Cerré la llave del baño y el sonido del agua ceso por completo desapareciendo de a poco hasta quedarme rodeado de un profundo silencio. Estaba ahí, parado con la mano todavía agarrando la llave y la mirada fija en el suelo como si estuviera viendo algo especial. Había algo vapor volando en todas direcciones, pero cuando ya iba desapareciendo, mi cuerpo comenzaba a sentir el frío. Desnudo por completo, mojado y tiritando de frío, por más que no quería pensar en lo que estaba pasando, mi cerebro seguía insistiendo en que tenía que poner atención en lo que estaba pasando. Que era algo importante e imposible de pasar por alto.
Sacudí de nuevo la cabeza y salí de la ducha. Agarré la toalla blanca que tenía allí colgando esperando mi presencia y comencé a frotarla por cada parte de mi cuerpo. Pero cuando llegué a las manos, tuve que detenerme dado a que sentí un pequeño dolor allí.
Haciendo un gesto de confusión, coloqué la toalla sobre el lavamanos y comencé a detallar con cuidado para ver qué era eso que me había producido una pequeña sensación de dolor. Y entonces vi que por encima y por debajo de las muñecas, tenía esas mismas heridas que tenía a la altura del codo. Esos pequeños puntos rojos que, para mí, se alejaban demasiado para ser una picadura de mosquito. Eran muy precisas y un poco difícil de ignorar, pues el aspecto que tenían daba a entender que no había sido cualquier aguja lo que había atravesado mi piel, sino que era una aguja de gran tamaño. Además de eso, estaba un poco morado alrededor. Me pareció todavía más raro, pues el aspecto que tenían me daba a entender que habían sido hechas horas antes, como si hubiera acabado de salir de una clínica o un examen de sangre.
Levanté la mirada y pude detallarme en el espejo. Seguía igual a como me había visto antes, solo que ahora mi cabello era un descontrol. Me acerqué más como queriendo buscar algo más de información, puesto que cuando me estaba secando con la toalla, sentí esa pulsación de dolor en mi cuello, pero había sido tan leve que apenas si la noté. Levanté un poco la barbilla solo para darme cuenta de que al lado derecho y el izquierdo de mi cuello, tenía también esos puntos rojos con su pequeño hematoma rodeando la zona. Fruncí el ceño confundido.
—Lucas... —oí a Diego preguntar desde el otro lado de la puerta. Me sobresalté un poco y volteé a mirar hacia la entrada agarrando la toalla para tapar mis partes pensando que Diego de pronto iba a ingresar, pero tenía el seguro. —¿Estás bien?, llevas casi una hora ahí metido.
—Sí... no te preocupes. —le respondí en voz alta aún conservando la toalla. —Ya voy a salir.
Escuché sus pasos en la habitación y luego solo hubo silencio. Seguro se había lanzado sobre mi cama, con esa ropa sucia y lleno de polvo.
Respiré. Sujeté la toalla con fuerza y terminé de secare el cuerpo con ella. A continuación, la envolví en mi cintura, tomé la ropa sucia y salí del cuarto de baño con cuidado.
—Por un momento pensé que algo te había pasado... —me comentó demostrando algo de preocupación en su rostro. Me le quedé viendo. —¿Estás bien?, te veo algo pálido.
No dije nada. Solo caminé hasta el cesto de ropa más cercano mientras él me seguía con la mirada. Tiré la ropa sucia en su interior y luego me sacudí un poco las manos. Volví mi mirada hacia Diego que aún me observaba algo confundido, pues el silencio que en ese momento tenía para él no era algo normal.
—Ven... necesito que veas esto. —le pedí. Caminé hasta mi cama aún tiritando de frío y me senté en el borde. No recordaba que fuera tan cómoda, pero de inmediato lo recordé como era dormir en mi propia cama. Iba a dormir muy bien.
Volteé a mirar a Diego, pues estaba ahí parado observándome algo confundido. Miles de pensamientos estaban pasando por su cabeza y lo supe por la forma en la que me miraba. Era como si creyera que algo "sucio" fuera a pasar si se acercaba a mí y que lo que le iba a mostrar no eran las heridas de aguja.
Sonreí. —No estarás pensando en lo que yo creo... ¿o sí?
—¿Y qué es exactamente lo que estoy pensando? —me preguntó, curioso. Seguía parado allí dudando de si debía acercarse. No tenía nada en las manos, solo estaba sentado en la cama con una toalla que cubría media parte de mi cuerpo.
—Tendrás que averiguarlo si te acercas. —le respondí. Miró a ambos lados de la habitación buscando alguna respuesta diferente, pero aún así, lleno de duda se sentó a mi lado. La cama se hundió al sentir su peso y entonces me sentí algo presionado.
No era nada malo, lo único que quería enseñarle era eso que había acabado de descubrir.
—A ver... —estaba muy cerca de mí, tanto así, que podía sentir el calor que su cuerpo emanaba junto a su delicada respiración que apenas si se podía sentir. Tragué saliva, pues eso me estaba excitando un poco.
¿Para que ocultarlo?, solo tenerlo tan cerca, observándome con esos ojos miel claro me estaba volviendo loco y una sensación más grande que la de simplemente conocerlo me estaba aplastando el cuerpo.