El ex de mamá es mi papá

~4~

El departamento de Jonathan estaba en penumbras, iluminado solo por el resplandor intermitente de la televisión. En la sala flotaba el aroma persistente del café, el único rastro que indicaba que alguien más habitaba allí desde hacía semanas.

Había pasado un mes desde su regreso a Inglaterra y Ethan seguía sin encontrar un lugar propio. Entre las interminables guardias en el hospital y el caos de reconstruir su vida, buscar un departamento quedaba siempre relegado a un segundo plano. Jonathan, su hermano mayor y eterno verdugo en lo que a burlas se refería, lo había acogido sin dudarlo, aunque no sin su dosis de ironía.

"Puedes quedarte hasta que dejes de comportarte como un estudiante universitario sin rumbo."

Y ahí estaba. Hundido en el sofá, con una pierna apoyada en el respaldo y la otra colgando, pasando canales sin prestarle verdadera atención a la pantalla. El cansancio pesaba sobre sus párpados, pero su mente se negaba a detenerse.

El zumbido de su teléfono lo sacó de su ensimismamiento. Lo tomó sin prisa, pero en cuanto leyó el nombre en la pantalla, su cuerpo se tensó.

Brooke: Puedo hablar mañana.

Un leve cosquilleo le recorrió el estómago. Sus dedos se movieron solos sobre la pantalla.

Ethan: Tengo libre la mañana y parte de la tarde.

La respuesta llegó enseguida.

Brooke: A las 10 a. m. En el café de siempre.

Ethan sintió una punzada extraña en el pecho. El café de siempre. Todavía lo llamaba así. En cualquier otro contexto, se habría sentido feliz, pero ese lugar no solo era un recuerdo compartido… era el escenario donde había tomado la peor decisión de su vida.

Ethan: Ahí estaré. ¿Cómo sigue Ava?

Esta vez, la respuesta tardó unos segundos más en aparecer.

Brooke: Está bien. Tan bien que tuve que recordarle que el doctor le pidió que descansara y que no debería saltar en la cama.

Ethan soltó una risa por lo bajo. Se la podía imaginar con total claridad: una niña inquieta, incapaz de quedarse en reposo luego de sentirse un poco mejor por la medicina.

Ethan: Parece que tienes una paciente difícil. Espero que pasen buena noche. Descansen.

Brooke: Tú también. Hasta mañana.

Ethan dejó el móvil sobre su pecho y exhaló despacio. Su mente iba a mil por hora. Al día siguiente hablaría con Brooke. Y si sus sospechas eran ciertas…

El sonido de la puerta al abrirse lo sacó de golpe de sus pensamientos. Jonathan entró con cajas de pizza en las manos y el ceño ligeramente fruncido.

—¿Con quién hablabas? —preguntó, cerrando la puerta con el pie antes de dejar las llaves en la mesa de entrada.

Ethan se acomodó en el sofá con aire despreocupado.

—Nadie.

Jonathan lo miró con los ojos entrecerrados antes de señalarlo con un movimiento de cabeza.

—Esa sonrisa. No la veía desde que estabas con Brooke. Y eso fue hace un siglo.

Ethan bufó.

—No exageres.

—Si no quieres contarme, entonces no te molestará que no quiera compartir la pizza —dijo, dejando las cajas sobre la mesa de centro y abriendo una con aire triunfal.

Ethan se inclinó hacia adelante, inhalando el aroma del queso derretido y la masa crujiente.

—Me salvaste la vida. Estaba a punto de dormir con el estómago vacío.

—¿Solo café hoy?

—Café y más café —confirmó, tomando una porción.

Jonathan se dejó caer en el sillón junto a él, observándolo con curiosidad mientras mordía su propia porción.

—Entonces, ¿con quién hablabas? —insistió con tono casual—. Si no me dices, te quito la pizza.

Ethan mascó con paciencia, pero cuando Jonathan le lanzó una mirada cargada de expectativa, terminó suspirando.

—Con Brooke.

Jonathan se quedó inmóvil por un segundo, con la pizza a medio camino de su boca.

—No te creo.

Ethan sonrió de lado.

—No es broma.

Jonathan dejó su pizza en la caja y se giró por completo hacia él.

—¡Espera, espera, espera! ¿Brooke? ¿Tu ex Brooke? ¿La Brooke a la que dejaste de la peor manera posible?

Ethan chasqueó la lengua, irritado.

—Gracias por recordármelo. Como si no lo tuviera presente.

—No es que necesites recordarlo —Jonathan le dio un mordisco a su pizza y habló con la boca medio llena—. Es que, sinceramente, nunca pensé que volverías a hablar con ella.

Ethan se pasó una mano por la nuca.

—Yo tampoco.

—¿Y entonces?

—Nos encontramos en el hospital.




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