El final de este amor

1

3 años después

Ultimo día de clases del año lectivo.

Un poco más y babeo mi brazo que esta debajo de mi mejilla, trato de no cerrar mis ojos al escuchar hablar a la licenciada de historia, mueve sus manos de manera exagerada al hablar sobre las calificaciones totales. Medio observo como echa un vistazo al viejo reloj en forma de manzana que se encuentra arriba de la pizarra, creo que se dio cuenta que la clase debía acabar hace media hora. Estoy frustrada, deseo salir corriendo de esta tediosa clase.

Escondo mi cabeza entre mis brazos al escuchar de nuevo la voz de la señora loca.

—Chicos espero y disfruten sus vacaciones, estudien y repasen sus clases. Jamás olviden que el estudio es quien los convertirá en alguien exitoso en un futuro —aconseja, como siempre lo ha hecho todos los años de sus malditas clases aburridas. Por fin, ya no iba a verla por dos encantadores meses.

—Licenciada —alza la mano una chica del salón para dirigirse a la señora parada en frente de todos nosotros, quien lleva puesto un pantalón de tela de color negro junto a una blusa verde agua. Ella le da el pase de hablar—. Nos podemos retirar, por favor.

Sonrío amando a la chica ruda, todos los que se encuentran en el salón la quedan viendo con una mirada de susto, incluso el señor de limpieza que justo está recogiendo la basura, ni modo, ella ha sido muy directa ante su petición, en pocas palabras quiso decirle que se quería largar porque la clase es horrible y cansona. Muy aparte de que su hora ya se ha pasado y es la última hora de clase, super entendible que quiera irse, pero... ¡Que descarada en pedirle eso a su superior, deben expulsarla! Pero, ¡la adoro! Se merece un regalo de mi parte. Si señores, soy un poco contradictoria, puedo gritarte que no hagas una locura y en segundos te aliento hacerlo.

Soy una chica muy cambiante con respecto a mis genuinos pensamientos, opiniones y consejos.

—Está bien estudiantes, pueden retirarse —ordena sin agregar nada más. Mientras ella recoge sus objetos de uso académico, sus estudiantes—incluyéndome— salen como si hubiera una fiesta a la cual iban ya retrasados. Decido quedarme atrás al ver muchas cabras locas empujarme en el camino. ¡Dios, que locura la juventud!

—Camina más rápido, cachetes de quico —ruedo los ojos al escuchar la hermosa y sexy voz de Betty Evans, pasa a lado mío agarrándome de la muñeca sin permiso para jalarme, mejor dicho, me está arrastrando.

Le regalo una mala mirada por decirme cachetona, recibo a cambio una radiante sonrisa, que si fuera un chico en plena etapa hormonal me hubiera desmayado al verla, además de haber tenido sueños húmedos.

Dirijo mi mirada al pasillo donde nunca faltan los grupos de: popularidad, las chicas que se creen el mismismo sol ardiente, los nerd o friki, los oscuros que su hoja de vida son más manchas de sangre que palabras y los normales que solo les importa respirar, morirse o avanzar sin saber que será de sus vidas en un futuro, me apunto al último grupo. Me he dejado llevar por mi mejor amiga mientras chequeaba a los tontos de la secundaria, que arrugo mi entrecejo al ver donde nos hemos detenido.

—¿Para esto me jalaste? —me quejo, observando los árboles que rodean el colegio junto a los pocos grupos de chicos que están sentados en el césped comiendo cualquier cosa asquerosa o conversado sobre... que puedo saber yo.

Betty posa sus manos en su perfecta cintura, me observa molesta, en respuesta solo encojo mis hombros. Ella resopla buscando su paciencia, se sienta en el sucio césped que parece que estuviera limpio, pero, realmente debemos ser conscientes que pasan animales y nosotros lo pisamos al entrar, al salir o cuando uno decide escaparse de clase para comprar algo en el centro comercial que está a dos cuadras de esta cárcel, excluyendo que también los pisan los licenciados o los señores que se encargan de limpiarlo. Ah, se me escapaban los niños desastrosos del jardín.

—No nos vamos a ver en dos meses, hay que hacer los honores de una buena despedida —sonríe de nuevo, robándose el suspiro de unos desdichados jóvenes de primer año de la secundaria, que justo pasan por nuestro lado.

—Hey —les hablo, ellos me miran asustados como si les vaya a reclamar algo —, límpiense la baba que está cayendo justo ahora de sus sucias bocas. ¡Oh mierda, que asqueroso!

Los pobres tontos salen corriendo, sin dejar de tocarse la boca, asumo que se la creyeron porque sus rostros de susto y vergüenza me dan cien años de vida. Suelto una risa burlona, siento un golpe en mi brazo izquierdo, llevo mi mano derecha a la zona afectada, me doy caricias y protesto:

—Ese golpe fue muy fuerte, siento que se va a caer el brazo, Betty —me echa una mirada furiosa—. ¿Qué? Era una broma, no es mi culpa que ellos sean tan... ¿Bobos?

Alza su mano en forma de puño, me alerto al notar su intención, gracias a los ángeles logre esquivar el golpe.

—¡Cálmate, mujer salvaje! —rio.

—Mejor siéntate —masculla, para después soltar una cálida risa. ¿Quién la entiende? Porque yo no lo logro. Hace unas palmaditas con su mano en el césped, indicando que me siente a su lado.

—Igual nos queda un año más —retomo el tema, sentándome a lado de ella, observando al colegio que contiene tantas anécdotas graciosas y decepcionantes de mi vida.

—Por culpa de nuestras mamás —sacó un recipiente cuadrado con varios dibujitos sobre las chicas poderosas, ella continua su reproche—. Si nos hubieran metido un año antes como todos, hubiera sido nuestro último día en esta basura.

Rio abiertamente al ver como se enoja por cosas tontas. De repente, sentí una mano chocar muy fuerte contra mi hombro, sí, Betty Evans me ha golpeado nuevamente.

—¡Auch! —chillo, acaricio la parte del hombro afectado, me va a dejar sin brazos —Pobre quien sea tu novio algún día —rueda sus ojos; sería algo demasiado impactante si aparece algún chico que pueda hacer babear a esta chica. Aquel día lo declaro como el fin del mundo para la intocable Betty Evans.




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