Se decía que en una cueva de Holanda aparecía un fantasma y era conocido por inspirar a las personas a continuar los sueños que tenían inconclusos. Sonaba loco, ¿verdad?
Algunas personas lo percibían como una figura blanca trasparente, había otras que solo escuchan una dulce voz. Pero decía la leyenda que cuando alguien lo viera como una persona como cualquier otra, el alma de este fantasma podría descansar en paz y la persona que le diera el descanso tendría una vida más feliz y próspera.
Hubo quienes pensaron que jamás se iría ya que desde hace diez años habitaba allí, y cientos de personas por semana visitaban el lugar. Pero un día todo cambió.
Una tarde nublada, Lukas decidió salir caminar por el bosque. Se sentía tan triste por haber perdido a su perro y pensaba que las posibilidades de tener una vida más feliz eran nulas. Lo había perdido todo.
Gotas de lluvia comenzaron a bajar y poco a poco el agua iba cayendo con más intensidad.
El chico al ver una cueva, entró, aún estando invadida por la oscuridad. En lo que pasaba el diluvio, tomó asiento en una roca. Fue entonces cuando se percató de que una luz amarillenta iba subiendo de intensidad y como si de un maratón se tratase, su corazón comenzó a acelerarse. ¿De dónde provenía esa luz?
Como si hubieran leído sus pensamientos, alguien detrás de él habló:
—Cuando una persona entra a la cueva, esa luz enciende, pero no brilla tanto como lo hace ahora.
Lukas dio un brinco al escucharla. Su voz era tan dulce y clara. Y el hombre juraba que cuando la escuchó, algo dentro de él se reparó.
Con miedo y con el corazón en la mano, volteó hacía aquella voz que, para la sorpresa de muchos, esta vez la dueña estaba presente.
Ella era de tez morena, alta; con su cabello negro, largo y lacio. Sus ojos intentaban decir algo, pero el castaño no lo descifró, solo pudo notar que brillaban como el sol: con gran intensidad.
—Tú eres el indicado —dijo ella con alegría, acercándose a él—. Por fin podrás ser feliz —gritó con las manos extendidas.
—Usted es —hizo una pausa—… el fantasma de la cueva. Eso quiere decir q- que podrá descansar.
—Mi nombre es Kristen. Y como lo dije, tú llevarás una vida feliz —tocó la punta de la nariz de aquel muchacho.
El joven bajo su cabeza, recordando todo lo que le afligía.
—¿Qué me asegura que tendré una vida feliz luego de tantos años de tristeza y sufrimiento?
—¿En serio crees que todo lo malo dura para siempre? —ella misma negó—. Ambos sabemos que entraste aquí con la esperanza de que pasara esto, ¿no es así?
Lukas no dijo nada, solo suspiró. Él sabía que aquella muchacha tenía razón: él entró a esa cueva con temor y una pizca de ilusión porque muy en el fondo, algo le decía que tenía un motivo para seguir con su vida.
No fue suerte, fueron las ganas de querer estar aún aquí.
—Déjame ayudarte. Pero necesito que hagas algo por ti mismo, también.
Él asintió.
—Escucha tus sueños. Síguelos. Encamínate hacia ellos y no los dejes a pesar de que veas el objetivo muy lejano. Lejos nunca es lejos, es menos que eso, recuérdalo siempre.
Los ojos de Lukas estaban cristalizados. Poco faltaba para que las lágrimas rodearan sus mejillas.
—Experimenta todo tipo de emociones, conoce personas que te traigan felicidad y si te equivocas escogiéndolas, entonces mira los errores que cometiste y aprende de ellos. Pero algo importante: no te abras completamente, hazlo solo cuando estés seguro de que ellas pondrían la mano en el fuego por ti. Y no dependas de ellas. La verdadera fuente de felicidad deberás ser tú mismo.
La chica sonrió y guiñó un ojo. Enseguida, comenzó a caminar detrás de Lukas y poco a poco, la luz se fue apagando. Segundos después, la lluvia cesó y salió el sol.
El hombre miró hacia atrás, pero ella ya no se encontraba. Limpió las lágrimas que había dejado escapar y pensó en todo lo que sucedió.
¿Realmente aquella chica descansaría en paz? ¿Él sería feliz?
Lo descubriría más adelante.
•••
Dos días, diecisiete horas, dos minutos y cincuenta y siete segundos después de la aparición de Kristen, Lukas observó una convocatoria para el logotipo de una empresa. El premio era bueno y si ganaba tenía la posibilidad de pagar la renta de su departamento y la matriculación que tanto quería: su sueño siempre fue ser diseñador gráfico, sin embargo, su economía no le permitía pagar una licenciatura. Entonces aprendía un poco por medio de videos.
Esa tarde, con gran ilusión, el chico llegó a su pequeño departamento, tomó un lápiz; una hoja de papel y colores. Con facilidad, su mano danzó por todo el papel.
Terminó el logotipo dos días después.
Asistió el día de la premiación. Estaba casi seguro de que tenía posibilidad de ganar y así fue. Su sorpresa ocurrió cuando el director de la empresa le propuso hacer anuncios, ¡todo pagado! Él sin pensarlo aceptó.