La tormenta rugía sobre el bosque.
Entre relámpagos, Ander intentaba usar su poder para liberar a Gael, pero sabía que sin el cofre, todo sería en vano.
Por eso Bill había vuelto… y con él, la última esperanza.
Cuando llegó, empapado y exhausto, les explicó lo que el abuelo jamás escribió en su carta.
—El cofre debía ser llevado hasta Lubru —dijo con voz grave—. Solo allí la maldición puede ser contenida. Si se abre en otro lugar, el hechizo se desata… como ya ocurrió.
Todos lo escucharon en silencio.
Peter y Scott se miraron.
Por primera vez, su padre no estaba en contra de ellos. Por primera vez, los tres compartían un mismo propósito.
Las viejas heridas parecían borrarse bajo la lluvia.
Bill sonrió apenas.
—Nunca fui un buen padre… pero si hoy puedo ayudarlos, aunque sea una vez, valdrá la pena.
---
Habían pasado días antes de que Bill llegara a Lubru.
Cabalgó bajo truenos, arrastrando el peso del pasado y del cofre.
Nil quiso enviarlo de regreso a Genestaza, pero Peter lo detuvo.
—Debe quedarse. Necesitamos agotar todas las posibilidades.
Martí dudó.
La presencia de Bill era un riesgo… pero también una señal.
El destino parecía empujarlos a reunir todo lo que la maldición había separado.
---
Esa noche, cuando las nubes cubrieron por completo la luna, el grupo se preparó.
El cofre estaba abierto, esperando.
El aire olía a hierro y tierra mojada.
Pero mientras ellos se organizaban, Bill ya había emprendido el camino de regreso.
La lluvia se volvió un diluvio, y el río creció como si despertara de un largo sueño.
El caballo relinchó con furia, perdió pie… y ambos fueron arrastrados por la corriente.
El cofre no lo vio nadie más; Bill desapareció en la oscuridad.
---
En Lubru, Gael avanzó lentamente hacia la jaula donde Ander seguía atrapado.
Peter y Scott lo cubrían con las ballestas listas.
El ambiente era sofocante.
El bosque parecía observarlos, respirando con ellos.
De pronto, algo invisible lo detuvo.
Una fuerza lo envolvió como una telaraña.
Gael forcejeó, luchando contra el vacío.
Hasta que, con un grito ahogado, logró liberarse.
Una risa aguda cortó el aire.
—Salgan de donde están —susurró la voz de Wisafa, reptando entre los árboles—. No sean ridículos… sé que están todos aquí.
El silencio fue inmediato.
Nadie se movió.
Y entonces, la voz volvió, más cruel.
—Peter… Scott… ¿saben dónde está su padre ahora?
Las palabras los helaron.
Peter se incorporó, con la rabia en los ojos.
—¿Qué hiciste con él?
Scott intentó detenerlo, pero ya era tarde.
Wisafa rió, un sonido que no pertenecía a ningún ser vivo.
—Tu padre… fue arrastrado por el río. Ya no existe.
El grito de Peter partió la noche.
Cayó de rodillas, roto, mientras Scott lo abrazaba sin poder contener su propio llanto.
Wisafa los miró con placer.
El dolor de los otros la alimentaba.
---
Fue entonces cuando Gael aprovechó su distracción.
Sigiloso, se acercó a la jaula.
Sus dedos temblaban, pero su determinación no.
Tocó a Ander.
En un destello, la maldición se rompió.
Un rugido de luz los envolvió.
Sköll, la sombra ancestral, se desprendió del cuerpo de Ander, girando como humo vivo.
El cofre se abrió solo, emitiendo un sonido profundo, casi un lamento.
La sombra fue absorbida, gritando con voces de mil ecos.
Nil cerró el cofre de un golpe.
Un estruendo recorrió todo Lubru.
---
Ander cayó de rodillas.
Sus ojos, antes salvajes, volvían a ser humanos.
—¿Qué… qué pasó? —preguntó con voz temblorosa.
Gael lo abrazó sin decir palabra.
Cuando Wisafa comprendió lo que había ocurrido, lanzó un grito que desgarró el bosque.
El poder comenzó a huir de su cuerpo como arena entre los dedos.
Intentó lanzar un hechizo, pero ya no podía.
Su piel envejecía por segundos; sus ojos se apagaban.
La bruja cayó al suelo, temblando, reducida a una anciana frágil.
Las nubes negras se abrieron sobre Lubru, y por primera vez en siglos, la luz atravesó el bosque.
Peter y Scott la miraban en silencio.
No quedaba odio, solo una tristeza profunda.
Era su madre… pero también la causa de todas sus pérdidas.
Nil y Martí arrastraron el cofre lejos del lugar, mientras Ander los seguía, confundido, todavía recuperándose.
Nil lo abrazó con fuerza.
—Tu madre, Sara, estaría orgullosa de verte libre, hijo.
Gael no dejaba de mirarlo, con lágrimas en los ojos.
—No pensé que volvería a verte…
Ander sonrió débilmente.
—Gracias, hermano. Gracias por no rendirte.
Caminaron bajo un cielo nuevo.
Los truenos cesaron.
El bosque de Lubru, que alguna vez fue maldito, ahora dormía en paz.
---
Horas después, entre los árboles, vieron algo moverse.
Era el caballo marrón de Bill.
Asustado, empapado… pero sin su jinete.
Peter y Scott lo reconocieron de inmediato.
El corazón se les detuvo.
Cargaron el cofre sobre el animal para llevarlo a salvo a Genestaza, sin saber si su padre seguía vivo o no.
Antes de partir, regresaron donde yacía Wisafa.
Seguía en el suelo, con los cabellos blancos pegados a la cara, mirándolos con un dejo de nostalgia.
—Váyanse —susurró—. Ya consiguieron lo que querían.
Scott dio un paso al frente.
—Solo queremos saber… ¿dónde está nuestro padre?
Ella levantó la vista.
Por primera vez, había tristeza en su voz.
—El río se lo llevó… y no volverá.
Peter la observó por última vez.
No vio a la bruja, sino a una mujer rota, vencida por su propia oscuridad.
Se dio media vuelta, tomó las riendas del caballo, y junto a su hermano, desapareció entre la neblina.
El eco de la tormenta se desvaneció lentamente.
Lubru volvió al silencio.
Solo el cofre, guardado bajo llave, seguía vibrando en su interior…
como si algo, aún allí dentro, siguiera respirando.
#18072 en Fantasía
#6563 en Personajes sobrenaturales
brujas maldiciones secretos, brujas hombreslobo, misterio aventura
Editado: 06.10.2025