—¡Vaya que confían! —dijo Yan. Y Laura se echó a reír:
—¡Claro! ¡Yo te avalé! Venga, te mostraré…
—¿De verdad crees que no me enteraré? ¡Al fin y al cabo, trabajo con tecnología! —Estaba aprendiendo el sistema de comunicación de la organización secreta. Y solo ahora comprendía la alta cualificación de quien había ideado y realizado todo aquello. Porque en el sistema general de comunicación informática de la ciudad se habían hecho «cortes», y sus recursos se utilizaban para la existencia de canales cuyos mensajes nadie podía interceptar. En cualquier caso, eso era lo que cabía esperar. Aunque Yan entendía: no, claro que no hay nada imposible, pero rastrear la comunicación e interceptar los mensajes aquí sería realmente difícil. Con una excepción en la que no quería pensar—. Por cierto, ¿cómo te llaman?
—Harriet.[1]
—¿Y el alias también te lo puso el Doc? ¿En honor a Harriet Tubman? Claramente le gusta la historia en general, y la Guerra Civil Americana en particular. Ya que Alex Legri tenía el alias de Sumter…
—Sí, Alex… estuvo en los inicios… Y el Doc… sabe mucho. También de historia…
—Si le envío un mensaje, ¿solo él lo leerá? —precisó Yan.
—Con toda probabilidad. Bueno, quizás también su ayudante. ¿Y qué?
—Quiero proponer… una operación. Pero el Doc ya sabe dónde trabajo. ¿Se lo contaste tú…? La idea de la operación está relacionada con mi trabajo. Pero no quiero que… nadie más lo sepa.
—¿Y qué idea tienes? ¿A mí sí me lo puedes contar?
—¡A ti sí! —accedió Yan con magnanimidad. Entendía que, si uno de ellos quisiera delatar al otro, contaría mucho más que la simple idea de una operación—. No me deja en paz la historia del Doc sobre por qué se metió en todo esto.
—¿Sobre las plantas… los productos de las que dan sensación de saciedad, pero poca energía para el organismo?
—Sí. ¿Entiendes en qué convierten a la gente? Nos sentimos… como si estuviéramos sanos, no provoca ninguna enfermedad concreta, pero… no tenemos fuerzas. ¿Sabes para qué? Para que la gente no quiera simplemente hacer algo… Para que no tenga fuerzas para… logros, para hacer algo. Para competir con otros y dejar alguna huella. Para ser alguien… Primero… convencieron de que era muy malo comer carne. Supuestamente era perjudicial para la salud, y daba pena a los animales, y la cría de esos animales mataba la naturaleza… Me pregunto, ¿Ahmed y su gente de dónde sacan todo eso…? A nosotros… nos han convertido en plantas. ¿Para qué? Para… aparentemente, no destruirnos, matar es cruel. Pero… para que nosotros mismos nos convirtamos en nadie. Como no se puede convencer a todos de que se conviertan en nadie, hicieron que incluso aquellos que quieren ser alguien no tengan fuerzas para ello… Creen que el ser humano… no debe cambiar nada en la naturaleza, ni nada en general. Por eso no debe tener fuerzas ni deseos… Es terrible.
—Estoy de acuerdo. A mí también me impresionó —Laura no especificó: ¿en esa misma reunión con Conradi, o había oído esa historia antes? En cualquier caso, ahora no tenía importancia—. Pero, ¿qué quieres hacer?
—Donde trabajo… En nuestro complejo de invernaderos, sustituir algunas plantas… o semillas. Nadie lo notará. Pero desplazarán a esas variedades modificadas en el laboratorio del Doc, y… la gente empezará a recibir una alimentación normal. Claro, no les obligaremos a comer carne —Jan entendía que muchos percibirían esa propuesta con horror—. Pero… poco a poco recibirán productos que no les harán sentirse sin fuerzas.
—¿Y… qué? ¿Para qué nos sirve eso?
—Bueno, en primer lugar, haremos algo realmente bueno para la gente de esta ciudad. Aunque no lo entiendan —Se encogió de hombros—. Pero lo principal es otra cosa. Si la gente recupera fuerzas, empezará a hacer cosas. Y a obtener resultados. Y a cambiar la vida, la suya y la de los demás. Y entonces… aquellos que quieren que esto no suceda tendrán que reaccionar. Nosotros… tomaremos la iniciativa. Pero lo más importante es que la gente que recupere fuerzas empezará a hacer preguntas. Al fin y al cabo, para eso… estaban esos dibujos en las paredes, ¿verdad? Pero la gente que siente que no tiene fuerzas no se preocupa por lo que quedará después de ellos. Pero si pudieran…
—Entiendo —Laura miraba ahora a su amigo de una manera diferente. Lo que él proponía no era complicado técnicamente, si se tenía acceso a los lugares necesarios del complejo de invernaderos. Pero podía tener consecuencias colosales, porque no era una operación técnica, se basaba en un enfoque filosófico de lo que hacían. O hasta ahora habían intentado hacer, porque en la organización, en realidad, aparte de Theodoro Conradi, no había nadie que pensara en categorías no tácticas e incluso no estratégicas, sino ideológicas. Y ahora había aparecido uno. Ella ni siquiera podía imaginar que Yan tuviera esa visión del mundo, la que le había permitido idear aquello… Y probablemente no sería lo último—. Escríbele. Al Doc le gustará.
—Yo también lo creo.
—¡Entonces actúa, Ernest!
Y él comenzó a escribir la carta. Era más seguro que la comunicación por voz o video.
«¿Qué quedará después de nosotros?»
Ese pensamiento ahora no dejaba en paz a Pica.
Para crear su siguiente obra maestra —no todo iba a ser dedicarse a la estúpida investigación que además le había llevado a la policía, ¡también había que pintar!— eligió una enorme roca en el parque. En el mismo donde no hacía mucho Yan y Laura se habían reunido con el doctor Conradi, solo que ellos eligieron un lugar apartado en la profundidad (lo cual era comprensible), y la piedra que Pica, sin sospechar nada de estos acontecimientos, decidió pintar, estaba cerca de la entrada. Naturalmente: el artista quería que su creación la viera la mayor cantidad de gente posible. Hasta que la lluvia la borrara. Una condición obligatoria del trabajo de los artistas callejeros era el uso de pinturas fácilmente lavables y, por supuesto, que no permanecieran en la naturaleza.