Oxford, Inglaterra, 2019
El café estaba lleno de gente y la luz cálida de la tarde se filtraba a través de los ventanales. Brooke se acomodó en su silla, nerviosa, jugueteando con la pequeña bolsa en su chaqueta. Dentro, había un test de embarazo que cambiaría su vida. Pero, por ahora, todo lo que importaba era estar allí, frente a Ethan, el hombre que había sido parte de su vida los últimos tres años.
El padre de su hijo.
Ethan llegó puntual, como siempre. Al abrir la puerta, su mirada se encontró con la de ella y con una amplia sonrisa se acercó a la mesa.
—¿Todo bien? —preguntó, sentándose en la silla vacía.
Brooke asintió, disimulando el revuelo en su pecho.
—Claro —respondió, tomando un sorbo de su café—. ¿Y tú? ¿Cómo va ese futuro brillante que siempre me dices que tendrás?
Ethan se echó hacia atrás, con una sonrisa satisfecha en el rostro. Sacó un papel de su bolsillo y lo deslizó sobre la mesa.
—Me han ofrecido un puesto —dijo, con emoción—. Hay un cupo para un residente de neurología en un programa de intercambio en Japón. El doctor a cargo me recomendó y me lo confirmaron esta mañana. Es una oportunidad única.
Brooke se quedó en silencio, mirando el papel. Algo en su interior empezó a tambalearse. ¿Ethan se iba tan lejos? ¿Por qué no le había hablado de eso antes?
—Eso... es increíble, Ethan. Me alegro mucho por ti —dijo, forzando una sonrisa mientras sus dedos rozaban el test en su bolsillo.
El nudo en su garganta era casi insoportable. No podía arruinar su momento.
—Gracias, Brooke. Sé que esto va a ser un gran cambio, pero es una oportunidad que no puedo dejar pasar.
Brooke asintió, con el peso del mundo en el pecho. Ella quería contarle que estaba embarazada, que todo acababa de cambiar, pero algo la detuvo. No podía hacerlo, no en ese momento.
—¿Y cuándo te vas? —preguntó, intentando mantener la calma.
—En unas semanas. El intercambio es inmediato —respondió, dejando escapar una pequeña risa nerviosa—. Es un gran cambio.
Brooke lo miró, tratando de disimular la emoción que la invadía. Quería decirle que no se fuera, que había algo más importante que cualquier especialización médica. Pero se quedó callada.
Se quedó callada porque sabía el esfuerzo que Ethan hacía para superarse día a día. Ese era momento de celebrar. En unos días le diría del embarazo y verían cómo adecuarse a todos los cambios.
—Te felicito —respondió, tomándole la mano por encima de la mesa.
—Gracias, Brooke. Pero… esto también me ha hecho pensar mucho.
Las palabras siguientes cayeron como piedras en su corazón.
—Lo que quiero decir es que, con este viaje, tengo que centrarme en mi carrera. Este es el momento de mi vida y no puedo dejarlo escapar. —Hizo una pausa—. Quizás es mejor que dejemos las cosas hasta aquí.
Brooke lo miró, desconcertada, sintiendo la ausencia de su mano cuando él la soltó. No podía creer lo que acababa de escuchar.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, casi en un susurro.
Ethan evitó su mirada, inclinándose hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa.
—Lo que quiero decir es que no quiero que haya nada que me distraiga. No quiero que te preocupes por la distancia, por la diferencia horaria. Será complicado y sé que no te gustaría. Ya he puesto mi carrera por encima de muchas cosas, y me negaba a ponerla por encima de ti, pero ahora quiero concentrarme en esto. En mi futuro.
Brooke sintió como si el aire se le escapara del cuerpo. Las lágrimas asomaron, pero las contuvo, mordiéndose el labio.
No podía dejar que él la viera rota.
No quería.
Ethan, viendo su reacción, bajó la mirada, como si quisiera disculparse.
—Por favor, no llores. Lo siento, de verdad. Pero seguro que tú también querrás concentrarte en tu carrera. Yo no quiero que esto sea un obstáculo para ti.
Brooke no podía decir nada. Solo levantó la mirada y, con el corazón destrozado, se puso de pie. Tomó su bolso, apretó el test con fuerza en el bolsillo y salió, sin una palabra más.
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¿Qué harías tú si estuvieras en la situación de Brooke? ¿Dejarías que Ethan se fuera ignorando la situación?