José Leonardo tuvo que recargarse en la pared para controlar la oleada de furia e indignación. Todo este tiempo, todos estos trances, supuso que su pasado era un hombre de honor, sin permitirse explorar otra alternativa, sin poder soportar la idea de que en otra vida fuera capaz de cometer un acto tan vil. Ahora estaba claro: la razón del lazo, la misión incompleta, la destrucción de Neltiliztitlan era por culpa de la traición de Yoltic.
Los siete reunidos miraban a Miztli con repulsión como si su sola presencia fuese algo sucio y denigrante.
—¿Se atreven a entrar a nuestra ciudad? ¿Cómo es posible tal descaro de su parte?
Popoca apretó más el lazo y recargó el cuchillo contra su cuello. Achac dio un paso al frente e hizo un ademán ofensivo dirigido a Miztli y profirió una maldición.
—Son los actos de un puñado de personas desesperadas. No debemos esperar menos de gente de su calaña. Éste es uno de los múltiples espías enviados —aclaró Yoltic inconmovible—, su misión es difundir sus mentiras en Texcoco y así tener un poderoso aliado con Nezahualcóyotl. Incluso pretendían ganarse a Itzcóatl.
—Calla, hermano —reprendió Miztli horrorizado—, ¿qué sucede? ¿Por qué revelas nuestra misión ante ellos?
—No nuestra, Miztli, tuya. Mi nueva misión es revelar las identidades de todos los guardianes para asegurar que ninguno de ustedes escape, para evitar que alguien continúe esparciendo mentiras y atentados en nuestra contra.
—Hermano, ¿qué has hecho?
—He dejado una causa pérdida e inútil. Tú, de todas las personas, deberías entenderlo— dijo Yoltic y añadió en voz alta, dirigiéndose a Popoca—. Nuestro señor no está contento contigo. Era tú misión asegurar que ninguno de los guardianes se acercara a Nezahualcóyotl. Cometiste un grave error al no darte cuenta de quién era él en realidad. Por fortuna, gracias a mí, pudimos revertir los daños.
—Si tú conocías las verdaderas alianzas de este hombre, ¿por qué no alertaste a nuestro señor Tlacaélel? —inquirió Popoca molesto, desconcertado al ver que se conocían—. ¿O será que retomaste tus viejas alianzas y es todo parte de una jugada en nuestra contra?
—Basta de tonterías. Mis razones no son de tu incumbencia. ¿Olvidas que debía mantener la confianza de los guardianes y convencerlos de mi lealtad? ¿Qué crees que hubieran pensado si no encubría a este hombre?
—La lealtad de los nuestros no está en juicio —intervino Achac—, no intentes justificar tus errores culpando a otros. Los actos de Yoltic jamás han dejado espacio para dudar sobre sus verdaderas alianzas. Me alegra que los dioses lo apartaran de la falsedad de los antiguos códices, y lo guiaran a los nuestros.
Los demás ahí reunidos asintieron, compartiendo la confianza de Achac. Yoltic hizo una reverencia, agradecido.
—Ahora —dijo Achac—, dejemos ya los asuntos triviales y sigamos con la reunión.
—Coincido—respondió Yoltic—, esta noche es motivo de alegría: Itzcóatl ha entregado al fin el mando del ejército de Tenochtitlan a nuestro señor. Mañana al atardecer, partiremos al sur para dar inició al ataque a Neltiliztitlan…
—¡No!
Miztli se estremeció desesperado. Popoca cerró el brazo alrededor a su cuello, estrangulándolo para callarlo.
—¡Silencio, espía inmundo!
El guardián no se intimidó por la violencia del guerrero, sino que se retorció con fuerza intentando liberarse.
—¡Te lo suplico: detén está locura!, ¿le darías la espalda a los nuestros?
—¿De dónde proviene esta lealtad súbita? —lo retó Yoltic con malicia—. No hace ni una luna, tú mismo considerabas abandonar la ciudad.
—Tuve dudas, pero jamás sería capaz de traicionarlos y entregarlos a nuestro enemigo, como tú estás haciendo. ¿Qué te pasó? No reconozco a mi viejo amigo en el rostro y corazón vil que porta la persona frente a mí, ¿cómo logró convencerte el viejo? Solías ser el hijo más devoto de nuestra ciudad.
—No digas tonterías. Era fiel a los antiguos códices porque no conocía algo mejor. Después de un tiempo al lado de mi señor, decidí sumarme a la grandeza que me ofrecían.
—La grandeza jamás puede lograrse si se basa en destrucción, tal como pretenden hacerlo ustedes, tal como repudian las antiguas enseñanzas.
—¿Piensas que tú habrías tomado una decisión diferente? —Yoltic preguntó con malicia mientras bajaba la voz.
—Sí. Jamás optaría por algo que comprometiera la integridad de mi rostro y corazón, sin importar el precio. Si tuviere que dar mi vida por una causa justa, lo haría sin pensarlo dos veces.
Achac lanzó una mirada de temor al pasillo.
—¿Será una buena idea dejar vivir a este inmundo espía? Podría ser una amenaza para nosotros, creo que lo mejor será degollarlo aquí mismo y evitarnos más problemas.
Yoltic consideró a Miztli unos momentos y negó en silencio.
—No, no será una amenaza; además, que permanezca con vida sienta mejor con mi plan. Mis instrucciones son asegurar que nadie escape de la ciudad. Llevaré a este hombre conmigo y lo presentaré como el traidor, estarán ocupados con su juicio cuando lleguen nuestras tropas mañana al atardecer. Es la distracción perfecta.
Editado: 18.08.2024