El espejo de obsidiana

Capítulo 20

Las sombras de los muros y del suelo de la celda se deslizaron a la esquina contraria a él, como corrientes de agua agrupándose alrededor de un torbellino: una nueva puerta a otra dimensión se abría para dar paso a uno de los seres de otro mundo. Sólo quedaba desear que no fuera hostil, o apresado como estaba, sería imposible escapar.

El remolino giró cada vez más rápido hasta que las sombras cobraron una forma definitiva: un jaguar amarillo con ojos refulgentes color esmeralda. A diferencia de los otros entes, el jaguar no le causaba temor o intranquilidad, por el contrario, su mirada lo inundó de calma. Aun así, mantuvo su distancia evaluando la situación, Lucha le advirtió en múltiples ocasiones sobre los entes de sombras y era mejor ser prudente con éste.

—No he venido para dañarte —dijo el jaguar con voz profunda y melodiosa, en respuesta a sus pensamientos—. Comprendo bien tus sospechas tus dudas. Sé de tu encuentro con el que llamas espectro y con la criatura, también sé que fuiste atacado por otro ente. Dime, ¿me asemejo en algo a ellos? ¿Causo en ti el mismo escalofrío o malestar? —José Leonardo negó en silencio—. ¿Quizá sea ése un primer indicio de que mi propósito no es fatídico sino benévolo?

—¿Qué más te da lo que piense de ti?

—La gravedad del asunto que he venido a tratar contigo demandará tu confianza absoluta en mis palabras, o de otra forma existe la posibilidad inaceptable de fracasar una vez más. Sé lo difícil que será obtenerla, en especial después de lo ocurrido con Yoltic.

—¿Sabes que no soy él?

—Sí. Tu apariencia física no me engaña como a otros. Veo tu interior, no tu exterior.

José Leonardo frunció el ceño, extrañado ante la conversación.

—Soy tu nahual —respondió el jaguar con simpleza—. Digamos que soy un ser enviado especialmente para acompañarte y protegerte, para guiarte. He estado a tu lado durante siglos. Fui yo quien acudió en tu búsqueda para traerte de vuelta en el tiempo, para traerte a concluir la misión en la que Yoltic fracasó…

—Espera, espera, el lazo al pasado, ¿es por ti?

—En lo más mínimo. No podría crearlo y, aunque así lo desearía, tampoco puedo deshacerlo. Sin embargo, sabía de la misión incompleta de Yoltic y de las graves consecuencias que acarrearía con el correr de los años. Sabía que, tarde o temprano, las secuelas te alcanzarían. Cuando los primeros destellos de oscuridad empezaron, cuando las criaturas comenzaron sus ataques, supe que el momento había llegado: necesitaba traerte al pasado para concluir, de una vez por todas, la misión incompleta.

—Tu me salvaste en casa de Citlalli, ¿verdad?

—Sí. También fui yo quien te despertó del trance y quien te arrastró al trance espontáneo de nuevo…

—¡Casi me matas en el intento!

—Me aseguré que no estuvieras en riesgo. Lamento si mi insistencia te causó malestar; era fundamental que estuvieras ahí para la confesión de Yoltic y jamás lo hubieras descubierto de otra forma.

—Entonces por tu culpa tampoco escuché la lectura del destino.

—No, eso fue por causa de alguien más actuando en contra de nosotros: una fuerza tan ancestral como siniestra cuyos deseos son mantenerte ignorante de tu verdadero destino.

—¿Uno de los entes de sombras?

—No sólo uno de ellos, sino su líder: un dios, el más implacable, oscuro y siniestro, capaz de construir y destruir por igual, el promotor de discordias, guerras y violencia; el del espejo humeante. Su nombre es Tezcatlipoca.

Cuando su nahual mencionó este nombre, su vista se nubló momentáneamente, cegada por el destello de unos ojos ámbar de mirada penetrante y brillo espectral. Recargó una mano contra el muro, volviendo en sí con un fuerte escalofrío.

—Tu misión jamás ha sido salvar Neltiliztitlan. Tu verdadero destino es detener los planes de Tezcatlipoca. Escucha con atención mi relato, te prometo que pronto entenderás todo.

José Leonardo se recargó contra el muro y se deslizó hasta sentarse en el suelo.

—Este mundo, tu mundo y los otros, trece en total, están unidos unos con otros en lo que se llama “ombligo de la luna”…

—Sí —interrumpió—, es donde está Tenochtitlan, ¿que no?

—Los antiguos mexicas se equivocaron por algunos kilómetros. En realidad, se encuentra más al norte, en un sitio que ustedes nombran Teotihuacan. Las ruinas arqueológicas de tu presente son una fachada para mantener oculto y a salvo lo que yace debajo: el hogar de los dioses, el sitio mismo donde se han creado los Cinco Soles.

«Los dioses son ajenos al tiempo y al espacio, y por ello han podido crear los Soles o épocas de los mundos. Cada uno ha estado gobernada por un dios en particular, quien lo ha dotado de características, habitantes y dones acorde a su creador. No obstante, todos han terminado por colapsarse, destruyendo los trece mundos».

—¿Por qué?

—Existen diversas teorías y pocas certezas. Unos aseveran se debió a una lucha entre los dioses, otros más lo atribuyen a un eterno ciclo de creación-destrucción. Algunos de nosotros, se lo atribuimos al intento por controlar la creación.

«Después del colapso del Cuarto Sol, los dioses se reunieron para discutir la edificación del Quinto Sol, uno cuyo destino no fuera terminar en ruinas y caos. Empezaron por expulsar a los antiguos monstruos, restablecieron el orden y, por último, otorgaron un aliento de vida a los nuevos seres, entre ellos los humanos.



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En el texto hay: misterio, humor, aventura

Editado: 18.08.2024

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