( https://www.youtube.com/watch?v=excTh6VnRIM ) "Loneliness" Yasuharu Takanashi
Ella estaba recostada en el suelo de la sala grande de su hogar, lo sentía frio como nunca antes. Ella amaba echarse en el frio azulejo de su casa, contemplando al vacío del techo. Sentía El olor a sangre en su nariz además de un cálido liquido cayendo de su boca, nariz y oídos, marcando el inicio de la etapa final de los síntomas, desde que empezó a toser aquel día tan frio, una semana atrás.
Dejó caer el peso de su cuerpo por completo a donde la fuerza invisible la arrastraba.
Él buscaba desesperado algún tipo de medicina que aliviara, aunque sea un poco. el dolor que ella sentía, sabia él también destino que ella tendría, pero, su mente ya no respondía a razones, solo le quedaban emociones y recuerdos fluyendo desde lo más profundo de su aún no deteriorada masa encefálica.
Ella empezó a toser, la sangre salía a borbotones de su boca y nariz, formando una siniestra feria roja a su alrededor.
Él se acercó rápidamente al cuerpo de ella, un líquido cristalino les emanaba desde los ojos.
Ella sabía el destino taciturno que le esperaba, intentaba mantener la calma para poder sobrellevar con felicidad hasta el último segundo con la persona que más amó en toda su vida.
Él, con unos escasos papeles que encontró, limpio aquel líquido carmesí que aun salía sin control de la boca y nariz de ella, impotente miro sus manos cuando el líquido sobrepaso la capacidad de absorción de los papeles y empezó a impregnarse por sus manos, aun mas lagrimas salieron de sus ya magullados ojos nublando su vista, convirtiendo los segundos en eones.
“Parece que hasta aquí llegue, querido” dijo ella sonriente también ya con lágrimas cayendo por sus pálidas mejillas
“No, no puedes, te lo prometí, te prometí que no dejaría que esto pase y tu prometiste no dejar que me pase” dijo él sollozando.
“No todo puede ser como quisiéramos que fuera” dijo ella, con un gran esfuerzo levanto su mano hasta la mejilla de él y la acaricio suavemente, recordando cada dulce momento que vivió a su lado.
Él agarro su mano y la presiono contra su rostro esperando algún milagro que jamás llegaría, poniendo al abrazador calor de la triste y dolorosa verdad todos sus anhelos. En contra de todas las indicaciones, él se acercó a ella para darle el más cálido y largo abrazo que nunca se había visto sobre la faz de la realidad, sintiendo como la vida de su amada se le estaba yendo poco a poco de sus brazos.
“¿Aun recuerdas el día que comenzó?...” dijo ella con una expresión tranquila.
Recuerdos llegaron en orden a la mente de él: los días de aislamiento, cientos de personas haciendo cola para recibir alguna dotación de medicamentos para calmar el dolor de los escasos días que les quedasen respirando en la tierra, el caos de cuando los gobiernos perdieron el control, los militares disparando a todo aquel que se acercará a la barrera de la zona de contención, el estallido al otro lado de la ciudad, el fallo de contención, la histeria en todo el mundo por miedo a morir, la gran cantidad de suicidas que aparecían todos los días en cada uno de los medios, lo difícil que se volvió encontrar comida y agua por la ciudad; aquel grupo de salvajes que enloquecidos ya empezaron a gobernar la sociedad a base de fuerza bruta…
“El día en que nos conocimos” interrumpió ella, dando una luz tenue a las memorias de él.
Él se acurruco a su lado manteniendo su abrazo, comenzó a relatar “Ese día llovió a cantaros, yo iba de camino a la biblioteca, de pronto vino ese auto a toda velocidad al pisar un charco me empapo totalmente los pantalones…”
“Eran pantalones horribles” interrumpió ella sonriente.
“Sí que lo eran “comento él, también esbozando una tenue sonrisa. Él sintió como la temperatura de ella empezaba a decaer rápidamente, él quiso levantarse a buscar algunas mantas para ponérselas a ella, pero lo detuvo ella con su mano fría y débil agarrando su camiseta con firmeza.
“Quédate…” susurro dulcemente ella “sigue contándome, aquella vez”
Él, el abrazo aún más fuerte intentando hacerle conservar el calor “Al entrar en la biblioteca, totalmente incomodo por todas las miradas en mi pantalón mojado, intente buscar el libro que tenía quería leer, pero tú ya lo habías cogido…”.
Ella empezó a temblar, su temperatura ya había bajado lo suficiente como para que cualquier ser humano muriese antes de poderla soportar.
“Sigue…” susurró con lo poco que le quedaba de aliento.
El lloraba mientras continuaba el relato más bello que le pudo suceder jamás “Necesitaba con urgencia aquel libro…” su voz entrecortada hacia un esfuerzo por no romperse por completo “así que fui a buscarte y cuando te encontré me dijiste...”
“¿Te orinaste de la emoción por el libro?” dijeron al mismo tiempo.
“Me reí muchísimo y te explique lo del auto” su esfuerzo por contener su llanto estaba mermando “y supe desde ese momento…” ella dejo de temblar poco a poco “supe que..” intento continuar pero sus lágrimas lo hicieron inútil.
“Supiste que me amabas” susurro una última vez ella, para luego cerrar los ojos lentamente y sonriente dejar poco a poco de existir, mientras su corazón y pulmones dejaban de funcionar al mismo tiempo que su cerebro le mostraba una última vez sus recuerdos más valiosos.
“Supe que te amaría por siempre…” dijo él, antes de empezar a toser sangre también.
“Regocíjate en las lágrimas de tus
enemigos más fuertes” dijo
la voz conocida y amable