Jimmy gritó.
Su voz quebró el silencio del bosque cuando Wisafa lo obligó a confesar.
La bruja había invadido su mente, arrancándole cada secreto con el filo del dolor.
Las cadenas lo mantenían de rodillas. Cada intento por resistirse solo provocaba más sufrimiento.
Al final, sin fuerzas, habló. Le contó todo: el plan de Nil, el paradero de sus hijos, los nombres de quienes se atrevían a desafiarla.
Wisafa escuchó cada palabra con calma inquietante.
—Así que… buscan a Ander —dijo con una sonrisa fría—.
Tarde.
Ya lo tengo.
En lo más profundo de la montaña, Ander rugía dentro de una jaula de hierro negro.
Su cuerpo de lobo se agitaba sin descanso, los ojos encendidos por una furia que no le pertenecía.
Los barrotes estaban cubiertos con runas que chispeaban a cada golpe.
Cada aullido suyo se alzaba hacia los cielos, llamando sin saberlo a los antiguos lobos de Sköll, los mismos que habían servido a la oscuridad.
Ellos sentirían su llamado… y vendrían.
Wisafa lo sabía.
Y también sabía que Nil y su grupo la estaban siguiendo.
Pronto llegarían todos.
Pronto, el bosque volvería a arder.
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Mientras tanto, Nil y los suyos descansaban junto al fuego.
La calma era apenas un disfraz; la tensión se respiraba en el aire.
De pronto, un eco lejano estremeció la noche: aullidos. Muchos.
Nil se levantó de un salto.
—¡Despierten! —gritó—. ¡Los lobos están en camino!
Entre los sonidos del bosque reconoció uno más profundo, desesperado.
—Es Ander… —susurró—. ¡Es mi hijo!
Peter se interpuso antes de que Nil corriera.
—¡Espera! Entiendo tu desesperación, pero si actuamos sin pensar, perdemos todo.
Nil apretó los puños.
—No puedo quedarme quieto mientras él sufre.
—Justamente por eso debemos tener la mente fría —replicó Peter—.
Wisafa no capturó a Ander para matarlo. Si quisiera hacerlo, ya lo habría hecho. Nos quiere a nosotros allí. Quiere que vayamos tras él… para atraparnos.
Nil bajó la cabeza.
Peter le apoyó una mano en el hombro.
—Te prometo que tu hijo volverá contigo, pero debemos hacerlo bien.
Nil asintió con un suspiro.
—Está bien… lo haremos a tu modo. Gracias, Peter. No sé qué haría sin ustedes.
—Estamos juntos en esto —respondió él.
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Peter tenía un plan.
No todos lo aprobaron.
Quería llevar a Bill frente a Wisafa.
—Si la ve —explicó—, podría titubear. Tal vez… recordarla humanidad que alguna vez tuvo.
Scott lo miró con incredulidad.
—O podría enloquecer aún más —replicó—. Y eso nos condenaría a todos.
—O nos daría la oportunidad que necesitamos —insistió Peter—.
Mientras ella se enfoca en Bill, Gael puede acercarse a Ander y tocarlo. Si su poder aún funciona, podrá romper el hechizo.
Nil escuchaba en silencio, dudando entre el miedo y la esperanza.
Finalmente asintió.
—Lo intentaremos.
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Al otro lado del bosque, Jimmy se revolvía entre cadenas, cubierto de heridas.
Había resistido todo lo que pudo, pero ya no quedaba fuerza en su cuerpo.
Wisafa se acercó lentamente.
—No te culpo por traicionarlos —susurró con voz serpenteante—. La lealtad es un lujo de los ingenuos.
Jimmy levantó la cabeza, con la mirada ensangrentada.
—Ander… nunca te obedecerá.
Wisafa sonrió con los ojos.
—Ya veremos.
Entonces, en un último intento, Jimmy cerró los ojos y dejó que la oscuridad lo atravesara.
Su cuerpo tembló… y en un destello se transformó.
El lobo emergió.
Las cadenas se rompieron con un rugido que hizo temblar la cueva.
Wisafa apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que él escapara entre las sombras, guiado por los aullidos de Ander.
Una tras otra, las siluetas de la manada fueron apareciendo, corriendo bajo la luna, respondiendo al llamado de su nuevo amo.
Todos se dirigían a Lubru.
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En la distancia, Nil y los suyos vieron el movimiento.
Una masa gris cruzaba los bosques, corriendo con furia.
—Es la manada —murmuró Scott—.
Nil apretó el arco.
—Entonces Ander está allí. Y también ella.
El suelo comenzó a vibrar.
Un trueno resonó.
Y en el corazón del bosque, Wisafa los esperaba.
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Jimmy llegó primero.
Encontró a Ander encerrado, golpeando los barrotes con desesperación.
—Tranquilo, hermano… ya estoy aquí.
Cuando intentó abrir la jaula, el aire se volvió espeso.
Un susurro helado lo envolvió.
—¿De verdad creíste que te dejaría llegar tan lejos? —dijo Wisafa, apareciendo detrás de él.
Su figura emergió de la oscuridad: pálida, decrépita, los ojos como pozos de sombra.
Los lobos que la acompañaban retrocedieron, horrorizados.
Uno a uno huyeron entre los árboles.
Jimmy permaneció quieto, temblando, pero no retrocedió.
—No te tengo miedo —gruñó.
Wisafa abrió lentamente la boca… y una sombra negra salió de ella, densa y viva, envolviéndolo por completo.
Jimmy gritó mientras era arrastrado hacia el bosque, desapareciendo entre la maleza.
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Nil y los demás escucharon los gritos.
El aire se llenó de aullidos y truenos.
—¿Qué fue eso? —preguntó Gael.
De entre los árboles apareció un lobo solitario, jadeante.
—Si no quieren terminar como Jimmy, retrocedan —advirtió—. La oscuridad la rodea.
Nil lo miró con determinación.
—No. Seguiremos adelante.
El lobo bajó la mirada y se perdió entre las sombras.
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Desde la cima de la montaña, una figura apareció entre la neblina.
Era Bill, montado en su caballo marrón, con el cofre en sus manos.
Gael corrió hacia él, aliviado.
—¡Bill! ¡Viniste!
Peter y Scott intercambiaron una mirada preocupada.
—Esto puede terminar muy mal —murmuró Scott.
Peter asintió.
—Pero si no lo intentamos, jamás sabremos si había esperanza.
El cielo se oscureció aún más.
Truenos. Relámpagos.
El poder de Wisafa comenzaba a despertar completamente.
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Editado: 06.10.2025