—¡Llama a una ambulancia! ¡Oye, mantente despierto! ¡Oye! —dijo un hombre desconocido.
David estaba tirado en el suelo, desangrándose. Tenía un cuchillo clavado en el pecho, en el corazón. Sentía cómo se le dificultaba respirar. Su respiración se volvía más y más entrecortada. Su cuerpo se entumecía, ya no sentía las piernas. Su visión se volvía más borrosa y las voces de la gente cerca de él empezaban a parecer lejanas.
Voy a morir tan joven.
Él conocía su destino, no tenía salvación. Cerró los ojos y se resignó. Con su última exhalación, se fue su voluntad de vivir.
David no sentía su cuerpo, pero estaba consciente. Todo a su alrededor era una inmensidad blanca y vacía.
—¿Quieres una segunda oportunidad? —dijo una voz que no parecía provenir de ningún lugar en concreto.
—¿Quién eres? —preguntó.
—Llámame como quieras: el Todo, Dios; lo que prefieras.
—¿Dios? ¿Eres Dios?
—Es una forma de decirlo, pero realmente no podrías entender quién soy. Los humanos tienen problemas para entenderse a sí mismos y entre sí, así que no te esfuerces en comprenderme a mí, una existencia superior. En su lugar, ¿qué me dices? ¿Quieres una segunda oportunidad?
—¿A qué te refieres? ¿Me vas a reencarnar?
—Algo parecido, aunque no en la Tierra. Voy a hacerte revivir en un mundo mágico con tu edad y aspecto actuales. Si quieres volver a la Tierra, tendrás que encontrar una forma de hacerlo desde allí, si no, puedes quedarte en ese mundo. También te puedo reencarnar como un bebé sin recuerdos o hacerte desaparecer para siempre. Tú decides.
—¿No se puede ir al cielo o algo parecido?
—Tal lugar no existe, y si existiera, ¿qué te hace pensar que eres digno de entrar? Tus únicas opciones son las que te he dicho, elige libremente.
David estaba interesado en el mundo mágico, pero más que eso, quería volver a la Tierra porque allí estaban sus seres queridos.
—Revíveme en un mundo mágico, por favor. Intentaré volver a mi casa.
—Te deseo la mejor de las suertes, la vas a necesitar.
Esas palabras lo preocuparon, pero no había vuelta atrás. Poco a poco, sintió cómo todo a su alrededor se llenaba de color y formas en contraposición con el vacío blanco que había experimentado. La sensación de mareo fue tan fuerte que cayó desmayado durante media hora.
—¿Dónde estoy? —dijo al despertar.
Era un sitio árido y bastante silencioso. Sin otras formas de vida alrededor, David tenía dudas de si estaba en un mundo de fantasía o en un desierto en su planeta. Cuando se disponía a caminar, una mano salió desde su sombra hasta atraparle el pie.
—¡Aaaahh! ¡¿Qué es esto?! —dijo, entrando en pánico.
Más manos empezaron a aparecer, dejándolo sin posibilidad de escapar.
—¡Socorroooooo! ¡Ayuda, por favor! ¡Quien sea!
Su cuerpo se iba hundiendo en su propia sombra como si el terreno bajo ella fueran arenas movedizas. Temía volver a morir. Finalmente, todo su cuerpo acabó dentro de su sombra. Sintió un dolor intenso en el mismo lugar donde fue apuñalado, creyó que se le quemaba la piel. En ese momento, oyó una voz delante suya.
—Humano, ¿por qué has osado venir al territorio de los nihilims? —preguntó un ser alto, de 1'90 metros, delgado, con un número de brazos que parecía fluctuar cada vez que mirabas y un cuerpo algo borroso e indefinido, casi como una sombra—. ¿Acaso quieres morir?
—Solo acabé aquí por azar, se lo juro. Me llamo David y he sido mandado a este mundo después de morir en el mío. Realmente no sé nada sobre usted y su gente, así que, por favor, no me haga daño —dijo David, intentando aparentar la mayor calma posible, a pesar de estar aterrorizado por dentro y sorprendido por esa criatura que podía modificar su aspecto a voluntad.
La criatura, el nihilim, parecía estar pensando en lo que había dicho David, pero era difícil para él saberlo, ya que no tenía cara. Después de un minuto de completo silencio, habló.
—Humano llamado David, si quieres salir de aquí con vida, solo hay una condición.
—¡Haré lo que sea!
—Existen humanos en este mundo que, como tú, dijeron ser de otro planeta. Algunos de ellos se hicieron aventureros y tienen pensado derrotar al reino de los demonios, el de los dragones y el de los nihilims, pues todos somos aliados. Por supuesto, no habría problema si fueran solo unos simples humanos. Sin embargo, cuentan con armamento mágico único en el mundo, lo que los vuelve mucho más peligrosos. Los nihilims, demonios y dragones no podemos pillarlos con la guardia baja, tampoco disponemos de suficiente información sobre ellos para derrotarlos o extorsionarlos. Como tú eres humano, no sospecharán de ti. Acércate a ellos, reúne información y asesínalos.