La noche estaba en silencio, excepto por el murmullo bajo de la televisión. Stefan estaba recostado en el sofá con una copa de vino en la mano, jugueteando con el cristal mientras su mirada vagaba entre el televisor y el techo. No esperaba nada interesante, solo la típica programación nocturna que lo acompañaba en sus momentos de soledad. No tenía cabeza para hacer nada más. La pregunta seguía divagando en su mente, y pese a que únicamente se presentaba como un recuerdo vago, era molesto.
Las palabras de Octavio lo conducían a una verdad vergonzosa, más calmado se tomó el tiempo pensar. Desde ese día no dejó de preguntarse si realmente lo necesitaba. Halló la respuesta un día después. Cuando encontró nuevamente a Octavio mientras iba de incógnita de compras. Se sorprendió más de que actuara como si nada hubiera pasado que, que lo reconociera al instante, pese a llevar varias prendas que lo camuflaban. Aunque odio la forma en la que le reclamó. Octavio recordó la vez en que lo llevó de compras.
—¿Es como una segunda casa para ti? ¿O por qué pasas tanto tiempo aquí? —preguntó con un rostro serio, pero cargado de ironía.
Stefan se adelantó como respuesta, ignorándolo, mientras sostenía con fuerza el sombrero que cubría su rostro. Pero no dejó de perseguirle, estaba detrás de él, y se hacía notar en cada oportunidad.
¿Qué sentía por ese tipo? Tan solo pensarlo hizo que sus mejillas se calentaran y su rostro se volviera un desastre. Era normal que un omega sintiera atracción por un alfa, incluso si ese alfa fuese el más detestable de todos…
Ugh… Era una idea que odiaba y que deshacía gracias a las copas de vino que no tenían final.
Entre el vino y el programa. Aquel que salía en pantalla era su favorito. Estrellas hablando de estrellas. Había soñado con estar sentado en esa butaca. La pantalla mostraba un set minimalista, pero sofisticado, iluminado con tonos cálidos que resaltaban a las dos figuras en el centro: Assian Aragón, con su usual aire seguro y seductor, y una estrella, sentado rígidamente en el sillón opuesto.
El magnetismo de Assian era innegable. Su voz acariciaba cada palabra, y cada gesto parecía calculado para cautivar tanto a su entrevistado como a la audiencia.
Assian Aragón, un reportero al que Stefan admiraba desde que era un adolescente. Assian no solo era famoso por sus preguntas incisivas, sino también por su habilidad para transformar a cualquiera que pasara por su programa en una celebridad. Su carisma era magnético, y su apellido resonaba como un sello de prestigio en cada rincón del mundo mediático.
Stefan se limitó a escuchar, no tenía ganas de ser iluminado por todo esa perfecta vida, en su lugar vería la oscura pintura del techo, que es más parecida a su vida. Estaba a punto de quedarse dormido frente al maravilloso mundo farandulero de Assian. Hasta que pudo diferenciar una risa entre el eco de la programación. ¿Quién sería ahora el invitado principal? Llamado por la curiosidad, desvió la mirada y su atención se disparó cuando un nombre familiar apareció en la pantalla, seguido del rostro impecable de Octavio.
—No puede ser... —murmuró, enderezándose rápidamente, el movimiento repentino hizo que su mente de un breve giro en el entorno.
Vestido de un traje azul marino con una cortaba dorada.
Cuando se calmó, la vida se aclareció. Stefan sonrió. Quizás, después de todo, Octavio no era un caso perdido. Tal vez, con suficiente tiempo y paciencia, podría usar esta conexión para acercarse a Assian. ¿Una cita? ¿Una entrevista? Las posibilidades lo hicieron emocionarse.
—Octavio —comenzó Assian con una sonrisa que era tanto un arma como un gesto amable—. Es curioso verte aquí, en este ambiente tan distinto del que solías frecuentar. Hace algunos años, eras conocido como el hombre que lo tenía todo. ¿Qué te llevó a desaparecer del radar por tanto tiempo?
Octavio sostuvo la mirada de Assian, su expresión tranquila, pero con un matiz de incomodidad que solo alguien observador notaría.
—A veces la vida te obliga a tomar decisiones drásticas. —Hizo una pausa, meditando sus siguientes palabras—. Digamos que no siempre controlas las circunstancias.
Assian sonrió con un destello de satisfacción. Era un maestro en sacar respuestas sin necesidad de presionar demasiado.
—Entiendo. Aunque, si me permites ser directo, algunos dirían que las circunstancias en tu caso fueron... evitables. Después de todo, perder un imperio familiar no es algo que ocurra de la noche a la mañana.
Stefan parpadeó, sorprendido por la audacia de Assian. Incluso para él, aquello era un golpe bajo. Luego investigaría exactamente lo que significaba eso… solo se concentró en Octavio.
Octavio no pestañeó. Su voz, baja y calculada, llenó el silencio.
—Considerándolo, no se trata de lo que pierdes, sino de cómo te levantas después.
Assian inclinó la cabeza, mostrando una admiración genuina por un momento. Pero no iba a dejar la conversación ahí.
—Y hablando de levantarse, parece que lo estás logrando, considerando tu reciente… ¿Cómo llamarlo? Nueva etapa. —Su sonrisa se ensanchó mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante—. Y, claro, la persona que está a tu lado.
Stefan sintió que su corazón se detenía.
—Vamos, Octavio —Assian alentó una respuesta luego de todo ese silencio palpable—. No subestimes a nuestra audiencia. Han visto fotos, han escuchado susurros. Hay un nombre que aparece con frecuencia últimamente. ¿Te importaría confirmarlo? —La sonrisa era amplia, no tienes que ser un experto en los medios que aquella confesión podría traer muchos oyentes.
Octavio no esquivó la pregunta, pero su expresión se endureció, como si evaluara la mejor manera de responder. Y tan pronto como la cámara se posó en su rostro, Octavio sonrió.
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Editado: 12.01.2025