“Piero Valente estaba recostado en una reposera en el patio de su casa observando la noche estrellada. La luna se veía gigante con una redondez perfecta y tan apetitosa como un bizcochuelo. Pasaron unas dos horas desde que el hombre se había dormido y al despertar tenía sobre su cabeza un hilo blanco por el cual tiró de él pareciendo ser una atadura fuerte. Entonces comenzó a escalar sobre este hilo haciéndolo durante horas hasta llegar a la superficie de la luna. El suelo era esponjoso así que Piero tomó un trozo llevándolo a su nariz para olerlo. Su perfume era a vainilla que se deshizo en su boca como el postre más exquisito que jamás hubiese saboreado. Caminó hasta encontrarse con una mujer de su edad que también estaba explorando el suelo lunar de bizcochuelo. Encendieron un fuego pero éste se extendió por la superficie haciendo que la luna comience a quemarse. En la desesperación Piero tomó un hilo por el cual se deslizó hasta llegar a la tierra pero su sorpresa fue grande cuando se dio cuenta de que estaba en París a la vez que la mujer se deslizó hasta el patio de él. Menos mal que tenía en su billetera la tarjeta de crédito así que se compró un boleto de avión para viajar a su hogar aunque antes visitó las calles de París las cuales siempre había querido conocer. A la noche siguiente la luna volvió a salir sobre el cielo pero esta vez con un aspecto acaramelado debido a la quemazón pero igual daban ganas de comérsela aunque esta vez Piero no sucumbió a la tentación sino que pidió un delivery de tortas dulces que saboreó frente al televisor.”
por Valeria O.
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Escrito el 13/08/2019
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