La vibración de la música, los saltos de la gente junto a los gritos, hacen retumbar la casa. Tapo mis oídos con las palmas de mis manos, mientras voy empujando a quien se me cruce en mi camino, he recorrido gran parte de la inmensa casa y solo ha sido el primer piso, buscando tanto a Betty como Nick, pero ninguno de los dos asoma sus narices. El coraje me está diciendo: "Hola, ¿me necesitas?", posiblemente mi respuesta será un sí, porque mi paciencia está llegando a su nivel máximo.
Decido subir al segundo piso, este es más amplio que el anterior, sus pasillos son extensos que puedo llegar a perderme. Voy caminando en pasos de caracol, fijo mi mirada en las puertas de las habitaciones, donde en algunas se escuchan ruidos muy escandalosos. En estos momentos, estoy pensando seriamente que los libros tienden a no siempre mentir, solo a semejar un poco la realidad con la fantasía.
Una de las tantas puertas, se encuentra entreabierta, la intriga toma mi conciencia y mis movimientos, por ende, estoy a centímetros de la escena, asomo mi cabeza a más no poder al escuchar varios murmullos, agradezco tener un cuello un poco largo.
—¡Ohhhhh! —musito, tapando mi boca de inmediato —. Dios mío, perdóname por ahondar en privacidades ajenas —susurro, cerrando mis ojos con fuerza. Me alejo despacio, no debí hacer eso. ¿En serio los chicos tienen sexo en fiestas? Carajo, ¿Cómo pueden hacer un trio? Esto es mucho para mi inocencia. Esto es lo peor que mis ojos grises hayan visto.
Seguí por el pasillo, moviendo mi cabeza, quiero borrar esa desagradable escena de mi pobre mente. Como si la vida me quisiese veo a Betty saliendo de unas de las habitaciones, cerrando la puerta de aquella con sumo cuidado de hacer ruido, lo consigue sin darse cuenta quien la está viendo.
—¡Pendeja! —grito, desde mi distancia hacia la de ella.
Su cabeza se gira de inmediato a mi dirección, sus ojos se agrandan figurando una mirada petrificada, por verme allí obviamente. Lleva su dedo índice a los labios, indicando que haga silencio mientras ella avanza despacio hasta mi lugar.
—¿Tú que haces aquí? —sisea, alterada.
Entrecierro mis ojos.
—Hueles a sexo —respondo, haciendo una mueca de asco.
Abre su boca para luego cerrarla.
—Ignora eso, mujer —chilla, como si la haya ofendido. Su rostro se pone rojo, suelto a reír —. No te rías, por favor.
Asiento, guardando mi burla.
—Me quiero ir, por favor —le pido, uniendo las palmas de mi mano a la altura de mis labios.
—¿Ya viste a Nick?
—No, lo busqué y no lo encontré —bajo mi mirada, desilusionada.
—Es un completo imbécil — gruñe, apretando sus manos en forma de puños —. Mejor larguémonos de aquí.
Asiento, ella arropa mi cuerpo al pasar su brazo derecho por mis hombros, lo saco de inmediato, recibo una mirada confusa de su parte.
—Sigues oliendo a sexo —contesto, haciendo un gesto de asco.
—Ni sabes como huele el sexo —ataca, con una sonrisa ladeada.
—Tampoco deseo saber, gracias.
Ambas reímos y continuamos nuestro camino sin afectos de cariño.
Íbamos bajando las escaleras del primer piso, cuando lo vi.
Se encontraba en una mesa, en el medio de todos los chicos y chicas que bailaban hace un momento, pero lo que hizo que me detuviera sin poder mover un solo pie, fue la escena que vi.
Nick, bailaba desenfrenado con la chica que anteriormente me había llamado espantapájaros. Ella movía su trasero sin pudor, aquel movimiento rozaba con el cuerpo de quien creía ser mi novio, él lo estaba disfrutando. Mis ojos se iban humedeciendo, al ver como el baile iba pasando a otro nivel más candente. Llego un punto donde mi visión se hizo borrosa y solté el primer sollozo. Me ha pasado de nuevo, volvió a suceder...
Sentí que alguien tocaba mi brazo, ahora no, ahora no...
Saque fuerzas para salir corriendo de aquel lugar, sentía que el aire se me iba, me ardía el pecho y el nudo que se ha formado en mi garganta me está ahogando. ¿Por qué de nuevo? ¿Por qué a mí? Yo no soy mala con nadie, nunca he hecho algo que dé como resultado un corazón roto, un llanto o un sentimiento de culpa.
Escucho los llamados de Betty, pero al ver su auto no pude más, mis piernas se debilitaron, ocasionando que cayera sentada en el frio césped. Acaricio mi pecho, angustiada. Me quema, me duele que otra vez haya pasado.
—Vamos respira, gomita, respira —su voz suave, me hace cerrar mis ojos. Sus cálidas manos se posan en mis mejillas —. Levántate, no hagas esto de nuevo, por favor.
—¿Por qué? ¿Qué he hecho yo? No merezco sufrir de esta forma, no quiero sufrir más, Betty —sus brazos me envuelven, sus manos acarician mi espalda, mientras solo escucho mi sollozo y mis lagrimas humedecer mi rostro —. Llévame a casa.
—¿Segura? ¿Dejaras que se salga con la suya esa sanguijuela? No puedes permitir que él este disfrutando mientras tu lloriqueas —expresa con coraje, soltándome, dejando que la brisa fría de la noche me golpee.
—¡LLEVAMEEE A MI MALDITA CASAAA! ODIOOO TODO ESTO, ODIO LA VIDA, ODIO EL MALDITO AMOR —grito, desgarrando mis cuerdas vocales, trago fuerte tratando de calmar el ardor de mi garganta. Betty, me mira atónita por mi impulso.
—Está bien, está bien. Vamos a casa —me ofrece su mano, no dudo en agarrarla para luego estar de pie y dirigirnos a su auto.
El dolor no cesa. El recuerdo no se desvanece.
♡♡♡
Me remuevo en mi cama, estiro mi brazo para encender la pequeña lampara que esta sobre la mesita de noche. Reviso la hora son las 2 am, me tiento activar el wifi, pero lo descarto de inmediato. La cabeza me palpita, mis ojos están tan hinchados que no logro ver tan bien, carraspeo y me quejo al sentir el ardor en mi garganta.
La escena vuelve a mi mente, trayendo consigo de nuevo el llanto. Deseo parar, deseo tranquilizar mis sentimientos, deseo cerrar mis ojos y al despertar estar en otro mundo donde el daño no exista.
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Editado: 03.10.2022