Una vez que mi madre terminó de comer, volvió ala cocina sometida bajo un silencio profundo. Brenda me miraba con cara de pocos amigos y un tanto disgustada por la actitud que había tenido con Nora. No la culpaba, estaba en su derecho de sentirse molesta y yo también estaba en el mío; solo estaba molesto porque ahora la actitud de mis padres era diferente y eso me causaba impotencia porque ni siquiera sabía el motivo. Nadie cambia de la noche a la mañana.
—Lucas... dijo Brenda mencionando mi nombre de forma cortante y fija. —Esa actitud con tu madre... —quería entrometerse más, pero conservó el silencio en esa parte y puntuó. —Creo que ha notado que no estás feliz.
—Todos lo notamos. —añadió Diego dedicándome una mirada. Luego se dirigió a su plato para seguir comiendo de lo poco que le quedaba. —Se pudo sentir tu sangre hervir.
—Yo... —no sé por qué, pero me sentí como un monstruo en ese momento. Responder de esa forma tan cortante y con una sensación de que no me importara lo que dijera mientras nos hablaba del terremoto y otras cosas, no había sido lo correcto y estaba consciente de que había metido la pata muy profunda. —Creo que me he dejado llevar por el sentimiento.
—Deberías hablar con ella y disculparte... —me pidió Brenda sin apartar esos ojos verdes de mí. Los tenía fijos y por eso la observé, porque su mirada me intimidaba un poco. —Puede que no sean los mejores padres por todo lo que me has contado, pero no deberías ser así con ellos.
—Tú no entiendes, Brenda. —le respondí de forma cortante. Ella tenía razón y en gran parte tampoco. Brenda no había vivido casi toda su vida creciendo con una extraña y luego viendo a sus padres en las noches o muy por la mañana. —No sabes cómo me siento ahora que recuerdo cosas de ella.
—Es cierto, no puedo entender... —me respondió recostándose en la silla sin apartar la mirada de mí. —Pero al menos tienes a tu madre con vida, no como yo... —le dedico una leve mirada a Diego que seguía comiendo en silencio sin meterse en nuestra conversación. —... o como él. Tú madre ahora está demostrando que ha metido también la pata y eso demuestra que si le importas y quiere lo mejor para ti.
Conservé el silencio y la calma. El resentimiento que en ese momento estaba sintiendo por dentro del cuerpo me estaba comiendo vivo. Solo recordé la expresión en el rostro de Nora cuando se levantó del comedor. Callada como si la hubiera lastimado. Ella lo había notado, el cambio en mi actitud fue tan repentino que ni siquiera lo vio venir.
—Vuelvo enseguida. —dije. Me levanté de la silla y caminé hasta la cocina con mucho cuidado. Sentí la mirada de Brenda y también la de Diego analizando todo mi cuerpo, pero desde luego eso no me importó ni mucho menos me detuvo para girarme hacia ellos y decirles algo. Solo caminé dejándome llevar por el sentimiento.
Al momento de ingresar a la cocina, me di cuenta de que era un lugar bastante amplio que, a pesar de que no recordaba, se me hacía muy familiar—claro, era mi casa, duh. —Había alacenas en la parte superior de color blanco y café, con una ventana en el lavaplatos, una mini isla en la cocina hecha del mismo material que todo lo demás, con un par de lámparas sobre ella iluminando unas bolsas blancas que estaban abiertas.
Mi madre estaba en el lavaplatos, con ambas manos apoyadas en el borde sin hacer ningún movimiento y con su mirada fija en la oscuridad que entraba por la ventana y daba al patio. La pude sentir llorar en silencio, pero también pude sentir que esos sollozos tan silenciosos que salían de su garganta no eran de tristeza por haberme comportado así. Eran de arrepentimiento.
—Yo... —no sabía qué hacer ni mucho menos como actuar o por dónde empezar. —Quiero disculparme... creo que fui grosero hace unos momentos.
Ella al oír mi voz se puso tensa, fue como si la hubiera cogido por sorpresa y mucho menos se hubiera dado cuenta de que estaba parado a varios metros de distancia de ella observándola. Me acerqué a la isa y me quedé parado allí observándola. Aún estaba vestida de rojo, con una cola en el cabello similar a la de Brenda y unos tacones bastante altos que le daba un toque de "poder".
Se giró hacia mí luego de pasarse una mano por la cara y así reafirmé el hecho de que estaba llorando. Eso me rompió el corazón, ¿alguna vez han hecho llorar a sus madres?, sí, es lo peor.
—Cuando tu papá y yo sentimos el terremoto. —comenzó a hablar sin mencionar algo más. —Y nos dimos cuenta de que el epicentro había sido en Manizales y que todo estaba destruido... me di cuenta de lo mala madre que había sido para ti. —confesó con una irónica sonrisa. Apenas si me miraba y yo solo la escuchaba hablar. —La noticia de esto, fue como si alguien me hubiera abofeteado y me hubiera dicho "estúpida, tienes un hijo en medio de un desastre natural y tú aquí bebiendo vino con tu marido" —volvió a sonreír, pues su voz cambió un poco al decir esta última línea. Pero su rostro volvió a cambiar cuando me miró. —Todo en mí se rompió y me preocupé demasiado... creí que habías muerto. —se acercó con cuidado rodeando la isla hasta quedar parada frente a mí. Se me quedó viendo y me agarró una mejilla tiernamente. —Luego en las noticias estaban todos esos números... aumentando cada minuto notificando la cantidad de muertos, heridos y desaparecidos... y... y en lo primero que pensé fue en que algo te debió haber pasado. —me explicó con brevedad. Le tomaba algo de trabajo contarme su experiencia. —Salimos de viaje inmediatamente abandonando una importante reunión de la compañía... arrastré a tu padre conmigo, pues el trabajo pasó a ser un segundo plano. —soltó mi mejilla. —Cuando te vi cubierto de polvo, sentado junto a esos escombros y con esa herida en la cabeza... sentí un descanso y solo pensé en querer abrazarte.