Les dejo un poco más de nuestro Príncipe. Abrazos
Espero se esté entendiendo porque como hay cosas que ya desarrollé en La Grulla y la Luna, y esto está siendo casi otro POV , hay hechos que paso muy por encima porque Wu Fang también tiene un lugar al que quiere llegar.
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Liyuen encontró su casa en la mansión que su madre le había heredado, un poco por insistencia de ambos y otro poco porque la necesidad de la concubina Shuang de alejarla del rey funcionó en su favor por una vez, la princesa viuda pudo vivir fuera de palacio y encontrar algo de felicidad. Y Wu Fang pudo encontrar algo de paz al ver a su hermana a salvo.
Con ella y su sobrino en su vida, la soledad retrocedió unos pasos, aunque él supiera que era temporal. Si quería mantener su lugar de Príncipe Heredero, debía recorrer ese camino solo, también para evitar que salieran dañados. El camino al trono era de espinas, y él quería que su hermana recorriera un camino de flores en el futuro.
Una vez que ella estuvo instalada, la ayudó a seleccionar los sirvientes para la mansión, los guardias e incluso los tutores para Yichen.
-¿Siempre deberé cuidar mis pasos, verdad? – preguntó ella con tristeza. Estar de regreso en la capital la ponía fuera del alcance de los Zhang pero la dejaba al alcance de otros peligros.
-Sí, pero no estarás sola. Ya no – le dijo mientras bebía el té que le había servido.
-Mientras pueda estar aquí con Yichen, estaré bien – dijo ella y al observarla en su rol de madre, Fang tuvo emociones yuxtapuestas, el recuerdo de su propia madre y el entendimiento del cambio profundo en su hermana. Tenía veintidós años apenas, pero daba la sensación de ser mucho más madura que él. Y sobre todo, era obvio que su mundo ahora giraba en torno a su hijo, estaba dispuesta a todo por protegerlo. Liyuen ya no era la joven que recordaba.
-¿Quieres casarte de nuevo? – le preguntó
-No mientras pueda evitarlo – respondió ella sin mirarlo.
- No debes preocuparte por ahora, aún estás en periodo de luto.
-Lo sé, pero deberé preocuparme por ello en algún momento. Por eso me dejó regresar- dijo con resignación. También ella conocía a su padre.
-No dejaré que suceda de nuevo, cuidaré de ustedes – le dijo mientras estiraba una mano para acariciar la cabeza de su sobrino que se había dormido en brazos de la madre.
-Gracias- respondió ella con cautela. No le creía y no la culpaba por ello- ¿Y tú, volverás a casarte?
-No mientras pueda evitarlo- respondió él y esta vez Liyuen sonrió. Tal vez ninguno de los dos pudiera hacer mucho por evitar las órdenes de su padre, pero estaban dispuestos a dar pelea y además estaban juntos. Ambos habían cambiado, pero el vínculo fraterno seguía allí, como una chispa que esperaba ser alimentada.
Y durante un par de años, ambos se las arreglaron para evitar el matrimonio y cualquier plan de su padre, aunque Wu Fang sospechaba que no era un éxito propio sino que estaba relacionado con la Concubina Shuang. No quería que Liyuen ni él tuvieran un nuevo matrimonio que implicara una alianza ventajosa para ellos, o que les diera más poder en la corte. Y mucho menos aún que él tuviera un hijo. Pero no le importó porque eso le permitió un respiro a su hermana y a él mismo.
Liyuen construyó su propio mundo en aquella mansión, jardines y libros, sirvientes leales y amables y una soledad deseada que le permitía criar a Yichen como si fuera un niño común y no un príncipe. Y Wu Fang también formó parte de ese mundo tanto como pudo, los visitaba seguido, veía crecer a su sobrino, incluso le empezó a enseñar a jugar weiqi cuando cumplió los cinco años. Era un niño tremendamente inteligente, pero sobre todo era amado y feliz, tal como su madre soñaba.
Cuando iba allí intentaba no hablar de política ni de sus preocupaciones, aunque cuando Liyuen quería saber algo preguntaba y él le respondía. Y él respetaba las opiniones que ella le daba, también eso había cambiado, aunque siempre había sido inteligente y , como él, había crecido en medio de intrigas palaciegas, últimamente la mente de su hermana era mucho más sagaz para analizar las situaciones. Fang pensó que eso estaba relacionado con que se había visto obligada a desarrollar mejor su instinto de supervivencia, en sus años casada con Zhang y ahora para cuidar de Yichen. Sí lo pensaba mucho, le dolía que ella hubiera sido obligada a cambiar.
Pero ellos no hablaban de eso, su hermandad se sostenía en no mencionar algunos temas, no hablaban de los años que ella vivió en el norte ni hablaban de Fei Longxuan, aunque estaba seguro que ella sabía cómo él seguía ganando prestigio y poder y se había convertido en el ministro más joven de la corte.
Mientras acompañaba a su hermana y observaba con orgullo el crecimiento de su sobrino, Wu Fang se preguntaba por qué su padre no podía ser más cálido con ellos. Se preguntaba si acaso al ser rey su mirada estaba puesta en otro lado en lugar de en sus hijos, si miraba más al país que a los niños que había engendrado. Se preguntó si él sería así también o podría lograr un equilibrio diferente.
Y los días fueron pasando, días en que veía pasar el tiempo en los cambios de altura de Yichen, días en que veía pasar el tiempo entrenando en las distintas estaciones, días en que veía pasar el tiempo observando los juegos de poder en la corte mientras él intentaba adivinar las intenciones de su padre y complacerlo, días en los que buscaba aliados porque sabía que algún día los iba a necesitar. Hubiera querido que Fei Longxuan fuese uno de ellos, pero el pasado se levantaba entre ellos como un muro. Sabía que el ministro lo apoyaba, pero se debía a que al igual que él mantenía los principios de Longyin, aunque también en Longxuan había un ansia de poder que no había tenido su hermano mayor. Y eso hacía que ninguno confiara plenamente en el otro.