El Fantasma Encadenado-Tomo 2

19-Un Fantasma en America

La aeromoza dio una última vuelta por el avión, nuevamente reparo en el chico rubio y pálido que había dormido durante todo el vuelo cubierto hasta la nariz con un cobertor, el hombre a su derecha y la mujer a su izquierda habían dicho ser sus tíos, que era su primer vuelo y el pobre no lo estaba tomando muy bien.

 

-¿Todo en orden?, pronto aterrizaremos.

-Laiyon-el hombre le dio un empujoncito-despabílate, vamos a llegar.

-Cinco minutos más…-la aeromoza sonrió y continuo su recorrido.

-Al menos hablaste, creo que esa chica sospechaba algo-miro a su hermana-¿tú en que estas pensando?

-En el departamento, lleva meses abandonado, ni me quiero imaginar el polvo y estuvimos usando el cuarto extra como bodega, vamos a llegar a limpiar.

-¿Y porque no dijeron eso antes?-Laiyon abrió los ojos.

-¿Eso es lo que te emociona?

-Es que no sabía que iba a hacer al llegar y era mejor descansar que esperar a ver si este chisme se estrellaba.

-Por lo menos ya volviste a ser el de antes-dijo Ana-¿Qué te parecería un nuevo guardarropa?

-Sí, no puedes seguir viéndote como postal antigua.

-¿Qué tiene de malo mi ropa?-ambos le miraron como si fuera obvio-bien, pero insisto en seguir vistiendo de negro.

-Ya veremos.

 

Laiyon doblo cuidadosamente el cobertor y se acomodo para aterrizar, habían estado a punto de perder el vuelo debido a la mala condición en que le dejo el Consejo de Muerte, ahora ya estaba recuperado, recordaba la audiencia pero tenía una completa laguna mental a partir del momento en que lo llevaron aparte hasta que se vio de regreso en la mansión apoyado en Gorman, asique no tenía la menor idea de que le habían hecho y si en la experiencia de su abogado se confiaba no lo sabría jamás; pero aquello le tenía sin cuidado en aquellos momentos, su gran alegría era estar a miles de kilómetros de su prisión, en compañía de su familia y dando los primeros pasos de lo que sería, por llamarlo de algún modo, una nueva vida.

 

Por su mal estado no había podido mirar con atención el actual Londres, ni el aeropuerto, ni el avión en que se fueron, pero ya que aterrizaron pudo comenzar a maravillarse con las novedades de un mundo moderno, mientras esperaban frente a la banda transportadora que traía las maletas no dejaba de mirar aquí y allá.

 

-¿Las multitudes son típicas en esta ciudad o solo es la época?

-Ambas-respondió Dal-¿Por qué dejaste a Lexter allá?

-No quería complicar más las cosas, mejor dejárselo a Nao para aumentarle la compañía.

-Cielos, estoy agotada-dijo Ana, frotándose el cuello.

-Iremos directo a casa y te podrás recostar, mañana le mostraremos la ciudad a Laiyon.

-Para nada-dijo este-si a que Ana descanse pero voy a entrar a una casa sucia y no saldré de esta hasta limpiarla.

 

Salieron a la calle nevada, las maravillas no cesaban, aquella tierra cubierta de edificios brillantes y altísimos superaba cualquier cosa que hubiese imaginado, los taxis amarillos le resultaron una ternura en comparación a los serios taxis ingleses y en uno de esos se fueron hasta el edificio de departamentos en que vivían Dal y Ana.

 

-¿Todo esto es de ustedes?-pregunto, impresionado por la mole de quince pisos.

-Claro que no, ya te lo habíamos explicado, tenemos un departamento grande, es la ciencia de estos edificios-fueron entrando-son como cajones llenos de casitas.

-Tenemos vecinos en todas direcciones-agrego Ana-vas a hacer muchos amigos nuevos.

-Miren quienes regresaron-dijo una voz.

-¡Magi, hola!

 

Laiyon se quedo de una pieza, la mujer a la que Ana saludaba con tal efusividad le era familiar pero rogaba estar equivocado, reconocía el cabello, reconocía los ojos, no estaba seguro sobre la complexión pero definitivamente reconocía esa voz, la falsa dulzura empañada de rabia y malicia.

 

-¿Y quién es este apuesto jovencito?-automáticamente Laiyon bajo la mirada y se puso cerca de Dal.

-Nuestro sobrino, Laiyon.

-¿Tienes la llave de nuestro departamento?-pregunto Dal, reparando en su turbación.




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