Capítulo 9: Sinvergüenza.

Todo el grupo salió corriendo del bosque en llamas. Una vez fuera, buscaron un lugar apartado donde nadie los viera ni los relacionara con lo sucedido.

—Primera misión cumplida, supongo —dijo David.

—No creo que nos den la recompensa, puede que incluso tengamos que pagar —replicó Nerdanel.

—Lo siento muchísimo, de verdad. Si supiera magia de agua, esto no habría pasado.

—Si hubieras apuntado más arriba, no te habría hecho falta saber magia de agua —dijo Córvac.

La moral del equipo distaba mucho que desear, no tenían más remedio que dar la alarma de incendio y aceptar las consecuencias de sus actos.

Debo dinero a mi grupo por comprame el escudo y deberé dinero a la sociedad por cargarme el bosque, ¿seré el hombre más endeudado del Reino Humano?, pensó David.

—¡Fuego! ¡El bosque se está incendiando! —gritó un hombre que pasaba por allí.

Acto seguido, un grupo de unas veinte personas trabajaron juntas para apagar el incendio. Mientras eso ocurría, los aventureros se miraron entre ellos y, como si pensaran lo mismo, huyeron del lugar. Después de un viaje bastante silencioso, volvieron al gremio a tiempo para la hora de comer.

—Bienvenidos, aventureros. ¿Cómo les ha ido en su primera misión? —dijo Éstel, expectante.

—No quiero aburrirte con los detalles, pero misión cumplida —dijo David, fingiendo una sonrisa—. Más importante, ¿cuándo nos dan la recompensa?

El resto de miembros del grupo se miraron entre ellos sorprendidos, no esperaban semejante falta de vergüenza por parte de David.

—Recibirán la paga cuando se haya comprobado que realmente ya no hay goblins en el bosque.

—Entiendo, y yo que quería probar la comida de aquí.

—No te preocupes, David, toma un poco de dinero y come algo para reponer fuerzas, el héroe no puede estar cansado —dijo Éstel, la mujer perfecta.

—¡Oh, gracias! Creo que esta noche tendré que dar el máximo para compensarte —dijo él, dándole un beso largo a Éstel.

El equipo se dirigió a una mesa y se sentó.

—¿Es que careces totalmente de principios? —le susurró Nerdanel al oído.

—David, eres un hombre despreciable —sentenció Córvac.

—¿Piensas cobrar en serio el dinero? —preguntó Minerva.

—Chicos, calma —se dirigió a la maga—. Sí, claro que voy a cobrar el dinero, cumplimos la misión, ¿no?

—Pero incendiamos el bosque —replicó Nerdanel.

—El objetivo de la misión era despejar el bosque de goblins, y lo hicimos. El incendio es un daño colateral, podría haberle pasado a cualquiera. Además, la gente de la ciudad se encargó de apagar el fuego, así que todo está bien.

—Me sentiría mal si cobrase ese dinero después de provocar un incendio —dijo Minerva.

—¿No crees que es mejor que cobres el dinero y lo envíes anónimamente a la ciudad a modo de disculpa? —dijo David.

Su lógica parecía incuestionable, era cierto que ya no podían hacer nada a parte de entregar el dinero.

—Tienes razón —habló Córvac—, en cuanto cobremos, todos nosotros enviaremos el dinero a la ciudad.

Minerva y Nerdanel asintieron.

—¡¿Qué?! —gritó David, llamando la atención de todos en el bar/restaurante. Pidió disculpas por reaccionar así y habló un poco más bajo—. ¿Pero todo todo?

El resto asintieron. Él lloró por dentro. Cuando la camarera les trajo la comida, un hombre de la altura de David, pelirrojo y de ojos azules y claros como los de Córvac, se acercó a ellos.

—Hola, he oído que en este grupo hay un héroe elegido por Dios. Resulta que yo también soy uno.

—En realidad somos dos héroes elegidos por Dios, esta chica y yo —corrigió David—. Es un placer.

—El placer es mío, me llamo Mario.

—Yo soy David, ella es Nerela. Nuestros compañeros son Córvac y Minerva.

—¿Nerela? Es un nombre humano, pero de este mundo, no del nuestro.