En cuanto se vio sola, Ana intento hacer lo que le indicaron y tratar de dormir, solo acostarse le fue un duro desafío.
Todo en la habitación estaba recubierto con una fina capa de polvo de escoria para no ser atravesable y sujetándose al colchón logro quedar en medio de la cama, dio con un amarre en medio de esta y se sujeto.
-Esto no puede estar bien-había quedado como a tres centímetros del colchón-estoy agotada…pero no tengo sueño-cerro los ojos, no había manera-¿Cómo pudo pasarme esto?, se que frene, vi la luz roja, vi el auto y frene, lo hice.
Sacudió la cabeza, ya había dedicado muchísimas horas a recapitular los últimos momentos de su vida y solo se sentía más confusa y abatida cada vez, tomo un caramelo de la bolsa a su lado y dedico unos minutos a revisar sus heridas, tenia moretones y pequeñas cortadas en las manos, su piernas derecha lucia rara asique podría estar rota, recordó que llevaba un casco cerrado por lo que guardaba la esperanza de que su rostro siguiera intacto, por ultimo miro la abertura en su pecho, el plástico que le habían puesto lucia hinchado y al tocarlo lo noto rígido.
-Creo que tengo que cambiarlo-reparo en una puerta a la izquierda-¿eso será un cuarto de baño?
Tenía todo lo que necesitaba cerca de la cama y con el gancho pudo llegar trabajosamente a la puerta misteriosa, si era un cuarto de baño pero no tenia sanitario ni ducha, lógico, ocupaba el pequeño espacio una pileta y unos estantes con artículos de cuidado personal, en las paredes habían pequeñas aberturas para meter el gancho y así pudo llegar a la pileta, donde encontró una cuerda negra para sujetarse cerca del suelo.
-No fue tan difícil-reviso el plástico-ahora veamos… ¿Dónde comienza?-no hallaba el punto asique tomo unas tijeras filosas-no, mejor corto por…no-tampoco veía por dónde meter la tijera-si solo pudiera-ultimadamente las clavo en medio.
Fue como romper un hidrante, la sangre a presión salió con fuerza terrible y ella dio un grito de espanto, rompió a llorar y a pedir ayuda, presa del pánico, aunque no creía que alguien la oyera, ¡Sorpresa!, un carcelero se presento en cuestión de minutos.
-Por los grandes espíritus, ¿Qué paso?
-¡Lo siento, de veras lo siento!, ¡Hice un desastre!
-Tranquila, señora-suspiro-vaya susto me ha dado, creí que la atacaban, esto no es nada.
-¡Pero hay sangre por todas partes!-intento cubrirse-¡Y no deja de salir, no puedo pararla!
-¿Cuál sangre?-le miro, ¿se burlaba de ella?-esto es ectoplasma, cuando deja su fuente se disuelve hasta desaparecer, el lugar estará impecable en media hora.
-¿De…de verdad?
-Tiene mi palabra-se acerco a ella-ahora, ¿exactamente que ocurrió?
-Intentaba cambiar esto-dijo, avergonzada ahora por haber armado tanto escándalo.
-¿Cuándo fue la última vez que lo hizo?
-Nunca lo había hecho-explico-me siento tan tonta, ni siquiera puedo tenerme en el suelo, no sé qué hacer.
-Ya hizo algo, pidió ayuda, ¿Me dice su nombre?
-Ana-comenzaba a abochornarle la gentileza del carcelero.
-¿Puedo?-ella asintió.
Dejo que reemplazara el vendaje y mientras lo hacia se fijo en algo que le hizo sufrir un sobresalto, ¡Lo conocía!...bueno, no, pero no era un total extraño, coincidía perfectamente con la descripción que Laiyon le diera del carcelero Kroper; una vez cubrió su herida la llevo de vuelta al salón en incluso tuvo la cortesía de llamar a servicio al cuarto para que le llevasen té y bollos de canela.
-Siento mucho que debiera pasar por todo esto-le dijo, ya más tranquila tras una taza de té-estoy muy apenada.
-Pierda cuidado, señora-él daba cuenta de un bollo y, curiosamente, comía sin quitarse el cubre boca-todos pasamos por problemas justo después de morir y a veces durante varios años-tomo el reloj sobre la cómoda-le dejare puesta una alarma, una abertura de ese tamaño debe liberar presión cada seis horas por lo menos.
-Hay tantas cosas que todavía no comprendo…