El Fénix y la Nieve

Capítulo 11- Confianza naciente

Un poco más de este príncipe que está en el frío norte

Espero les esté gustando y quienes estaban peleadas con él en "La grulla y la Luna" se hayan reconciliado un poco

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Wang Wu Fang observó el campo de batalla, y pensó que era una suerte que su hermana hubiese hecho lo posible, y lo imposible, por alejar a Yichen de aquel lugar, por evitar que él niño siguiera los pasos de su padre, el General Zhang.

No imaginaba a su adorable sobrino allí, no quería que estuviera ni cerca de una batalla, jamás.
Su hermana se había enojado con él la vez que lo había dejado sostener su espada, y ahora entendía por qué. Ahora que veía sus propias manos callosas por sostener el arma y con rastros de sangre, entendía que hubiera deseado profundamente que su madre también se lo hubiese evitado a él. Pero un Príncipe Heredero tenía pocas elecciones, al menos si quería conservar ese lugar.

Las guerras eran un infierno, sin importar si eran justas, sin importar las causas que las sustentaban ,no dejaban de ser un infierno, como una herida en el mundo donde los hombres se mataban unos a otros y la sangre de semejantes se derramaba ofendiendo a los cielos.

Había viajado para llevar las medicinas que necesitaban allí en el campamento y luego había vuelto a combatir en la frontera. Cuerpo a cuerpo contra el enemigo y al lado de sus soldados. Necesitaba hacer retroceder a sus adversarios, aunque fuera de un Li por día hasta derrotarlos. Y luego, si ese momento llegaba, debía reconquistar los territorios que se habían perdido a lo largo de décadas de guerras.

Fueron muchos días de batalla, días de volver al campamento agotado, con heridas leves pero con el conocimiento de que muchos otros de sus compatriotas habían muerto. Trataba de no pensar, de no sentir el olor a la sangre en el aire gélido, de no recordar las escenas del campo de batalla, trataba de quitarse todo eso, y también la culpa de ser quien los guiaba a la muerte. Después de todo no le habían dejado opción, no podía pelear por su lugar en la corte, donde sus adversarios y la Concubina Shuang tenían más peso que él, solo le quedaba ser un príncipe guerrero, pelear allí y ganar el apoyo del pueblo y de algunos ministros influyentes, para poder volver. Era parte de lo que su padre esperaba de él, lo había sabido cuando no había intentado detenerlo.
No había dicho las palabras, pero Wu Fang las había sentido en su interior "Prueba tu valía o no regreses". Y él había aceptado aquel desafío.

Pero cada vez que entraba en combate, temía no volver a salir de allí y no se trataba de salir vivo, sino de salir siendo aún él sin convertirse en un monstruo. Y cuando esos fantasmas lo acosaban trataba de aferrarse a los recuerdos felices, su madre, su hermana, Longyin y Yichen, que pronto cumpliría seis años. Le hubiera gustado enviarle algún regalo, pero ya ni siquiera se animaba a enviar cartas a Liyuen. Trataba de sostener esos jirones de felicidad para recordar quién era y por qué estaba allí.

Luego de un par de semanas de combate, regresó a la fortaleza. Sintió un leve alivio por alejarse de la guerra y porque el panorama allí era un poco menos desolador, los habitantes estaban en mejores condiciones igual que el lugar.También el ejército que estaban entrenando iba mejorando y podrían enviarlos pronto a las fronteras como refuerzo.

Se detuvo frente al tablero un instante, casi movió alguna pieza para calmar su mente, pero recordó que aquella ya no era una partida solitaria y que había prometido esperar a La Nieve para continuarla. Eso también le hizo pensar en que el frío empezaba a intensificarse, por lo visto el invierno norteño se acercaba, así que abandonó sus ropas de soldado y las sedas para cambiarlas por la ropa que había enviado Mei. Era cómoda y abrigada, por un instante se imaginó a los cortesanos viéndolo con aquellas prendas, el cabello suelto y sin afeitarse el leve bigote que asomaba , pensarían que había caído muy bajo. Casi se rió, allí , toda la pompa artificial dejaba de tener sentido y eso no le molestaba.Habia algo liberador en ellos.
Luego de aquellas reflexiones se puso a trabajar con Zhongchen sobre los distintos informes que habían recibido , tanto de la capital como del resto del país y del frente de batalla. Con mapas, cartas e informes desplegados sobre su escritorio, unió en su mente los retazos de información como si intentara recomponer una pintura y verla con total claridad. Extrañaba tener un asesor como Longyin, extrañaba su consejo amigo, su mente ágil e ideas claras para señalarle todo aquello que a él se le escapaba. Pero ya no estaba, el único que se le parecía, lo odiaba, y aunque Zhongchen era el más leal de sus hombres, era más bien un hombre práctico, podía pensar estrategias para el campo de batalla pero se le escapaban las intrigas políticas que muchas veces eran los hilos que movían todo.

Al día siguiente se puso a tratar cuestiones más prácticas que tenían que ver con el dinero que quedaba, y las necesidades que tenían.

-Necesitamos algunos caballos más, sobre todo algunos que sirvan para cuando llegue el invierno a pleno. Los caballos que trajimos son del sur, no sé si resistan. Vi que los hombres de la caravana de La Nieve tenían buenos caballos, necesitaríamos que nos consiga algunos. Hablaré con ella la próxima vez que veng- dijo.

-Son animales caros, Su Alteza.

-Lo sé- dijo mientras pensaba qué quizás había llegado el momento de vender sus pertenencias, al menos hasta que le mandarán otra partida de dinero y provisiones.

-Y necesitamos armas para los hombres que estamos entrenando- dijo Zhongcheng.

-También es cierto, pero eso será más complicado- dijo recordando que Báixuě no iba a proveerle armas.

-Esa mujer no nos venderá armas- dijo su hombre poniendo en palabras sus pensamientos- Aunque quizás sepa de alguien que sí lo haga.




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