con prisa, y la mujer sacó unas mantas.

—¿Bien? —preguntó la anciana impaciente.

—Nuestra decisión es definitiva. Partiremos esta misma noche —respondió el hombre.

—¡Perdición! Traerás desgracia sobre ti y los tuyos a causa de tu necedad —la anciana palideció impactada—. Tu imprudencia y tu rebeldía me insultan, manchan tu rostro con un deshonor no propio de nuestros ancestros.

—¡No arriesgaré la vida de mi hijo por salvaguardar el orgullo de otros!

—¡Blasfemo!

La anciana le soltó una bofetada.

—No puedes ver más allá de tu propio egoísmo —continuó la anciana—. Si el fin de tu hijo es la muerte, debes aceptarlo. ¿Desafiarías los comandos de los altísimos dioses por un capricho?

—Los dioses han hablado con claridad y jamás destinaron a Yoltic a la muerte sino lo contrario; nosotros no hacemos más que seguir sus órdenes sin titubeos. Son ellos quienes atentan contra los designios de los dioses, son ellos quienes actúan por capricho. Puedes venir con nosotros, si así lo deseas.

—La lectura admite varias interpretaciones, ¿quién eres tú para decir que has entendido correctamente lo escrito para este niño?

—No —se apresuró a decir la madre de Yoltic—, Yoalli y yo sabemos que fue definitiva y clara.

Por lo que infería de la plática, su tía Lucha se había equivocado y lo había enviado después de la lectura del destino de Yoltic. Ahora, no sólo no conocía su tonalli pasado, sino que estaba más intrigado que antes.

—Los adivinos se equivocan con frecuencia Izel.

—Poco importa si fue acertada o no, ellos creen que es la correcta y por eso ven a Yoltic como una amenaza —dijo Izel.

—Si el destino del niño es morir y ustedes lo previenen, sufrirán un castigo inimaginable.

José Leonardo miró con menosprecio y repulsión a la anciana: nada más lejos del estereotipo de una abuelita dulce y cariñosa que esta vieja rancia.

—Tomaremos el riesgo —dijo Yoalli—. Si nos equivocamos y los dioses realmente destinaron a Yoltic a la muerte, los desafío sin titubear, sin importarme despertar su ira y desdén. Nada de lo que hagan sería castigo tan fuerte como contemplar el asesinato de nuestro hijo.

—Eres una desgracia para tus ancestros, pecas de soberbia y me ofendes con tu vanidad, ¿de verdad crees que los reverenciados dioses, elegirían al hijo de unos plebeyos?

—Suficiente —siseó con despreció—. No toleraré más tus ofensas. Sólo porque eres mi madre, te ofreceré una última vez venir con nosotros.

Yoalli terminó de empacar el talego.

—¿Están listos? —dijo una mujer al entrar a la casa—Debemos partir cuanto antes. Nos espera un largo recorrido y me preocupa el viaje en la noche.

En la entrada aguardaba una mujer que José Leonardo reconoció de inmediato: Nuscaa. A pesar de que en este trance era mucho más joven que como él la había visto, la seguridad y porte majestuoso con el que se conducía era inconfundible.

—Sí —respondió Yoalli.

—Es probable que jamás vuelvan a Tenochtitlan, que el peligro nunca ceda por completo sino, por el contrario, aumente y deban quedarse en Neltiliztitlan.

—Lo entendemos y lo aceptamos —respondió Yoalli—. Con dolor digo que éste ha dejado de ser nuestro hogar. No lo ha sido desde que nuestro rostro y corazón son fieles a las antiguas enseñanzas.

Nuscaa, seguida de Yoalli e Izel, caminó a la puerta, sin embargo, sus pasos se congelaron y su rostro palideció conmocionado al encontrarse con que algo bloqueaba su salida. Se trataba de un espectro idéntico al asesino de Citlalli, con la desventaja de que éste era de mayor tamaño y sus ojos refulgían con un tono más macabro.

Al verlo, José Leonardo retrocedió involuntariamente. Por fortuna el espectro, o no estaba al tanto de su presencia en el plano espiritual, o le tenía sin cuidado. Toda su atención estaba enfocada en Nuscaa y los padres de Yoltic.

El espectro levantó las garras y arrojó a Nuscca contra la pared izquierda de la casa, dejándola inconsciente. La anciana comenzó a dar de alaridos conforme el espectro avanzó hacia Izel y Yoltic, listo para atestar otro golpe.

—Su huida es inútil, sus acciones no sirven para prevenir lo inevitable. La rueca del tiempo, puesta en movimiento, no podrá ser detenida —amenazó la voz carrasposa e inhumana del espectro por entre la oscuridad de la noche.



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En el texto hay: misterio, humor, aventura

Editado: 18.08.2024

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