El fantasma del hombro

La 120

Alicia fue caminando a la 120 Estando descalza, con el cuerpo adolorido y dolor de cabeza.

No fue algo de lo que estuvo consciente, sin embargo poco le importaba. Cualquier salida estaba bien, con que mínimo estuviera libre. Aunque no lo admitiese, en el interior de si misma hubo algo que la impulsó a ir coincidentemente a la carretera 120.

Se encontró con el lago de HostingTown, el cual no tiene nombre, es curioso pues todo en el pueblo tiene nombres similares... HostingMercy, HostingLibrary's, HostStreet, Old HostingTown... Pero el lago donde creció no poseía apodo determinado.

Aparte de los limitados libros para Alicia lo mejor de HostingTown era el lago.
Poseía un paisaje hermoso con mucha vegetación y pájaros cantando al son del agua fluyendo. El viento resoplaba a una fuerza perfecta, ni potente ni inexistente, un balance magistral.
El agua pese a no ser mucha para ser un lago, seguía siendo más que la del arroyuelo, este siendo más que nada un enorme hueco con puro lodo y un poco de agua, así fue desde que ella tiene uso de razón.

Al menos ese lago descrito era el de antes, cuando era apenas una niña.

Ahora el lago se parecía mucho más al arroyuelo. El agua incluso sin necesidad de acercarse se podía notar lo sucia y pantanosa.
La deforestación jugó un papel clave para contribuir en la deprimente vista.
Habían arrasado con muchos árboles alrededor del lago, algunos árboles se encontraban incluso tirados de lado en el pasto.

-Todos son iguales.- Susurró Ali para si misma al ver el paisaje en que se convirtió.- Cuando las cosas están bien deciden cambiarlo todo y aprovecharse.

Continuó caminando, en las orillas de la 120, sintiéndose con náuseas, sed y hambre. Incapaz de mantenerse en pasó constante caminaba en zigzag.

Caminó por minutos, minutos los cuales se convirtieron en horas. Eventualmente haciéndose de noche, sin haber parado a descansar en ningún momento.
La 120 no tenía focos de luz iluminando desde hacía un par de kilómetros atrás, la carretera estaba rodeada por árboles de abetos, sin más iluminación que la luna misma.
Alicia no estabanasud Ada pese a haber tenido un encuentro sobrenatural en unas circunstancias similares.
Es más, Alicia se sentía cómoda en el lugar, el sonido de las hojas de los árboles rozando entre si.
El ruido de los cerdos, vacas y caballos de una granja cercana podrían espantar a cualquiera, o por lo menos ponerlo incómodo. sin embargo Ali se la pasaba genial aquella noche sumergida en sus propios pensamientos.

Una luz se acercaba lentamente en la 120.

Resultó ser dos focos separados, le impedían a Alicia ver de qué se trataba.
A ese punto poco le importaba que fuese, podía ser una nave espacial en forma de platillo volador, podía ser una entidad cuya forma física fuesen luces de la muerte, podía ser su padre con dos linternas, podía ser cualquier cosa. ¡Es más! ¡Le encantaría que fuese algo paranormal!

Obviamente era un carro, el cutlass 1995 se detuvo al ver a la mujer descalza vagando en la carretera.
-No deberías hacer autostop a esta hora.- El conductor abrió la puerta, su voz rasposa delataba desde antes su aspecto de anciano, con atiendo de granjero.- Eres muy joven aún, y aparte eres mujer. Corres peligro caminando sola en la carretera.

¿¡Joven!? Ja! ¡Qué estúpido! Alicia era una adulta con ya treinta años, dentro de unas pocas semanas ya treintayuno. Pero bueno, ignoremos ese estúpido comentario.

***

Pasó una hora en el coche del viejo, pues ya no estaba tan lejos de Alexandria pues caminó un buen tramo. Ambos no charlaron prácticamente nada, Ali seguía en sus pensamientos.
Alicia salió del carro y ni se despidió del anciano, solo azotó la portezuela.

Finalmente llegó a su departamento en el que había estado desde hacía tres meses. Y pensar en todo el tiempo desperdiciado en aquel hospital...

Luego de todo el tiempo pasado, su departamento le parecía maravilloso a comparación de las cuatro paredes y una simple camilla de hospital.
Todo su departamento era de color blanco, con muchas pinturas colgadas en la pared de la entrada hasta la sala.
Lo primero que vio al entrar fue una copia de la noche estrellada.

Alzó la mano y tiró con fuerza el cuadro, repitió lo mismo con los de la sala.

Los toscos cuadros caían al suelo con un sonido que multiplicado se volvía ensordecedor.
Al terminar de tirar las pinturas, se quedó viendo el estante que contenía su gran televisor, el espacio de la parte baja estaba ocupado por libros, demasiados libros.

En un principio no iba a hacer nada, solo estaba viendo sus libros, soñadora, no obstante notó uno que resaltaba entre todos. "sueter humano" "Escrito por Nolan Dixon"
Realmente amaba ese libro, siendo con el que creció y prácticamente siendo su identidad.
Se volvió y lo tomó, rápidamente antes de arrepentirse, prendió la chimenea.

Aventó el libro a las llamas del anaranjado resplandor de la chimenea, y durante un instante pareció resistirse, sus páginas hinchándose como si respiraran. Luego, comenzó a arder. Las hojas se curvaron, ennegrecieron y crujieron al desintegrarse. Letras y palabras, pensamientos y recuerdos, se disolvieron en humo. El olor a papel quemado invadió la habitación, denso y agrio.

El fuego lo devoró todo, sin piedad. Cuando solo quedaron cenizas, Alicia dio media vuelta y se alejó en silencio, dejando atrás el pasado convertido en polvo.

Por una parte se sentía aliviada, nostálgica pero libre de ese algo que la acompañó, aquello que significaba su vida.

Se dirigió a su habitación a cambiarse esa sucia túnica de paciente. En lugar de agarrar una ropa casual, eligió un vestido rojo con negro, bastante similar al que llevaba puesto Lucy Clark cuando la abandonó.
Ese era el tipo de ropa que casi nunca usaba, utilizándolo exclusivamente en reuniones o en citas.



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En el texto hay: tragedia, romance, trauma abuso

Editado: 25.06.2025

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