Baekhyun estaba tan contento de llegar a casa que podía llorar.
Sus pies le dolían, su cabeza le dolía y el desagradable olor a hospital lo impregnaba. Era mejor que oler a vómito, pero aun así no era bueno. Por desgracia, no era la primera vez que le vomitaban encima. Ni siquiera la quinta. Como enfermero, Baekhyun no sólo tenía que lidiar con las ingeniosas, estereotipadas y agotadoras burlas de sus molestos amigos heteros, sino que además, era habitual que terminara su turno con salpicaduras de sangre, vómito e, incluso en ocasiones mierda, sobre él. Pero bueno, era un pequeño precio a pagar por salvar vidas, oh no, un momento, eso lo hacían los médicos.
No, Baekhyun Byun era un enfermero de veintisiete años que ganaba dieciocho de los grandes al año, vivía en el más cutre apartamento de Village Town y nunca había salvado la vida de nadie. Pero si necesitabas una inserción de catéter o que afeitaran tus huevos, era tu hombre.
—Uf, ducha, ducha, ducha.
A pesar de haberse duchado en el hospital, aún tenía ese persistente olor a desinfectante, junto con el del viciado, húmedo y contaminado aire, inevitablemente cuando tomas el metro en hora punta. Tomar una ducha, era lo primero que hacía al regresar del trabajo, era una parte estricta de su rutina, una rutina de la que rara vez se desviaba.
Dejó su mochila en la encimera de la cocina, si un rincón con un fogón y un microondas contaba como cocina, y se quitó la camisa de su uniforme mientras se dirigía a su dormitorio. Allí, se quitó el resto de su ropa y las metió en el cesto del baño. Girando el cabezal de la ducha, dio un paso bajo el agua, que lo quemaba y congelaba alternativamente, suspiró cuando inclinó la cabeza hacia atrás y se humedeció el cabello.
¡Qué día! ¡Qué mierda de día! Había comenzado muy bien, no demasiado cansado, con tiempo suficiente para preparar un café y una dona de crema de queso, pero después, todo se fue a la mierda. Un niño ingresó con una muñeca rota tras caerse por las escaleras, trataba de animar al pequeño cuando se dio cuenta que estaba sentado de forma rígida. Una mirada rápida bajo su camiseta de Pokémon reveló una huella de bota grande, que sí recordaba bien, parecía de la misma talla que la que llevaba el padre. El chico había llorado como si su corazón se rompiese cuando los servicios sociales infantiles intervinieron.
En maternidad una “bruja loca” muy embarazada lo fastidió cada vez que pudo. Luego se las arregló para quedar como un tonto frente a uno de los médicos al chocar torpemente contra él, derramando su té. Lo del vómito fue... no importaba. Y lo peor de todo, "el viejo” de la 3Z se negó a que le sacara sangre con un “puf”, diciendo que tenía miedo de que le contagiara “alguna repugnante enfermedad”. La jefa de enfermeros le había dicho que no dejara que lo pusiera de mal humor, lo cual apreciaba, pero no lo hacía menos molesto.
Odiaba que algo en él anunciara que era gay. No era muy afeminado pero, tampoco podía pretender ser muy macho. ¿Y qué si había visto Orgullo y Prejuicio doce veces? Y eso lo molestaba. Le molestaba que lo vieran de esa forma, porque ese era precisamente el tipo de persona, por la que no se sentía atraído. Le gustaban los Matthew Macfadyens. Los CliveOwens, los Gerard Butler y los Russell Crowe, a pesar de que este último era un poco idiota. Pero a los chicos musculosos les atraían otros chicos musculosos y... ¿adivinen qué? Él no era musculoso.
Baekhyun salió de la ducha y tomo una toalla. Distraídamente, mientras se secaba la cabeza, se miró en el espejo. Oh, por favor, ¿músculos? Debería estar contento con cualquiera que pudiera conseguir. Ni siquiera sus más sensibles parejas quisieron seguir con él. Joder. No, no era la representación de la belleza masculina, lo que lo hacía sentirse como un hipócrita al establecer sus estándares tan altos. Arrojó la toalla en el cesto, miró su reflejo con un suspiro, y luego soltó un bufido. Tenía el pelo pegado en mechones gruesos, oscurecidos por la humedad En seco, era de color rubio claro, y no parecía que fuera a tener entradas pronto.
Gracias a Dios por el pequeño favor. Se consideraba muy simple.
Ojos azules, pecas claras y dispersas sobre el puente de la nariz, que lo hacían sentir como si tuviera trece años y una sonrisa algo tímida que ocultaba unos dientes que podrían estar un poco más rectos.
Le gustaría tener unos hombros más anchos y gruesos bíceps, pero levantar pesas era aburrido como el infierno. Le gustaría ser un poco más alto que sus uno con setenta y cuatro centímetros, pero los Cuban heels le hacían parecer tonto. El transformaría su blando vientre por un abdomen de tableta de chocolate algún día, pero simplemente no quería molestarse en llevar su culo hasta el gimnasio. Se puso de lado y contrajo su estómago, luego lo dejó ir con un triste quejido. Tocándose su estómago miró hacia los dedos de sus pies.
—Bueno, siempre y cuando pueda ver mi polla al mirar hacia abajo, supongo que no es tan malo.
Tras ponerse un pantalón deportivo, entró de nuevo en la sala de estar, y se tiró en el sofá. Se acomodó en su rincón favorito, y colocó sus pies debajo de él. Alcanzó el control remoto y encendió el televisor, puso un cojín sobre su pecho y revisó la guía de programación.
—Me han gritado, avergonzado, y vomitado hoy. ¡Qué Dios ayude a mi Skyplanner! Si olvidó, de nuevo, grabarme Grey's anatomy
Cuando encontró el programa en cuestión, se dispuso a verlo antes de irse a la cama, para reponer fuerzas ante un nuevo día en el cumplimiento de ser menospreciado y mal pagado.
Aproximadamente veinte minutos más tarde, pulsó pausa y fue a servirse un bien merecido vaso de vino barato. Acurrucándose de nuevo en su lugar, agarró el mando a distancia y bebió un sorbo de su Lambrini.
—Deberían hacer gay a Shepherd, ganarían a un nuevo grupo de seguidores.
—Personalmente siempre preferí a O'Malley.
—Oh, por favor, ¿por qué… —Baekhyun se quedó helado. Miró hacia el extremo del sofá de donde venía la voz, y casi se tragó la lengua por el shock. Sentado allí, apaciblemente, viendo su televisión estaba... un chico. Simplemente... un tipo.