El Extraño de la Ciudad de la Luna

10.

Laura, esta vez vestida de manera más sobria, recibió a Jan sin una sonrisa, aunque lo abrazó como de costumbre. A Yan le pareció que, a pesar de todo, la actitud de ella hacia él no había cambiado. Entonces, ¿qué era lo que estaba ocurriendo?

Laura no tardó en contárselo. Le habló del asesino y de la desaparición de su amiga. Todo parecía inquietantemente similar a lo que había sucedido con aquel vecino asesinado...

—En las guerras, solían decir que un proyectil nunca cae dos veces en el mismo cráter —comentó Yan, mientras ella ponía la mesa y servía el plato prohibido de turno—. Esta vez, explicó Laura, tocaban croquetas.

—Sí, lo sé. Pero tengo la sensación de estar en una trinchera, y que esos proyectiles estallan cada vez más cerca.

—Te entiendo. Lo de Legri te ha impresionado, y ahora temes por tu amiga... Pero sinceramente, no veo que tú corras peligro. A excepción, claro, de los riesgos inherentes a tu trabajo —dijo encogiéndose de hombros.

—Ojalá tengas razón —suspiró ella, aunque en su mirada había algo más. Algunas ideas cruzaron fugazmente por la mente de Yan, pero Laura lo interrumpió con una pregunta—: Y tú, ¿cómo estás?

—Imagínate... también tengo mis problemas. Aunque todavía no sé exactamente qué significan. Alguien... o mejor dicho, dos entidades diferentes, parecen haberse interesado demasiado por mí —explicó, relatándole primero el asunto con el departamento de control y luego lo del misterioso intruso que se conectaba ilegalmente a la red informática, alguien a quien aún no había podido localizar.

Laura lo escuchaba atentamente, mientras el loro gris, posado en su hombro, inclinaba la cabeza de un lado a otro como si también intentara comprender. Era un animal sorprendentemente perspicaz. Finalmente, ella comentó:

—Yo, en tu lugar, no me preocuparía tanto por esos desconocidos... ¿Qué podrían hacerte, si ellos mismos actúan al margen de la ley? Pero el departamento de control... eso sí es serio.

—¿Y qué es exactamente? Tú deberías saberlo. Seguro que colaboráis con ellos.

—Digamos que no es de mi nivel. Yo soy patrullera. Quienes tratan con ellos son el capitán Davis o, a lo sumo, el teniente Lekar, si el caso lo requiere.

—Entonces, ¿qué controlan exactamente?

—El propósito mismo por el que fue fundada nuestra ciudad. Asegurarse de que todos respeten ese propósito y ni siquiera piensen en desviarse. Vigilan la lealtad, la ortodoxia del pensamiento... Que nadie siquiera imagine causar daño.

—Yo nunca he pensado en dañar a nadie.

—Tú lo crees así... pero ellos podrían interpretarlo de otra manera.

—En resumen, control del pensamiento. Y ese control lo ejercen principalmente a través de las computadoras —concluyó Yan.

—Principalmente, sí. Pero no exclusivamente. Como te dije, también tratan directamente con nuestro mando...

Yan la miró inquisitivo, sin dejar de comer. Había comprendido ya que la carne le proporcionaba una energía que su anterior dieta nunca le había dado. Laura había sabido bien cómo atarlo a ella... Sin embargo, se atrevió a decir:

—Si no quieres contarme, no lo hagas. Pero no me tomes por tonto.

—¿Qué insinúas?

—Que sabes mucho más sobre ese departamento de control de lo que dices. Y lo pintas como... una organización dedicada a vigilar que la gente piense como debe pensar, según sus criterios. Y si uno conoce la historia, es fácil ver el paralelismo con departamentos ideológicos de partidos totalitarios... o con la policía política. Y por tu tono, veo que no te simpatizan mucho. No me extraña —añadió señalando con el tenedor los restos en su plato—. Esto no les gustaría... Y no sólo por cuestiones ideológicas. Mencionaste el mercado negro. Pero, en una ciudad como la nuestra, ¿de dónde puede surgir un mercado negro? Aquí no se crían animales para carne. Nunca se ha hecho, justamente por esas ideas que el departamento de control protege. Y sin embargo, aquí está la carne. Alguien tuvo que tomar la iniciativa. No una persona aislada. Esto... esto es obra de una organización, y tú formas parte de ella. No sé qué fines persigue, más allá de alimentar a sus miembros... y a quienes estén cerca de ellos. No me lo cuentes si no quieres. Yo, de todos modos, no te delataré —y en ese momento la expresión de Jan se tornó seria—. Además, sospecho que esa organización lleva tiempo funcionando. Pero ahora... apareció ese asesino del que hablabas, al que en la policía llamáis 'nuestro amigo'. No sentirías que las bombas estallan cada vez más cerca si... ese asesino no tuviera alguna relación con tus actividades. No con la policía... —Terminaron de comer, y Jan bebía ahora su té dulce, una afición que compartían.

—Ese asesino... no es de los vuestros. Ni de la policía, ni del departamento de control. Es alguien más. No sé si está de vuestro lado o no. Pero con sus métodos... la policía va a buscarlo, y puede que os descubran también. No sé qué pasaría entonces, porque no tengo ni idea de lo que sois exactamente... Pero, después del interés que han mostrado por mí tanto el departamento como ese alguien más... estamos en el mismo barco.

—Sí... Creo que tienes razón. Pero ahora no puedo...

—Entiendo —pensó Yan. Si su sospecha era cierta, y existía tal organización, probablemente necesitaría una autorización para revelarse. Llegó incluso a preguntarse si aquel desconocido que se había conectado a la red informática, tan interesado en él, podría ser parte de esa organización. Era lógico. Tal vez lo estaban evaluando. ¿Por estar cerca de Laura? ¿O por algo más? Tal vez... su presencia aquí no fuera casual. Una idea inquietante, pero lógica.




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