El café estaba tranquilo, con solo un par de clientes dispersos y el aroma a espresso flotando en el aire. Ethan estaba sentado junto a una de las ventanas, con las manos entrelazadas sobre la mesa. Por fuera, podía parecer sereno, pero por dentro, su mente era un caos.
Cada vez que pensaba en Brooke, sentía una extraña presión en el pecho.
Cuando la puerta se abrió y la vio entrar, su corazón dio un vuelco. Sin pensarlo, se puso de pie en un gesto automático de cortesía.
—Hola —saludó ella, con un tono neutral.
—Hola —respondió él, estudiándola con atención.
Se sentaron, y apenas lo hicieron, un mesero se acercó con una sonrisa profesional. De esas que aseguraban una jugosa propina.
—¿Qué van a tomar?
Brooke se acomodó en la silla.
—Un capuchino, por favor.
—Lo mismo para mí —añadió Ethan.
El mesero asintió y se retiró.
Brooke soltó un suspiro, pasó las manos por su falda y lo miró de frente.
—Bien, la última vez que estuvimos aquí, no pude ni abrir la boca —dijo, entrelazando los dedos sobre la mesa—. Así que esta vez voy a empezar yo.
Ethan se preparó, aunque su pulso se aceleró.
—Te conozco lo suficiente como para saber que eres un hombre inteligente —continuó Brooke—. Seguramente ya hiciste todos los cálculos necesarios. Así que seré directa y no daré vueltas.
Se inclinó levemente hacia adelante, sin apartar los ojos de los suyos.
—Ava es tu hija.
Ethan sintió que el mundo se detenía.
Abrió la boca para hablar, pero Brooke levantó una mano, cortándolo antes de que pudiera pronunciar palabra.
—Antes de que digas algo —agregó rápidamente—, quiero que sepas que no me siento orgullosa de habértelo ocultado. Pero fue la única reacción que tuve ante tu frialdad.
Su confesión le cayó encima como una avalancha.
Y justo en ese momento, el mesero apareció con los cafés.
—Dos capuchinos —anunció con entusiasmo, ajeno a la tensión en el aire.
Brooke envolvió la taza entre las manos en cuanto el hombre se marchó.
Ethan, todavía con la cabeza llena de pensamientos, respiró hondo.
—¿Cómo está? —preguntó de pronto.
Brooke parpadeó, sorprendida.
—¿Ava?
—Sí. ¿Cómo pasó la noche?
Brooke tomó un sorbo de café antes de responder.
—Mejor. Todavía tiene algo de congestión, pero no hay fiebre.
Ethan asintió y, tras una breve pausa, comentó:
—Cuando era niño, mi madre me daba mandarinas cuando estaba enfermo. Decía que la vitamina C ayudaba a mejorar más rápido.
Brooke arqueó una ceja con curiosidad.
—¿Y realmente funciona o es solo un mito?
Ethan dejó su taza sobre el platillo y se acomodó en la silla.
—Bueno, la vitamina C tiene un papel importante en el sistema inmunológico. No es una cura milagrosa, pero puede ayudar a reducir la duración de un resfriado o aliviar un poco los síntomas. Aunque en mi caso —sonrió de lado—, tal vez me sentía mejor solo porque mi madre juraba que me haría bien. Algo así como un placebo con sabor a cítrico.
Brooke soltó una leve risa.
—Suena como algo que haría una mamá.
—Definitivamente. Y lo peor es que funcionaba. Apenas me daba una mandarina, me convencía de que ya estaba mejor.
Brooke lo observó por un momento, como si procesara algo más allá de la simple anécdota.
—Ava no es muy fan de las mandarinas —comentó finalmente—. Prefiere las fresas.
Ethan sonrió levemente.
—Fresas, bien. ¿Qué más le gusta?
Brooke lo observó con cautela.
—¿Quieres saber sobre ella?
—Por supuesto.
Ella jugueteó con la cuchara de su café.
—Le encantan los perros, pero como vivimos en un departamento, no tenemos uno. También ama las historias de hadas y las burbujas de jabón. Y… baila todo el tiempo. Hace casi un año que va a clases de ballet.
Ethan sintió una punzada en el pecho. Se había perdido de mucho.
—¿Qué sabe de mí? Fue raro que me reconociera como tu ex.
Brooke suspiró.
—Hace un tiempo encontró una foto nuestra. Ni siquiera sabía que todavía la tenía. Obviamente preguntó quién eras, así que le dije la verdad. Que fuiste mi novio.
Ethan tragó en seco.
—¿Y qué dijo?
Brooke sonrió, aunque sin rastro de alegría.
—Nada. Solo asintió y pasó a otro tema. Pero sé que se quedó pensando al respecto. Ava es curiosa y muy perspicaz para su edad.