En lugar de ver su rostro demacrado por el cansancio, lo que devolvía el espejo no era él. O al menos, no del todo. El hombre que estaba del otro lado tenía su misma estructura facial, pero sus rasgos eran más serenos, más seguros. No había rastros de fatiga en sus ojos, ni de duda en su expresión. Era un Charles diferente, uno sin el peso de la incertidumbre.
Charles dio un paso atrás, asombrado. Se frotó los ojos, creyendo que el agotamiento le jugaba una mala pasada, pero cuando volvió a mirar, el reflejo seguía ahí. Lo más desconcertante fue que aquel "otro Charles" no solo lo miraba, sino que comenzó a moverse por su cuenta.
—No temas, Charles —dijo el reflejo con una voz profunda y calmada, idéntica a la suya—. Soy lo que podrías ser.
Charles sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. El espejo, que hasta entonces había sido un simple objeto en su vida, estaba mostrando algo más. El reflejo continuó hablando.
—He estado observándote. He visto tu miedo. Pero no tienes por qué temer. Tus errores no te definen, Charles. Lo que te define es lo que haces con ellos.