No había notado que la amistad entre su hermana y Longxuan era otro sentimiento, ambos eran tan jóvenes y brillantes que quizás eso había encandilado lo demás, o quizás se había negado a ver lo evidente porque Liyuen parecía ser feliz, verdaderamente feliz por primera vez en mucho tiempo. Y Longyin estaba muy orgulloso de su hermano menor que había pasado los exámenes con el mejor puntaje, el menor de los Fei también tenía un futuro brillante en la corte.
Y toda esa felicidad también parecía alcanzarlo a él de alguna manera, así que se dejó envolver, se dejó cegar, pero debió haber sabido que no podía durar, debió saber que tanto brillo traería oscuridad, así como el día y la noche se turnaban.
Él y su hermana fueron convocados a Palacio y el rey anunció que ella se casaría con el General Zhang, en el norte. Wu Fang pudo ver como la noticia la rompía, ella le pidió a su padre que no la casara, que aún no estaba lista, pero él le recordó que era su deber y que era una orden, no un pedido. No era un padre casando a su hija, era un rey haciendo un trato que le convenía.
Ya cuando ambos estuvieron a solas, Liyuen lloró y suplicó pidiendo su ayuda, y él sintió el corazón pesado, sabía que ambos se casarían con quien su padre eligiera para tener mejores alianzas políticas, pero enviar a su hermana al norte con un soldado que le doblaba en edad no parecía lo correcto. Ella era sensible y delicada, necesitaba otro tipo de persona. Alguien como Fei Longxuan y cuando ese pensamiento cruzó su mente supo la verdad.
Su hermana jamás lo había mencionado, no era tonta, mencionar sus sentimientos por él lo pondría en peligro, pero lo supo, supo que Liyuen amaba a Fei Longxuan.
-¡Por favor , hermano! ¡No dejes que me casen, por favor! - dijo ella entre lágrimas y en aquellas lágrimas Wu Fang tuvo la confirmación.
Liyuen era la persona más importante para él, trató de pedirle a su padre que no la casara, que esperara un tiempo más porque aún era joven e inmadura, le pidió que esperaran por una mejor alianza matrimonial, para ganar tiempo, pero fue en vano. Su padre incluso le recordó que también él debería casarse pronto. Y Wu Fang supo que no había nada que pudiera hacer, porque si seguía insistiendo su padre sabría la verdad, que la Princesa se había enamorado de quien no debía.
Cuando fue a hablar con ella, entendió que su incapacidad para protegerla había hecho que perdiera a su hermana, Liyuen no iba a perdonárselo nunca.
-El rey no ha cedido, el casamiento no puede evitarse- dijo con frialdad porque no encontraba un modo de ayudarla. Era mejor aceptar la realidad.
-¿No hay nada que se pueda hacer? – preguntó ella- ¿No soy una persona, mi vida no me pertenece?
-Lo siento, Liyuen, lo siento. Sabes las respuestas a esas preguntas. Ser quienes somos tiene un precio muy alto – dijo y los ojos de su hermana brillaron con furia, con odio. Jamás la había visto así antes.
-Tú ni siquiera entiendes el precio que pago no solo por ser princesa sino por ser mujer, ninguno de ustedes entenderá jamás ¿Princesa? No soy mejor que una esclava o una prostituta que venden.
-¡LIYUEN! – la reprendió,pero las palabras se le clavaron en el alma. No lo había pensado antes, nunca había pensado desde la perspectiva de una mujer porque así era lo establecido en la nobleza, pero ahora esa mujer era su hermana y las palabras le descubrían la verdad más dolorosa. Era verdad que su padre la entregaba como un objeto sin que ella pudiera decidir y no quería imaginar el dolor que eso le causaba. Pero ella no iba a dejar que lo olvidara.
-El poder que construyen, el poder que ustedes sostienen es con el sacrificio de otros. Déjame sola- dijo y él la dejó. Pero apenas cerró la puerta, la sintió llorar. Y se quedó allí, impotente, sabiendo que ella había perdido el alma. Para proteger a la gente que se amaba se necesitaba poder, y él aún no lo tenía, no poder propio, no poder real, tenía un poder prestado que también lo convertía en una ficha de su padre.
Cuando al día siguiente le pidió que no le contara sobre la boda a los hermanos Fei, él aceptó, era lo único que podía hacer por ella.
Igual había dudado, había pensado en pedir consejo a Longyin o al menos descubrir si sabía sobre los sentimientos de su hermano y Liyuen, pero no serviría de nada, solo complicaría más la situación.
Aquellos días , Wu Fang descubrió que su hermana tenía aspectos desconocidos para él, porque frente a los hermanos Fei actuaba como siempre, en Palacio seguía con los preparativos para su boda y solo él podía ver a veces como la desesperación absoluta se asomaba a sus ojos. Tanta, que temía que tomara alguna decisión drástica y por ello intentaba tenerla tan vigilada como podía.
Pero su padre le ordenó ir al norte a hacer todos los arreglos tradicionales para la boda, él sería el representante en la reunión de las dos familias, pero además debía evaluar la situación militar y y no tuvo más opción que ir y dejarla sola, llevó a Longyin con él porque necesitaba a un amigo cerca, pero no le advirtió sobre los motivos del viaje, solo le dijo que era un trabajo de embajador que le había encomendado el rey. Quizás porque interiormente seguía recordando las palabras de su hermana y pensando que también él estaba involucrándose en que la entregaran como mercancía.
Cuando fue a despedirse de ella, trató de llevarle algo de tranquilidad.
-Iré al norte, veré cómo es todo y hablaré con el General Zhang. Mientras yo no esté no hagas ninguna locura – le dijo
-Que tengas buen viaje – respondió con frialdad.
-¿Yuen?
-No voy a matarme, Fang – le dijo y calló que había llegado a pensarlo, así de desesperada se sentía- porque mi madre no me lo perdonaría- agregó y era cierto. Cuando había estado desesperada había pensado en el amor de su madre y eso, casi como una deuda filial, la había mantenido atada como un débil hilo a la vida- Y porque soy una princesa, debo pagar un precio por ello, ¿verdad? También tú - sentenció y Wang Wu Fang sintió que aunque no era la intención de Liyuen, era una especie de maldición.
Él también pagaría un precio por ser quien era, y al notar el cambio en su hermana, pensó que el precio de él sería la soledad y la culpa que cargaría para siempre.