El Fin de Charlotte Blythe

I

Si le hubieran dicho, una semana antes que su vida llegaría a su fin por culpa de un juego de niños, Charlotte se habría reído y no lo habría creído ni aunque le pagaran por ello. Por favor, nadie en su sano juicio creería en la existencia de los entes del más allá. ¿O sí?

No se habría puesto a imaginar la forma en la que su vida cambiaría hasta después de haber cometido su peor error. Esa oscura noche de febrero, en la que cualquier fantasía podría volverse realidad; en el mes que más odiaba, en el pueblo al que nunca debió volver. La peor decisión de su vida, si le preguntarán ahora.

No se consideraba una persona ansiosa; pero la incertidumbre de lo desconocido, el repetitivo sonido producido por las manecillas del reloj y todas las peculiares casualidades que habían empezado desde que volvió parecían tener ese efecto en ella. Tenía una mente bastante imaginativa cuando le daban cuerda, aunque ya hubiera pasado esa fase de creer en lo paranormal. Aquella peculiar mujer en el cementerio había despertado la peor parte de su imaginación.

Solía sentirse muy segura de sus creencias, o al menos de su falta de ellas; quizás las supersticiones de su madre y las advertencias de la anciana desencadenaron sus dudas. Estar sola en una cabaña abandonada tampoco resultaba de lo más alentador.

El viento hacía que las ramas del viejo árbol chocaran contra la ventana causando un ruido horrible. Su mente divagaba creando todos los escenarios posibles en los que aquella remota posibilidad podría ser real, cada uno de ellos era peor que el anterior. El miedo comenzó a asentarse en su interior.

Intentaba desesperadamente aferrarse al sentido común que le quedaba y no dejarse llevar por todas esas tonterías de las que siempre se burló con sus amigos. Parecía estar funcionando, casi estaba totalmente convencida de que no había nada que temer, hasta que su reloj marcó las once y con la última campanada desapareció su poca cordura restante.

Sin pensarlo dos veces echo a correr, salió de esa horrible cabaña y corrió por todo el pueblo sin rumbo alguno. Continuaba en pijama, tampoco se había detenido a ponerse los zapatos, solo podía pensar en que debía escapar. El viento parecía seguirla; el empedrado de las calles se le enterraba en los pies, le dolían, pero siguió corriendo. Se había chocado con varias personas, lo más seguro es que la tomarán por loca. Ella misma lo habría hecho días atrás.

Mientras corría, se reprendía mentalmente por haber pensado que era buena idea volver al pueblo del que tanto le costó escapar. Por seguirle el juego a Samantha y aceptar esa apuesta que la había hecho llegar hasta aquí. Mucho más por haber ido al cementerio, cuando la supersticiosa de su madre le había advertido que no fuera. Por prestarle atención a las advertencias de esa anciana que seguro solo quería asustarla. Se reprendió aún más por empezar a creer en la existencia de los demonios.

De no haber sido tan estúpida, estaría en su apartamento ahora mismo; viendo una serie de historias criminales, mientras se llenaba de comida chatarra junto a su gato. No tendría que estar corriendo en círculos por las viejas calles de su pueblo natal, huyendo de un supuesto demonio que se la llevaría al infierno, todo por escuchar los disparates de una anciana en un cementerio.

Un plan típico de un martes por la noche.

Para terminar de completar sus arrepentimientos, terminaría por dar un mal paso, perdiendo el equilibrio y cayendo de cara en la tierra. Descubriendo, a su vez, que sin planearlo había regresado al cementerio donde todo empezó.

Reprimió sus ganas de gritar, no supo si por la rabia, el miedo o la frustración. Estaba cansada, ella no tenía nada que hacer en ese maldito pueblo, mucho menos en ese cementerio, casi a la media noche. Sucia, con un pie lastimado y sin su teléfono para pedirle ayuda a su novio para salir de ahí.

Debió darse la vuelta en la carretera cuando aún tenía oportunidad.

Harta de toda esta absurda situación, simplemente comenzó a burlarse del supuesto demonio, de las advertencias de la anciana; de sí misma, de haberse dejado llevar por todas esas tonterías. Quizás sí estaba un poco loca en este punto. Estaba decidido, se iría a primera hora mañana e ignoraría los reclamos que Samantha le haría. Ya no le importaba, no volvería a ese pueblo jamás.

No tuvo oportunidad de levantarse para poder irse, cuando sin haberlo esperado, las campanas de la iglesia anunciaron la llegada de la medianoche. De la nada, una extraña niebla inundo el lugar impidiéndole ver con claridad. El viento que había estado siguiéndola desde que salió de la cabaña, tomó más fuerza y parecía querer arrasar con el lugar. Los árboles a su alrededor se sacudían con violencia.

El miedo volvió a invadirla, no entendía nada de lo que estaba pasando. Por instinto se mantuvo en el suelo y protegió su cabeza con sus brazos. Intento arrastrarse por la tierra húmeda abriéndose paso en la niebla, más no lograría avanzar mucho cuando fue levantada por dos seres desconocidos.

Cientos de voces retumbaban dentro de su cabeza, podía escuchar como se reían y hablaban de ella en un idioma que no podía entender. Luchó, tratando de liberarse y escapar, sin embargo, la mantuvieron inmóvil. Grito tanto como pudo, con la esperanza de que alguien viniera a rescatarla. Pero nadie la escucho, quizás a nadie le importaba.

No supo en qué momento, las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. Se esforzó por recordar las oraciones que su madre había insistido en enseñarle de pequeña. Las voces la llamaban de forma desesperada, como si estuvieran sufriendo. Temblaba bajo el agarre de los desconocidos, que después de cierto tiempo volvieron a lanzarla al suelo.

El viento se fue aligerando, la niebla se desvaneció tan pronto como había aparecido y las voces una a una se fueron silenciando. Miro a su alrededor, el par de desconocidos habían desaparecido. Una tumba se encontraba frente a ella, su nombre escrito en la piedra con la fecha de hoy debajo de él.



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En el texto hay: demonios, paranormal, miedo.

Editado: 20.01.2024

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