Stefan llevaba semanas evitando cualquier encuentro con Alex. Cambiaba su rutina, tomaba atajos innecesarios y evitaba los lugares habituales donde solían coincidir. Incluso había dejado de frecuentar los cafés que amaba por miedo a encontrárselo. Era una estrategia táctica: distancia para evitar explicaciones. Sin embargo, el destino tenía otros planes.
Cuando entró al lujoso restaurante donde había acordado encontrarse con Octavio, lo último que esperaba era ver a Alex. Y allí estaba, sentado junto a una mesa cerca del ventanal, charlando con alguien. Stefan se detuvo en seco, el corazón tamborileando en su pecho.
“Maldita sea,” pensó, ajustándose la chaqueta de su traje azul marino. Su atuendo era impecable: una camisa blanca de lino que resaltaba su pálida piel, pantalones de corte italiano que acentuaban su figura esbelta y unos zapatos de cuero pulidos hasta el brillo. Todo cuidadosamente seleccionado para impresionar. Ahora, sin embargo, su elegancia parecía un escudo insuficiente contra la tormenta emocional que se avecinaba.
Alex lo vio casi de inmediato. Su expresión fue de sorpresa primero, seguida de algo más relajado, como si se preparara para una conversación inevitable. Stefan respiró hondo, su mente corriendo para elaborar una excusa convincente mientras se acercaba.
—Alex, ¡qué coincidencia! —dijo Stefan, tratando de sonar casual. Su sonrisa era un poco forzada, pero confiaba en que Alex no lo notara.
—¡Stefan! —Alex sonrió, pero sus ojos brillaban con algo que Stefan no podía descifrar del todo—. No te preocupes. Ya habé con Charlie. Lo que sea que haya pasado aquella madrugada, queda en el pasado.
Stefan parpadeó, confundido por el tono conciliador.
—¿Entonces…? ¡Oh! ¿Ustedes han resuelto sus problemas? Me hace muy feliz que hayan regresado. ¿Estás aquí con él?
Alex frunció el ceño, claramente confundido. Antes de que pudiera responder, un hombre alto y serio se levantó de la mesa. Vestía un traje gris oscuro, bien ajustado, y tenía una presencia que inmediatamente incomodó a Stefan.
“Para nada el tipo de hombre que le gustaría a Alex,” pensó Stefan, sin poder ocultar su incredulidad.
—Espero que estés bromeando —comentó Stefan, sin poder contenerse.
Alex se removió, claramente incómodo. Stefan, aprovechando el momento, lo tomó del brazo y lo guió hacia una esquina más privada del restaurante.
—Por favor. Él claramente no es tu tipo. ¿Estás haciendo alguna clase de protesta? —murmuró Stefan, casi en un susurro urgente.
Alex soltó su brazo con un movimiento decidido.
—¿A qué te refieres? —preguntó, frunciendo el ceño.
—A que esta no es la clase de persona que eres tú. Ese tipo ni siquiera…
—¡Ryan es un buen tipo! —interrumpió Alex, con una firmeza que sorprendía—. Llevo semanas saliendo con él. Es responsable, respetuoso y… ¡tiene mucho más que ofrecer que tus comentarios venenosos!
Stefan abrió los ojos, incrédulo. Luego miró de nuevo a “Ryan” y, de inmediato, lo reconoció. Su rostro se endureció al comprender quién era realmente.
“Ese imbécil,” pensó, mientras una ola de ira y preocupación lo invadía.
La sonrisa de Stefan desapareció. Ryan sostuvo su mirada con desdén, como si estuviera disfrutando de su incomodidad. A pesar de eso, Stefan no pudo contenerse.
—No lo entiendes. Ese tipo no es quien crees que es…
—¿Por qué no dices lo que realmente te molesta, Stefan? —Alex cruzó los brazos, su expresión dolida y desafiante.
Stefan suspiró, tratando de calmarse.
—Alex, escúchame. Tenemos que hablar. Él no es bueno para ti.
El comentario provocó que Alex apartara su brazo de Stefan con un gesto tajante.
—Si no puedes alegrarte por mí, tal vez no deberíamos seguir viéndonos.
—No… Alex. No es lo que crees —dijo Stefan, desesperado—. Charlie aún te ama. Él me lo dijo.
El rostro de Alex se congeló. El ruido de fondo del restaurante pareció desvanecerse mientras procesaba lo que acababa de escuchar. Finalmente, su expresión se torció en una mezcla de rabia y tristeza.
—¡Basta! —exclamó, alzando la voz—. No porque tú arruines tu vida, yo también tengo que hacerlo. Charlie está peor que nunca. ¡Solo ha vuelto porque extraña el pasado, pero no porque me quiera realmente! Está tan perdido ahora y probablemente no lo notes y te parezca algo normal ser tan indeciso, porque te pareces a él.
Las palabras golpearon a Stefan como una bofetada. Dio un paso atrás, sintiéndose expuesto. Intentó decir algo, pero Alex continuó:
—¿Cómo es que no te das cuenta de la situación? Te perdoné porque de igual forma él te hubiera contactado en cualquier momento, así que no es tu culpa que hayan estado juntos. Me molesta que sigas hablando con él, pese a que te he dicho cientos de veces que la relación terminó en malos términos. Y aunque ahora es diferente, solo quiero tenerlo lejos.
Alex dio media vuelta, titubeó intentando elegir si remedir sus palabras o dar por finalizado la discusión. Finalmente, se alejó, dejando a Stefan.
Las palabras de Alex flotaban en el aire como un eco persistente. Stefan permaneció inmóvil en la misma esquina intentando procesar. Ah… realmente se arrepentía haberse involucrado. Pero lo que más lo atormentaba era una realización inesperada: había mantenido a Charlie en su vida como un recordatorio de cómo no quería acabar. Incluso dentro de toda la rebeldía existía un límite que no debía cruzar. Aquel límite había sido cruzado por Charlie, por eso estaba como estaba. Era un gran ejemplo de lo que no tenía que hacer.
Aceptar la verdad fue incluso más difícil de lo que creía. Tan pronto como comenzaba a admitir que su presencia en el mundo se estaba desvaneciendo, sus ojos se llenaron de lágrimas. No quedaba nada de él. Del joven que alguna vez brilló.
Con un nudo en la garganta y las lágrimas amenazando con brotar, salió del restaurante, dejando atrás tanto a Alex como a Octavio. Subió al primer taxi que encontró y cerró los ojos, deseando que el trayecto pudiera borrar la culpa y el arrepentimiento que lo consumían. Se detuvo en alguna parada. Mientras siguió caminando.
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omegaverse bl, hombre divorciado, matrimonio por contrato y convenencia
Editado: 12.01.2025